Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es
¿Puede llevar una falsa democracia o su adulteración por los partidos que dicen representarla a la esquizofrenia social? Sin duda. En estos momentos, la sociedad española está viviendo un desquiciamiento de sus equilibrios, de sus bases y creencias, por la malvada, indecorosa y destructiva conducta de la clase política a la que eligió en las urnas para que rigiera sus destinos.
Vemos cómo el bipartidismo por el que esta misma sociedad se había decantado en las diversas elecciones ha resultado un fiasco, una trampa, un fracaso de tal envergadura que se ha llevado por delante el código de valores, la ética y la moral, como bases de una sociedad sana y equilibrada. Tan claramente vergonzosa, descarada y antidemocrática ha sido la conducta de los partidos mayoritarios, protagonistas de esa alternación en el poder que han venido a generar una profunda crisis de identidad y de conciencia en la ciudadanía como para que, en su desorientación, haya quedado abierta y receptiva a viejas y estragadas soluciones, sonora y dolorosamente fracasadas en la Historia de la Humanidad; pero presentadas hoy a sus ojos con la habilidad de un nuevo discurso por parte de modernos y entrenados demagogos en la remoción de los sentimientos más primarios del individuo, envueltos en la excelsa idea de la justicia, sea esta social, penal o vindicativa.
El catatónico comunismo vuelve a ser revitalizado por nuevos apóstoles, predicadores de suaves formas y apariencias, como solución política y social para una sociedad que ha sido engañada, envilecida y empobrecida en todos los sentidos, morales y materiales, por una casta de individuos, colmo de la mediocridad y la indecencia, elegidos en las urnas.
Desde luego no es para menos. Pero lo que no es para más es que a las voces de irredentos ideólogos e indocumentados mesías sociales, aparecidos como por generación espontánea en la plaza pública, con un discurso cuyo guión es una denuncia de hechos y conductas por todos conocidos y sufridos, se produzca un seguidismo de multitudes sin que éstas se paren a analizar qué soluciones racionales proponen tales líderes iluminados como programa alternativo a lo denunciado. Tanto como para que ocurra lo que dice el vulgo cuando se pone sensato: “Salir de Guatemala para caer en Guatepeor”.
Y ¡no es para pasmarse si repasamos las conductas individuales! Uno se pregunta entonces por el concepto de moralidad y ética, no de esos líderes, ya macados, sino de los potenciales electores, de esa masa dispuesta a votarles y que les escucha en su cierta y acertada denuncia contra la casta gobernante pero cierra los ojos y los oídos a lo que los medios de comunicación cuentan de ellos con pruebas fehacientes. Tales emergentes líderes están tocados por la corrupción, por la evasión fiscal, la concesión ilegal de dineros públicos, las oscuras ayudas de estados extranjeros, no precisamente amigos de España, las irregularidades empresariales, etc., etc. Es decir que no han llegado al poder y ya han metido la mano en la caja, ya han creado su propio Patio de Monipodio. Y no se preguntan esas potenciales masas de votantes: “¿es que cuando lleguen a la gobernanza van a dejar de hacerlo?”. A no ser que piensen que repartirán entre todos el producto de su latrocinio. No como los otros. ¿A cuánto tocaremos?
No quiero tampoco entrar a preguntar a la masa votante por cuestiones más transcendentes aún que las sociales y económicas hasta aquí planteadas. Por ejemplo, lo que piensan de estos leninistas “amables” respecto a la nación a la que pertenecen: España. Y no lo hago porque de tales guías políticos conozco bien lo que piensan cuando amigan con terroristas en cuyo ideario está acabar con la vieja nación en que nacieron. Miedo me da, sin embargo, sondear a esa misma masa; porque tengo para mí que muchos de los individuos que la integran se van a encoger de hombros para responder que a ellos sólo les interesa el pan, el pesebre, que lo de la Patria y la Justicia ni les suena; como que les es indiferente.
Mientras escribo esto me llega la noticia de que en Grecia ha ganado las elecciones el par griego de Pablo Iglesias y que éste ha dicho: “Ahora va a gobernar un griego”. ¿Dirá lo mismo en la hipótesis de que él ganara en España?: “Ahora va a gobernar un español”. Quedamos a la espera. Qué dirían los hoy sus amigos terroristas y separatistas.
¡Ah!, la urna, el gran talismán. Puede tener dos estados extremos: llena o vacía. Para las próximas elecciones, visto el panorama, personalmente me inclino por el último estado: vacío absoluto.
Algún lector, llegado aquí, quizá se pregunte y me pregunte por algún otro remedio. Daré el mío para estas circunstancias, respetando la voluntad de cada cual: “Desertizar el territorio de esta democracia, sembrándole de salutífera sal que la esterilice de bacterias, larvas, gusanos y estafilococos políticos”. Ya llegará el tiempo de su regeneración, con la camisa remangada y removiendo la tierra con la azada hasta las entrañas. He aquí una noble y grandiosa tarea de todos y para todos los españoles que crean en un proyecto común.
Pedro Conde Soladana