El expresidente del Fútbol Club Barcelona Joan Laporta ya ha anunciado en las últimas horas que quiere recuperar la poltrona futbolística, para seguir en primera línea de la política separatista en cataluña. Su aventura en la política no ha terminado como él pretendía, con el salto del Barça a la Generalitat, y se ha tenido que conformar con un puesto de concejal en representación de un grupo mixto que agrupa a la formación política independentista ERC y su propio partido, llamado Democracia Catalana. Dado que nadie le ha ofrecido integrarse en la lista única de Artur Mas, Laporta añora sus antiguas ocupaciones y ha decidido utilizar la Casa Consitorial como trampolín de vuelta al estadio de fútbol del Camp Nou. En los medios de comunicación catalanes se jalea su retorno con el argumento de que la actual junta directiva del Barça es poco catalanista o independentista, como quieran llamarlo.
Mientras espera tranquilamente a que se convoquen elecciones en el club azulgrana aprovecha el tiempo libre restante para presentar alguna que otra iniciativa municipal que compense la ausencia absoluta de pruebas documentales de su paso por el Ayuntamiento. Y nada mejor que la estatua de Blas de Lezo, recientemente inaugurada en la capital de España concretamente en la Plaza de Colón, para demostrar su inquebrantable fe separatista y su sensibilidad histórica. Considera Laporta que la coincidencia del homenaje a Blas de Lezo con el Tricentenario del fin de la Guerra de Sucesión es una ofensa intolerable para la ciudad de Barcelona. Su denuncia se basa en que Blas de Lezo participó en el cerco borbónico a Barcelona. Pero Laporta no sólo se suma a las críticas de CiU sino que pide al Ayuntamiento de Barcelona que demande al de Madrid la retirada de la estatua.
Toda una declaración de intenciones de como se las gastan los separatistas en Cataluña, ellos y la historia sino es manipulada no se llevan muy bien. La historia falsificada de estos independentistas continua.
20 de noviembre en Cartagena. 2014
Son las 06.00h. Algunas palomas empiezan a zurear en los aleros de la basílica de la Caridad. La puerta está abierta, pero 33 camaradas ( ¡qué casualidad de número!) aguardan la llegada de los últimos para saludar, brazo en alto.
Dentro, la Misa, como siempre. El sacerdote reza por José Antonio, en la homilía, en las preces, en la despedida. Y nosotros, también, por todos los Caídos por Dios y/o por España.
Salimos a la calle. Empieza, apenas perceptible, la amanecida. Unos minutos de espera, con frio y emoción. Los más jóvenes se encaraman para depositar las cinco rosas con las cintas rojo y negras donde, durante decenios estaba el mármol conmemorativo, cobarde e innecesariamente retirado .
En el portal de la basílica quedan firmes, cuatro camaradas, uno portando la bandera de España; otro con el ajado libro de José Antonio, editado por la SF en 1953 . Los demás también firmes. Y empieza, solemne a leer :”Condenado ayer a muerte , pido a Dios que si todavía no me exime de llegar a ese trance, me conserve hasta el fin la decorosa conformidad…”. Como siempre, también, el temblor se lo achacamos al frío, a la intemperie… Y uno de ,los cuatro, el más antiguo levanta el brazo y comienza el Cara al Sol, nuestro inigualable himno de amor y de muerte, de muerte propia, no de matar…
Y los “gritos de ritual” cierran el acto civico-religioso.
Enfrente, un pequeño bar que abre a esa hora para nosotros, acoge la jornada de camaradería, con los cafés, los “chinchones” y los “asiáticos” ( ese magnífico brebaje cartagenero). Y allí, tras el emotivo recuerdo al pasado, se formulan las quejas del presente y las ilusiones y esperanzas del futuro.
Siempre por España y por los españoles de hoy y de mañana.
Carlos León Roch