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El imán de Londres, Abu Hamza, condenado a cadena perpetua

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File photograph of Muslim cleric Abu Hamza al-Mazri addressing journalists at a news conference in London
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El imán radical Abu Hamza Al-Masri ha sido condenado este pasado viernes a cadena perpetua, ocho meses después de ser juzgado por cargos federales de terrorismo en Nueva York.

Abu Hamza, que tiene sólo un ojo y no posee manos, fue hallado culpable por la jueza del distrito de Manhattan Katherine Forrest de facilitar un teléfono por satélite y de aconsejar a los milicianos yemeníes que secuestraron a turistas occidentales en 1998. Según él, sólo actuó como un intermediario.

También fue condenado por enviar a dos de sus seguidores a Oregon para establecer allí un campo de entrenamiento militar y a otro a Afganistán con la misión de ayudar a Al Qaeda y a los talibán en su lucha contra Estados Unidos. El clérigo negó estas acusaciones durante su testificación en el juicio.

«Abu Hamza no ha sido condenado por sus palabras», dijo el fiscal federal Edward Kim a Forrest antes de la sentencia. «Sus crímenes tienen alcance global, llevando desde Yemen hasta Estados Unidos, pasando por Afganistán».

Abu Hamza, de 56 años y con Mustafa Kamel Mustafa como nombre real, ganó notoriedad en Londres por los discursos incendiarios que pronunciaba en la mezquita de Finsbury Park y el uso de un garfio a modo de mano derecha. Por primera vez, durante el juicio explicó que perdió sus manos en una explosión en Pakistán mientras trabajaba como ingeniero hace dos décadas, contradiciendo varios informes que apuntaban a que lo hizo luchando contra los soviéticos en Afganistán en los años 80. Antes de ser extraditado a Estados Unidos en 2012, el clérigo radical pasó ocho años en prisión en Reino Unido por incitar a la violencia.

Antes de ser condenado a cadena perpetua -a pesar de que su abogado intentó que ésta fuera reducida-, el imán afirmó al jurado que seguía manteniendo su inocencia. Pidió también a los agentes de los correccionales que trataran debidamente su invalidez y que su tiempo en prisión no constituyera una «puerta trasera hacia la tortura».

Información ofrecida por el diario El Mundo.

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