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Un voto por la esperanza: Si fuese ciezano, votaría falangista

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Por Josele Sánchez para elmunicipio.es

Recién iniciada la campaña electoral, por mucha primavera que sea, decido retirarme a mis cuarteles de invierno y es que, a mis cincuenta y un tacos, estoy ya lo suficientemente asqueado como para desconectar el televisor, apagar la radio, no leer los diarios e intentar encontrar un lugar en este país (que antaño fue un imperio), donde no ver, no escuchar y no leer nada relacionado con la campaña electoral.

No se trata de una decisión caprichosa sino de prescripción facultativa. Debe ser que mi esófago se altera de manera especial con las imágenes y las voces de los sinvergüenzas de turno, llámense Rajoy, Cospedal, Aguirre, Sánchez, Gabilondo o Carmona, da igual el partido al que pertenezcan: me produce tal acidez de estómago que termino con vómitos de los que les ahorro detalles por aquello de que no resulta fino ni educado ser escatológico.

No es que no crea ya en los políticos, es que, si de mi dependiera, los pondría a todos en fila india y me liaría a guantazos con todos ellos. Porque han saqueado España. Porque han vendido su soberanía. Porque han arruinado a los españoles. Porque nos han estafado delante de nuestras propias narices. Porque han convertido el país del mundo, con el que más generosa fue la madre naturaleza, en algo así como un “sálvese quién pueda”, “liquidación por cierre de negocio”, “cerrado por defunción” o “maricón el último”.

España es un estado en quiebra.

Teníamos el mejor sistema sanitario público del mundo (que, por cierto, no lo inventaron ni los populares, ni los socialistas) y se lo han cargado.

Teníamos un sistema educativo público y lo han destrozado de tal manera que tardaremos generaciones en volver a tener un país de gente culta.

Teníamos los universitarios mejor formados de toda la historia de España y los han expulsado a limpiar la mierda de los alemanes.

Teníamos un sistema judicial, que mal que bien funcionaba (más mal que bien) y en el que el acceso a la justicia, al menos, era gratuito y también lo han dilapidado con jueces cobardes, fiscales correveidiles del poder establecido y un tribunal constitucional que es (y perdonen la expresión) una auténtica casa de putas.

Españoles sin trabajo, colas a las puertas de los comedores sociales, miles y miles y miles de compatriotas desahuciados de sus viviendas, carencia de esperanza, falta de techo, privación de pan y penuria de futuro.

Ya no creo nada que venga de ninguno de los partidos del sistema: ni del PP, ni del PSOE, ni de la UPyD, ni siquiera  de una Izquierda Unida a la que he apoyado en anteriores comicios electorales. Tampoco tengo esperanza alguna en ese nuevo engendro político llamado Ciudadanos y que viene a ser una versión del siglo XXI, más light y amariconada, del tristemente desaparecido CDS.

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¿Y qué opina usted de Podemos?, se preguntarán.

Podemos se me está quedando “bastante a la derecha”. Pablo Iglesias supo recoger el desencanto de millones de españoles ante una situación nacional a punto de estallar. Y fue legítimo. Yo mismo me he dejado seducir por esta nueva alternativa que se enfrentaba con “la casta” dispuesta a entrar a saco en las instituciones para acabar con la corrupción e imponer la decencia. Pero conforme Podemos ha ido adquiriendo protagonismo, su mensaje se ha ido moderando tanto que, aquellos a quienes acusaban de bolivarianos, ahora se presentan casi como socioaldemocrátas.

Prefería mil veces a ese tipo de la coleta arengando a las masas con su discurso revolucionario que a este otro que adopta poses de hombre de estado y comienza a rebajar la radicalidad de su mensaje.

Porque Pablo Iglesias tenía razón: “el cielo sólo puede tomarse por asalto”.

Ya ven, no sólo son los perroflautas quienes no creen en el sistema. Yo tampoco.

