Hace ahora doce meses empezaron a sonar los teléfonos de la oficina con el runrún. Era un runrún inocente, tranquilo y gestionable. Todos preguntaban por lo mismo: «¿Esto de Podemos va en serio?».
LM / La respuesta era sencilla: «No os preocupéis, lo único que va en serio es la recuperación económica. El capital está volviendo a entrar en nuestra economía y los mercados (los de la economía real, no los financieros) seguirán creciendo. Cuando haya que votar de verdad la gente medirá más su voto y estos de We can volverán a su universidad a divagar sobre Mao». Entonces, el inversor colgaba la línea, tranquilamente, y su interés por invertir en España quedaba intacto. Impoluto.
Este lunes postelectoral han vuelto a sonar los teléfonos. Y hoy la misma excusa ya no vale. Hoy ya no hace gracia porque, además, las preguntas son más precisas, porque hoy el miedo es otro, porque hoy es pánico, pánico a que haya sido el votante de derechas el que se quedó en casa, pánico a que el votante de izquierdas se haya terminado de creer que votar a Podemos fuera un «voto útil». Y ahora ya sabe que lo es. Claro que lo sabe. Y en las Generales puede salir con orgullo a votarles.
Hay nervios y todos quieren cerrar las operaciones antes de que finalice el periodo de pactos. Antes de que la Sra. Carmena y la Sra. Colau entren en posesión se quieren cerrar todas las inversiones. Porque, después, el panorama pinta negro. Pinta, como comentaba hoy un inversor norteamericano, «negro color petróleo de Venezuela».
A Pablo Iglesias sólo le restan unos meses para que, enfundado en un chándal de Alcampo, recorra el corazón financiero madrileño al grito de «exprópiese». Eso lo sabe hasta el más despistado de los inversores japoneses, que siguen confiando de manera inocente en que Colau cumplirá las obligaciones del Consistorio barcelonés (como si, pese a las advertencias vertidas por ella misma, no fuera a retrasar los pagos o a impagar directamente a Agbar, por ejemplo).
El guión ahora debe ser más creíble si queremos seguir atrayendo capital en los meses que restan hasta las Generales. Se rumorea hoy que Goldman Sachs y UBS ya están preparando sendos informes alertando del riesgo país (y si no son estos dos, tengan por seguro que serán otros). Informes que, esta vez, no medirán sus palabras contra Podemos. Informes que ya convertirán el runrún actual en gritos de miedo. Después será el turno de Standard & Poor’s -todo, según se comenta hoy- quien pondrá bajo perspectiva negativa el rating del bono español. Y no habrá lluvia de euros provocada por Draghi que cure una prima de riesgo al alza causada por estos acontecimientos.
En ese momento, hasta los inversores más conservadores, aquéllos que mutualizan y diversifican sus inversiones a través de SOCIMIs de perfil prudente o de aseguradoras tradicionales, empezarán a mirar a España con otros ojos. Conscientes son de que, con el régimen de asalto tributario orquestado por Montoro, el futuro Ministerio de Hacienda liderado por Pablo Iglesias va a dominar el arte del atraco fiscal. Va a sentar cátedra.
Por ello, hoy las conversaciones con los inversores que quieren montar empresas en España, comprarlas, expandir la capacidad productiva de las mismas, con los inversores que quieren crear empleo en España, ésas conversaciones, hoy, no eran tan tranquilas… Hoy eran conversaciones con ruido de cuchillos volando de fondo. Con nostalgia. Casi con la tristeza que compartía el domingo Esperanza Aguirre en la sala de prensa. «Ahora Madrid, Mañana Caracas», circula, de manera jocosa, por más de una oficina de la city londinense.
Al Partido Popular le restan menos de nueve meses para revertir la situación política en la que el hambre fiscal de Montoro nos ha sumergido. Ojalá los utilice para, mientras Colau se entretiene nacionalizando el agua y okupando propiedades privadas de manera salvaje; mientras Manuela se entretiene convirtiendo el Club de Campo en una granja-escuela, espero que el PP trabaje duro para evitar una avalancha bolivariana.
Conste que todos los inversores son conocedores del antiliberalismo mostrado por Mariano y sus acólitos, pero, ahora mismo, prefieren mil y una veces antes a Montoro y a los sorayos antes que a los venezolanos. El teléfono sigue sonando, y nos estamos empezando a quedar sin respuestas inteligentes.