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Por Jon Juaristi

Tras la famosa bronca con Millán Astray en la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, Unamuno fue rápidamente evacuado hacia su domicilio por la señora de Franco, que, en teoría, lo habría librado así de ser linchado por los enfurecidos falangistas que asistieron al acto académico de exaltación de la Hispanidad. Siempre desconfié de esta leyenda. Desde esa fecha hasta su muerte, mes y medio después, y a despecho de la vigilancia policial que los militares le habían impuesto, el escritor vasco no dejó de ser acompañado y protegido por admiradores falangistas. Su entierro, el día de año nuevo de 1937, se convirtió en un homenaje de Falange a su memoria. Porque Falange Española adoptó amorosamente a Unamuno. En mi biografía de don Miguel (Taurus/Fundación Juan March, 2012), aduje que, en la fotografía tomada a la salida del paraninfo, el anciano rector aparece rodeado de jóvenes falangistas que cantan o gritan consignas brazo en alto, pero no lo acosan ni intimidan. Más bien parecen darle escolta. ¿De quién o quiénes lo protegen? Obviamente, del general Millán Astray y de sus legionarios.

En su recientísimo libro –Historias de falangistas del sur de España. Una teoría sobre vasos comunicantes (Renacimiento, 2015)–, Alfonso Lazo Díaz observa exactamente lo mismo en la fotografía de marras. Diputado socialista desde 1977 a 1996, Lazo volvió a sus tareas en la Universidad de Sevilla como profesor e investigador. En 2008 desaconsejó públicamente el voto al PSOE, después de haber denunciado a lo largo de la primera legislatura de Rodríguez Zapatero la demencial deriva de la Memoria Histórica. Lazo ha sido un maestro de historiadores y un gran especialista en la España Contemporánea, pero cuando fui su alumno en la vieja Fábrica de Tabaco, hace casi medio siglo, enseñaba Historia Universal (Edad Antigua). Y era un magnífico profesor. El primero al que me atreví a abordar (junto a un condiscípulo asimismo bisoño: el hoy periodista Victorino Ruiz de Azúa), pidiéndole consejo bibliográfico. No es la primera vez que me refiero a la fascinación que ejerció en nosotros ni a lo que creo deberle de mi inclinación a la Historia.

Pues bien, Lazo vuelve sobre algo que ya había sostenido en trabajos anteriores: el carácter revolucionario del fascismo, lo que explica, a su juicio, el trasvase de numerosos militantes falangistas andaluces, cuyas trayectorias personales describe en este su último libro, a la oposición comunista al franquismo. Ahora bien, el comunismo tuvo detrás una escolástica pesadísima. El fascismo (y el falangismo) sólo una retórica confusa y romántica. Pero esa retórica falangista, como Lazo indica, alimentó la del joven Fidel Castro, las de un buen número de cuadros peronistas de primera hora y la del sandinista Pablo Antonio Cuadra (otro revolucionario nicaragüense, el jesuita Ernesto Cardenal, fue también durante su juventud un devoto de José Antonio Primo de Rivera, cosa archisabida desde que Carlos Barral lo contara en sus memorias). De modo que los nacionalismos revolucionarios latinoamericanos de mediados del pasado siglo fueron deudores de las «doctrinas» de Falange antes de que desde la Habana se promoviese el marxismo leninismo. El hundimiento de la Unión Soviética forzó al castrismo a regresar a su punto de partida, y toda la izquierda de obediencia cubana en América Latina volvió a descubrir la murga demagógica y cursi de los fascismos y de sus revoluciones pendientes. Si los chicos de Podemos estudiaran Historia (de la buena, de la de Alfonso Lazo) sabrían de la genealogía azul mahón de su ideología, pero les pone más drogarse con Juego de Tronos. Allá ellos.

Artículo de Jon Juaristi publicado en el diario ABC.

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4 COMENTARIOS

  1. Observo que Jon Juaristi en este trabajo hace una distinción entre fascismo y falangismo poniendo a éste entre paréntesis con respecto a aquél; pero no es suficiente.
    Fascismo y falangismo que al nacer éste presentaba muchas identidades con aquél, sobre todo en las formas, fueron divergiendo hasta llegar al final, incompleto, del falangismo con una distancia tal como para que fuera el mismo José Antonio quien lo definiera con palabras expresas, comparando al Estado Fascista y su corporativismo con un buñuelo al viento, más o menos. Todo ello fruto de la madurez intelectual y estudio de las diversas doctrinas por parte del Fundador de la Falange, que buscaba la verdad y la justicia allí donde estuvieren. La honradez y la coherencia del personaje lo avalan.
    Pero esto exige algo mucho más profundo y largo que este simple comentario.
    No obstante, vaya nuestro agradecimiento a Jon Juaristi por la invitación general que hace a leer la doctrina de la Falange. La que hace a “PODEMOS” me parece inútil porque el sectarismo comunista no le permitirá apearse de su propio dogmatismo.

  2. No son precisamente piropos los que lanza Jon Juaristi a la Falange. Distingue, eso sí, lo que representaban los falangistas en la España del 36, que no eran-al menos los auténticos y anteriores al aluvión derechista- los representantes de esa ultraderecha furibunda y lacaya de cualquier espadón, por muchas virtudes militares que éste tuviera.
    Jon Juaristi entiende que en la Falange había una actitud (al menos una primera intención) sinceramente revolucionaria, que hizo fácil, como sigue después, el trasvase hacia la militancia comunista de muchos de esos militantes falangistas. No obstante, habría que estudiar minuciosamente esos casos, para comprobar si dichos militantes habían llegado, en su etapa previa, a empaparse de lo que era la Falange.
    A continuación, compara la “pesadez escolástica” del comunismo soviético con la, al parecer, liviana, confusa y romántica retórica de la Falange de José Antonio y señala como diversos revolucionarios hispanoamericanos seguían sus “doctrinas” (el entrecomillado es de Juaristi) en un principio. Tras el hundimiento de la Unión Soviética, dice, han vuelto a “la murga demagógica y cursi de los fascismos”; es decir a las revoluciones pendientes de los de la camisa azul mahón.
    Se trata, bajo mi punto de vista, de una nueva utilización del nombre de la Falange, por parte de la derecha: descalificar a Podemos comparándolo con un movimiento al que asocian con términos tales como fascismo, populismo, romanticismo, utopía…
    Lo cierto es, y ya es algo, que se vuelve a hablar de una Falange distinta a la caricatura mamporrera con que ya la habían descalificado anteriormente ( y a la que tanta afición le tienen algunos que se dicen falangistas), y más que se hablará próximamente. Pero, no nos engañemos: el sistema no admite que existan alternativas y sus sacerdotes, ni nos van a ofrecer preces ni nos van a rendir ningún tipo de culto. Sólo nos quedará nuestro propio esfuerzo y trabajo intelectual para que, al menos, no nos entrecomillen la doctrina.

  3. José Ignacio:
    Exactas tus apreciaciones; más extensas que las mías; pero con que haya más gente que lea a José Antonio, me conformo. Quizá otros lleguen a conclusiones más profundas que las de Jon Juaristi, como les ocurrió e hicieron otros intelectuales del pasado.

  4. Como catalán independentista, le tengo una profunda admiración a José Antonio Primo de Rivera. Probablemente la única persona que entendió Cataluña como eran Cataluña y España en esa época. En efecto, sería mucho más identificable la actitud de los Falangistas que hacían de escorta a Unamuno como Falangista-que no lo que hacían los legionarios.

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