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EL ORGULLO DE SER ESPAÑOLES

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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es

Hugh Thomas, a quien se ha llamado “príncipe de los hispanistas ingleses”; con el título Lord y en posesión también de la Gran Cruz de Isabel la Católica y de la Orden del Águila Azteca, ha dicho: “A los niños españoles les deberían enseñar la historia de su gran imperio desde bien pequeñitos”.

Doloroso, casi vergonzoso, que tenga que ser un caballero inglés quien sustituya con su admiración y alabanza el orgullo que nos falta a los españoles por nuestra propia Historia.

Cuánta distancia va desde ese desconocimiento y desgana de lo propio, desde esa vergonzosa ignorancia de nuestro glorioso pasado, a la de aquel español, crisol de virtudes hispánicas, que un día dejó escrito: “Ser español es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo”.

¿Es España, con tan ingente y aguerrido pasado, la única nación en el mundo cuyo pueblo sea el que menos sepa de su propia Historia? Desde luego, hoy, los evidentes resultados culturales y educativos de una gran mayoría de españoles podrían confirmar un sí como respuesta. Hagámonos otra pregunta: ¿Cuántas naciones y pueblos de Europa que tuvieran la grandiosa Historia de España se resistirían a estudiarla y conocerla con verdadera pasión?

No puede ni debe servir de excusa propia de progres, eruditos “a la violeta”, con añejo tufo marxista internacionalista, decir que es una visión patriotera del pasado nacional. Naturalmente que el estudio de la Historia ha de ser crítico, muy crítico, hasta el extremo de sentirla en el alma con el fondo de aquella expresión de:”Amamos a España porque no nos gusta”. Es decir, querer siempre a la Patria con el sentido de perfección y con el dolor de un cuchillo que cortara aquella parte de nuestro ser que fuera imperfecta. Los hechos de la Historia, como producto de la acción y de la conducta humana, no todos son irreprochables ni dignos de encomio; muy al contrario, algunos fueron nefandos. De éstos, quienes somos y nos sentimos herederos, tenemos que ser los primeros, sin que ningún extraño nos gane por la mano, en reconocer la vileza del acto cometido. Porque, si nunca es más grande el hombre que cuando está de rodillas para pedir perdón por su pecado, tampoco quedarán menos ennoblecidos el resto de sus actos justos con el reconocimiento de aquél.

Si hay algo que debe merecer nuestro desprecio es el patrioterismo que nada tiene que ver con el patriotismo crítico. Porque otros pueblos tendrán que hinchar su Historia para querer mostrarla grande y digna; mas, nosotros que tanta huella universal hemos dejado alrededor del mapa terráqueo, bien podemos reconocer los errores cometidos por los muchos aciertos, hazañas y glorias que están plasmados con nombres y apellidos hispanos en las tierras y mares de la geografía universal.

A tamaños vicios les corresponden más grandes virtudes.

Dice, en otro pasaje, Hugh Thomas: “Me asombra que los escolares no sepan de Cortés…de Pizarro, González de Quesada, Soto, Cabeza de Vaca y Valdivia  (que) deberían estar en panteón al igual que don Hernando.

La Historia de España no empezó ayer. Son dos mil y pico años en los que como vencedores o vencidos fuimos escribiendo con el cálamo y la espada páginas imborrables para el futuro.

Aquella simbiosis de iberos y celtas, los celtíberos, comenzó a forjar su personalidad recia, señera y transcendente al contacto con los primeros pueblos sucesivamente invasores de la Península Ibérica. Pueblos que fueron dejando la huella de sus avances técnicos y culturales, de sus organizaciones políticas, de sus códigos y leyes, de sus creencias…que se plasmaron en las iniciales páginas de una Historia propia capaz de transcender siglos después a la Historia Universal.

Fenicios, griegos, cartagineses, romanos, godos, árabes, están en los componentes primigenios de una raza que posteriormente, en un día de alumbramiento, cruzó los océanos desconocidos para, con los habitantes de allende los mares, formar otra raza, la hispanoindia con la posterior aportación africana, a la que el mejicano Vasconcelos denominó la “raza cósmica”.

Qué esta haya sido una deslumbrante realidad desconocida hoy, si no despreciada, por los descendientes de aquellos protagonistas de tan magna y extensa Historia, es para llorar de rabia. Es como para levantar los brazos al cielo y clamar a Dios por un ejemplar castigo contra necios, mal nacidos y desagradecidos o como el que correspondería a un pueblo de renegados apátridas.

            Pedro Conde Soladana

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4 COMENTARIOS

  1. ¡Magnífico artículo el de Pedro Conde! El desconocimiento, la indiferencia, la ausencia en el horizonte de un proyecto acorde con lo que fue y lo que debe representar España, es una herida abierta que nos escuece, nos duele y nos debe dar punzadas cada día, hasta que esta patria nuestra encuentre el valor suficiente para levantar la cabeza; sin soberbia, pero con orgullo.

  2. Gracias, José Ignacio Moreno Gómez, quiero estar a tu altura intelectual. Lo seguiré intentando.
    Un abrazo y un ¡ARRIBA ESPAÑA!

  3. En otro orden de cosas.
    Querido director, Jorge Perales, sobre ese joven que encabeza con su foto el artículo y al fondo JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA, ¡qué orgullo para mí!, han pasado ya varios años. Ya quisiera el tal firmante del artículo tener hoy esa imagen. Sería eviterno y eso es imposible en un ser humano.
    Tú me viste hace unos tres años. ¿A que no estoy igual?
    No obstante, gracias y un abrazo, don Jorge.

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