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SIN MUCHO QUE FESTEJAR

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Spain's soccer fans celebrate in Madrid after their team won the 2010 World Cup final soccer match against the Netherlands
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Por Chema Galván para elmunicipio.es

Nunca me he dejado llevar por impulsos patrioteros. Nunca he comprendido la obnubilación que la razón de mucha gente sufre por el mero hecho de visualizar una bandera o escuchar un himno. Veo con asombro y preocupación como las masas se lanzan a la calle, ebrias de estupidez, para celebrar la consecución de un no menos ridículo trofeo futbolístico. Se les hincha el pecho alardeando de su condición de españoles. Una palabra -España- les llena la boca nublando sus cerebros como un elemento etéreo e intangible, un concepto abstracto que veneran pero que no creo que sepan ni definir. Veo todo esto y siento vergüenza tanto ajena como propia.

No quisiera que el lector me malinterpretara al leer estas palabras. Nada más lejos de mi intención realizar, en una fecha como esta, un ataque contra lo que significa España y la Hispanidad. No obstante, quisiera creer, y creo firmemente, que España es algo más que unos cuantos símbolos más o menos vistosos y coloridos.

La patria son los compatriotas, el sufrido y machacado pueblo español. Eso es para mí España. Y cada vez es más evidente que esa España está subyugada, dominada por intereses particulares que en su mayor parte se sitúan lejos de nuestras fronteras. A día de hoy, no somos una nación libre y soberana, con capacidad para decidir nuestro destino.

La cuna de una de las más importantes culturas de Occidente es en la actualidad un protectorado de los grandes poderes económicos, del gran capital internacional. Deudas externas ilegítimas; saqueo de nuestra industria por parte de los grandes fondos de capital privados; imposición de políticas ruinosas por parte de organizaciones carroñeras situadas en Bruselas o en Nueva York; bases militares puestas al servicio de una potencia extranjera mientras nuestro ejército está en horas bajas…

Y todo ello gracias a la colaboración de unos gobernantes -Borbón de turno incluido- mediocres, corruptos y traidores, dispuestos a convertir a España en una mierda tercermundista. Éstos aprovecharán fecha tan señalada para dar rienda suelta, a través de una prensa servil, a su verborrea barata con discursos pomposos y llenos de palabras vacías. Nos contarán por enésima vez lo estupendo de nuestro país, nuestra gran capacidad para afrontar las dificultades y mirar al futuro con optimismo. ¿Cabe mayor hipocresía?

Así pues, afrontamos este 12 de octubre con pocos motivos para alegrarnos de la situación de nuestro país. Para mí, como español, como patriota racional, hoy no me queda sino sentir una profunda amargura. Solo puedo apelar a esos compatriotas, a ese pueblo español tanto tiempo adormecido y engañado. Me encantaría ver el día en que dicho pueblo sea consciente de su esencia y de su historia; de su fuerza para tomar las calles con sentido y recuperar la dignidad. Ese día sí que será una auténtica fiesta nacional.

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