Inicio Opinión Invitada De Enrique de Aguinaga para Sigfredo Hillers

De Enrique de Aguinaga para Sigfredo Hillers

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Contestación a la discrepancia de Sigfredo Hillers, en elmunicipio.es, sobre el «supuesto» abrazo de José Antonio Primo de Rivera al presidente del Tribunal Popular que le condenó a muerte.

Por Enrique de Aguinaga para elmunicipio.es:

Querido Sigfredo Hillers:

Vale más quintaesencias que farragos (Baltasar Gracián)

Siempre he procurado ser fiel a este principio, practicando el periodismo de precisión y la taxonomía, frente a la elucubración y el revoltijo. Así lo declaro porque, según me cuentan, me has dedicado, por medio de internet, una  filipica, a proposito de una frase de un artículo mio.

Veamoslo metodicamente:

1. ARTÍCULO. Te refieres, sin identificarlo, a un artículo mio que, de entrada, calificas como estupendo y muy emotivo (muchisimas gracias, querido Sigfredo, por tu generosidad).

Por fin, no sin esfuerzo, debido a la debilidad de mi memoria nonagenaria, he localizado el artículo como «Ser y estar de José Antonio» que primero fue ponencia en las Escuelas de Verano de Plataforma 2003 (Burgos, julio, 2011) y luego texto para el nonato Boletín de la Plataforma (2012). No te refieres, como se podría suponer, a «El abrazo», publicado en «La Razón» (7 octubre 2003).

Te refieres concretamente a un párrafo de «Ser y estar de José Antonio» (5 lineas entre 473) al que, por tu cuenta, has añadido la palabra nacional y que dice:

Leída la sentencia de muerte, inmediatamente José Antonio avanza hacia el estrado, abraza al presidente del tribunal, Eduardo Iglesias del Portal, con el cual había tenido relación en el foro en Madrid, el uno como abogado el otro como fiscal, y le pide perdón por lo que habrá sufrido por su culpa. El abrazo de José Antonio es el inmenso monumento a la conciliación de España.

2. DOS DISCREPANCIAS. A la vista de aquel párrafo y solo de aquel párrafo de mi artículo, manifiestas dos discrepancias y solo dos discrepancias:

        1. No existió el abrazo de José Antonio.

        2. De haber existido, con el abrazo no comienza la reconciliación nacional.

3. EL ABRAZO. No soy yo quien declara la existencia del abrazo.

Es José Luis Saenz de Heredia en un artículo de 1968 titulado «El aturdimiento de los predispuestos» que en 1981 confirma en Televisión Española, en el programa «La clave». Saenz de Heredia publica por vez primera la carta que las hijas de Eduardo Iglesias (María, Teresa y Dolores) dirigen desde Méjico, a Miguel Primo de Rivera, a la sazón embajador de España en la Gran Bretaña, pidiendo su intercesión para que su padre, allí exiliado, pueda repatriarse normalmente. En esta carta, las hijas de Eduardo Iglesias escriben:

Si su excelencia estuvo presente en el juicio, recordará que al terminarse y comunicarse la sentencia, su hermano José Antonio subió al estrado y abrazó a nuestro padre y le dijo que sentía el mal rato que por su culpa estaba pasando, pues no sé si sabrá que mi padre y él eran buenos amigos.

Saenz de Heredia añade:

Tengo también la carta que Miguel escribió contestando y dando fe de ser cierto cuanto ellas le decían. Y tengo también las que escribió a Madrid para conseguir y obtener la repatriación.

Con este testimonio, para mi incuestionable, con sucesivas referencias y largas conversaciones (he tomado contacto con un nieto de Eduardo Iglesias), conociendo la calidad humana de José Luis Saenz de Heredia, con el que tanto he querido, escribí treinta y cinco años después «El abrazo».

No son, pues, suposiciones deducidas de suposiciones ni fallos de información como el que tu tienes al escribir que en dicha carta no se indica en que lugar tuvo el pretendido abrazo.

4. LA RECONCILIACIÓN. Me lo pones muy fácil. Nunca he escrito ni he dicho que con el abrazo de José Antonio comenzase la reconciliación nacional. Quod scripsi, scripsi. Ahí está mi frase al final del párrafo de cinco lineas, en sintonía con los momentos estelares de la humanidad.

Ahí está mi artículo «¿Quien se ha reconciliado conmigo?» («La Razón», 10 de febrero de 2003)

Eso es todo, querido Sigfredo. Y, por mi, se acabó, como yo me estoy acabando. Lo demás, harina de otros costales.

Te abraza

Enrique de Aguinaga (1923)

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2 COMENTARIOS

  1. Leer a Sigfredo deberia ser materia obligatoria.cada día, para oos falangistas. Constituye un revulsivo saludable, na taquicaqrdia beneficiosa, un estruendo mental.
    Naturalmente, el tema del «abrazo» es absolutamente menor en su fondo, aunque enla forma denota , en Miguel PR, la nenerosidad y el afñanconculuatorio que ha caracterizado a losautñenticos faloangistas.
    Probablemente Sugfredo acierta al dudar de que JA subiera al estrado, en el que habia sido condenado a muerte para abazar a uno de los responsables de ello. Y seguramente también, que manuvieran una relación cordial, de letrados de antiguo tato frecuente.
    Lo peor es qu ahora, en 2014 no tenemo9s nadie a quien darle un abrazo de perdón, tras el asesinato de la NACIÓN…

  2. Que hay que leer a Hillers a mí no me cabe la menor duda. Yo, por ejemplo, he leído, entre otros, su libro Derecho-Estado-Sociadad (II) que tiene 1200 páginas; pero una cosa es eso y otra muy distinta el artículo que nos ocupa y que, bajo mi punto de vista no tiene ninguna razón Hillers. ¿No existió la carta? ¿Por que iba a mentir Saenz de Heerdia? Además a qué viene ahora, después de casi 50 años publicada, a.ponerla en duda. Que la hubiera puesto en duda en su momento cuando aún vivía quien al menos tenía una copia.

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