Esta España mediocre y alicorta habría que derribarla entera para reconstruirla de nuevo, desde abajo hacia arriba, desde los barrios hasta los ayuntamientos, desde los ayuntamientos hasta el gobierno central (no he olvidado diputaciones y comunidades autónomas esas, directamente, habría que suprimirlas).

Pero a mi me ha pillado ya mayor para estos menesteres (que considero obligaciones para cualquier patriota). Estoy muy cansado después de toda una vida liándome a bofetada limpia con la injusticia, defendiendo contracorriente la moral y los valores que distinguen a los seres humanos de los animales, cantándole las verdades al lucero del alba, siendo para la maquinaria del poder un periodista políticamente incorrecto, no sometiéndome a los dictados de editores y propietarios de los grupos mediáticos.

Este viejo trotamundos tiene el cuerpo lleno de heridas, una colección de enemigos en la mochila y la mesa del escritorio repleta de querellas criminales que, afortunadamente, jamás perdí en los tribunales. Pero ya no tengo fuerzas para seguir batallando.

Y en estas me entero que Falange Auténtica vuelve a presentar una única candidatura municipal en toda España: la de Antonio Ortega al ayuntamiento de Cieza. ¿Será verdad aquello de que son “inasequibles al desaliento”, es que estos tíos no se cansan? –me pregunto- ¿Con qué moral vuelven los falangistas, una vez más, a intentar entrar en el ayuntamiento después de que el pueblo de Cieza, elección tras elección, les haya dado la espalda? La Respuesta está en la firmeza de sus ideales que permanecen invariables desde hace más de treinta años.

Falange Auténtica, en Cieza, todo el mundo sabe quiénes son y de qué palo van. No han de demostrar sus convicciones democráticas ni necesitan diferenciarse del francofalagismo zafio y casposo que aún pulula por diversas zonas de España. Todo el pueblo de Cieza conoce a Antonio Ortega, y conoce a un Eduardo López Pascual que lleva toda una vida defendiendo los mismos principios y valores, unos principios y valores que están mucho más a la izquierda que los del Partido Comunista de España.

Por eso, si yo fuera ciezano, estas municipales votaría a la candidatura de Falange Auténtica. Porque lo merecen. Porque mientras el pueblo ha visto pasar, corporación tras corporación, políticos profesionales, enchufismos y corruptelas, Falange Auténtica en Cieza se ha mantenido indemne; la ideología creada por José Antonio Primo de Rivera sigue albergando otra concepción de la política donde el hombre debe de ser el eje del sistema y donde el capital sólo sea una herramienta al servicio del hombre. La defensa del derecho del trabajador a acceder a la propiedad de los medios de producción, la defensa del fomento de empresas cooperativas, el enfrentamiento frontal al corrupto neoliberalismo, a su sistema bancario, a sus sistema energético, a la canibalización del hombre por el hombre.

Sí, sé que suena muy utópico todo esto pero ¡que narices!, ha llegado el tiempo de las utopías.

Ya ven, yo que ya soy como el apóstol Tomás (que no creo si no es metiendo mi mano en el costado y tocando con mis dedos las yagas), si fuera ciezano acudiría en las próximas elecciones municipales y votaría a la candidatura de Falange Auténtica que encabeza mi amigo Antonio Ortega. Acudiría a votar a Falange Auténtica aunque tuviese que hacerlo tapándome la nariz y evitando las nauseas que produce un sistema electoral devaluado en su credibilidad y que además es injusto.

Votaría  a la candidatura municipal de Falange Auténtica por algo tan simple como creer absolutamente en la honestidad de su candidato a la alcaldía.

No, no me dejo llevar por sentimientos personales, no es la amistad la que condiciona mi predisposición política. Todo lo contrario.

Ocurre que, conociendo como conozco a Antonio Ortega, sé que representa todo lo contrario a los políticos al uso que tanto desprecio, sé que defenderá a Cieza y a los ciezanos con uñas y dientes.

Y no es populismo barato. Es que a algunos, cada vez quedamos menos, nos han parido así.

Armando Ortega está hecho de esa pasta de la que se hicieron los grandes hombres de España.

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