Por Josele Sánchez
Se jacta Albert Rivera de haber impedido que antiguos falangistas formen parte de sus candidaturas electorales en Móstoles y Getafe ante lo cual un servidor se pregunta, ¿hay algo punible, delictivo o si quiera moralmente reprobable, en que una persona haya militado (o incluso que milite en la actualidad) en alguna formación falangista?
Pretende ahora, el imberbe dirigente de ese engendro político al alza llamado Ciudadanos, cogérsela con papel de fumar con tal de contentar a la opinión pública.
Es un joven tan correcto, tan moderado en su discurso, con el pelo tan bien cortado que a este viejo articulista le recuerda tanto a Adolfo Suárez pero en versión del siglo XXI.
El duque, tristemente fallecido, ha pasado a la historia de España como el gran artífice de la transición cuando en realidad se trataba (otro paralelismo más con este Albertito Rivera) en un mediocre político e intelectual, que daba buena imagen ante las cámaras y con una desmedida ambición política.
A mí nunca me ha gustado este empalagosamente modosito líder de Ciudadanos que nunca se moja del todo; puesto a escoger en ese partido prefiero, mil veces, la visceralidad de un Javier Nat que ha pasado por mil sitios (y qué, tampoco ese es nada malo, algunas veces, incluso, es más bien enriquecedor), que habla desde las vísceras, poniendo el alma en cualquier «quítame esas pajas» y todo ello, además, desde una cabeza perfectamente amueblada y un bagaje intelectual que tira de espaldas.
Pero Albertito Rivera es otra cosa: más que un candidato a presidente de Gobierno parece el yerno que toda suegra desearía tener, tan circunspecto, tan correcto, tan educado….
Personalmente, me produce nauseas. En primer lugar, porque la emergente fuerza política denominada Ciudadanos, ese invento nuevo que viene a romper con los partidos tradicionales de España, es más viejo que la única corbata que posee Juan Goytisolo (el último y flamante premio Cervantes).
Ciudadanos es la exégesis actual del viejo y fracasado CDS que para no perder ripio creó, aprisa y corriendo Adolfo Suárez después de cargarse, el solito, una Unión de Centro Democrático cuyo número de diputados casi no cabían en el viejo hemiciclo de la carrera de San Jerónimo.
Albertito Rivera pretende suavizar las formas del PP pero es más facha que el sector más recalcitrante del partido de la calle Génova. Y se ofrece a limpiar de corruptelas el putrefacto ambiente político español: por eso necesita una imagen impoluta, porque pretende presentarse ante la opinión pública como el Don Limpio de la escena electoral.
Claro que, aunque poco se divulga, la corta vida del partido de Albertito Rivera tiene mierda como para abonar unos cuantos cientos de hectáreas de cultivo del sufrido campo español.
Ciudadanos no admitirá en sus listas electorales a individuos que hubieran militado en alguna organización falangista (tal vez, el joven Rivera se siente avergonzado de su propia madre quien, en su más tierna juventud y en plena transición española, parece ser que militó en la izquierdista Falange Auténtica que por aquel entonces lideraba un melenudo y barbudo falangista llamado Pedro Conde), pero no tiene ningún empacho en presentar como candidato a la alcaldía de Dos Hermanas a Manuel Varela, un payo ex concejal del Partido Popular, presuntamente involucrado en haber transferido dinero de la cuenta del grupo municipal del PP a la suya propia.
Tampoco le ha parecido inmoral a Albertito Rivera colocar, como asesor en el Parlamento Europeo, a Jordi Cañas, ex portavoz de Ciudadanos en el Parlament de Catalunya, imputado por el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya por haber defraudado 429.000 euros a la Hacienda Pública.
Incluso mi admirado Javier Nat, jurista, politólogo y contertulio brillante donde los haya, ejerce como eurodiputado de Ciudadanos pese a haber quedado con el culo al aire cuando le descubrieron una cuenta secreta en Suiza (según él, como dicen todos, fruto de una herencia de su padre) y cuyos fondos bancarios eran administrados, curiosamente, por Fèlix Millet, el acusado de saquear las arcas el Palau de la Música de Barcelona.
Además de todas estas «anécdotas» para un partido político que se presenta como el paladín de la regeneración ética de la vida pública, Ciudadanos ha sido amonestado en 2008 y 2010 por el máximo órgano fiscalizador del Estado por «menoscabar la transparencia al presentar sus cuentas fuera de tiempo y forma».
Y si esto les parece poco les añadiré otro dato: en los años 2012 y 2013 la formación liderada por Albertito Rivera no ofreció a la Sindicatura la información requerida sobre donaciones y créditos.
Así las cosas no está este Ciudadanos en condiciones de dar lecciones de honestidad política ni si quiera a un PP y un PSOE a los que la metástasis de la corrupción los amenaza de muerte segura. Y por si algo faltaba, asistimos estos días a la indignidad y la desvergüenza con la que la emergente formación del pipiolo Rivera se ha lanzado a la caza y captura carroñera de las ratas que escapan del hundimiento de la UPyD de la pobre Rosa Díez.
Vamos, que cualquiera puede figurar en las listas de Ciudadanos ya sea defraudador de impuestos, evasor fiscal, ladrón de arcas municipales o tránsfuga político. Creo que el código ético de Albertito Rivera no impide la entrada en sus candidaturas de asesinos convictos, pederastas ni violadores.
Eso sí, no pueden figurar bajo la marca de Ciudadanos nadie que, en algún momento de su vida, haya tenido alguna relación con la Falange. Como dicen en mi pueblo, lo del Torquemada Albertito Rivera y su partido Ciudadanos es como «para mear y no echar gota».
Artículo de Josele Sánchez publicado en Periodista Digital.
Josele, razón no te falta. Pero permiteme añadir que si alguien es respetable en ese partido es CAñas. Sabemos que él no es el imputado directo por ese fraude…si no su ex-cuñado. Esto fue cinco años antes de meterse en política. Lo de los falangistas a mi me parece bien. Quizá es culpa mia. Te cuento: Cuando les hice parte del programa con relación a la derogación de la ley /04 de indemnizaciones por seguros, ellos se comprometieron a sacarlo en su programa. Y lo hicieron siendo una propuesta anti financista y en rigor, enlazada con los postulados de Narciso Perales. Acto seguido, Albert me preguntó porqué no me afiliaba: La respuesta fue rápida.» Albert, yo soy falangista. No creo en la constitución esa…y es la misma que os va a matar a disgustos» Se descojonó…y habrá tomado nota. Sencillamente no quiere manchar a los que prefieren traicionar a sus ideales ausentandose de nuestras organizaciones buscando política como éxito. Le halago el gesto. Nos hace un favor.