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DECIR LO QUE SOMOS

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Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es

Hay quienes desde dentro de la misma Falange, se pronuncian como detractores del nacional sindicalismo, negando su virtualidad, su posibilidad, en esta sociedad de libre mercado. Y creo que al respecto, faltan economistas en nuestras filas que definan claramente cuáles son los aspectos que actualmente, contando con las dificultades y obstáculos que se puedan encontrar, podríamos ofrecer cono alternativa económica en este mundo globalizado. No sé si habrá algún estudio que ponga negro sobre blanco, las bases por las que creo  son perfectamente factibles las normas económicas del nacional sindicalismo, que, no olvidemos, tienen un carácter nada burgués, aunque ahora, por unos, se clasifique de utopía, y por otros, de revolucionaria. Creo que el nacional sindicalismo es serenamente revolucionario, tal como diría José Luis L. Aranguren, porque se trata de dar al pueblo español, la opción de un sistema inédito en las relaciones Capital–Trabajo.

Sin ningún título para ni intentar la dogmática en estas reflexiones, no soy economista, aunque sí apasionado falangista, honestamente pienso que el nacional sindicalismo, sí tiene la ocasión de consolidar, de forma paulatina y democrática -nada fuera de la democracia-, a través de una legislación propia; por ejemplo, de estas dos o tres primeras actuaciones. Una inicial medida nacional sindicalista, será la de pedir voluntariamente, y dando algunas concesiones para promover y facilitar el intento,  que todos los autónomos de uno a tres empleados, se conviertan en empresas sociales, en las que los empleados pasaría a ser propietarios. Al autónomo afectado, se le compensaría con precio justo el valor de la empresa por medio de créditos concedidos.

Otra ley, norma o regla de obligado cumplimiento, para los que la acepten, en principio, será la transformación de los talleres y establecimientos de tres a diez empleados, en empresas cooperativas o sindicales, pasando igualmente los trabajadores a régimen de propiedad, abonando al empresario, el capital justo, mediante pagos directamente procurados en créditos que no superaran el 2%, por un banco sindical creado al efecto.

Y, por supuesto, una vez conseguido el Gobierno de la nación -ya se vería el de las autonomías regionales-, trasladar por ley la representatividad de los sindicatos vigentes a los Sindicatos de Empresa, ahora constituidos, según el modelo nacional sindicalista, y que estos tuvieran la facultad plena de defender los intereses concretos de los trabajadores, en sus respectivas especialidades, desde el peón al técnico o ingeniero. Más tarde se estudiaría la viabilidad de su acceso a la propiedad de las empresas.

Varias de estas proposiciones las hacía hace ya unos años, aunque por cierto sin demasiado éxito, en un libro escrito bajo el título de “Falange, una mirada al futuro”, en el que modestamente, y puesto que notaba una  ausencia casi absoluta de estudios sobre el particular, me atreví a escribir, sin mucha esperanza porque conocía el patio, pero que pienso que aunque fuera por curiosidad, se debería de conocer. Naturalmente, no estaré descubriendo nada, pero sería un buen paso el abrir un debate o por lo menos, que alguno de nuestros economistas, licenciados en empresariales, o técnicos comerciales entre otros, que los hay, se empeñen en ofrecernos una respuesta a estas reflexiones que, sin duda, no son nada especificas, pero que pueden mostrar como el Nacional sindicalismo tiene su oportunidad. Cuando vemos algunas propuestas en partidos llamados emergentes, pero con recetas viejas, se toman con naturalidad o cuando menos con cierra pasividad sino complacencia por muchos ciudadanos, no entiendo porque nosotros los falangistas, no salimos a la calle a decir alto y claro lo que somos y lo que queremos hacer en materia económica. Yo digo: menos palabrería y más hechos.

Si estas anotaciones que hago, no son aceptables; interesa saber que propuestas nacen en el seno de Falange; es preciso saber que dicen nuestros responsables asesorados por nuestros economistas, si es que los hay, y sobre todo, si es que proponen fórmulas nacionales sindicalistas. Yo no veo peligro alguno en exponer nuestras bases económicas, a no ser que no las tengamos. Después de las promesas de los populistas, nada nos debe de reprimir.

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4 COMENTARIOS

  1. ¡Estamos en deuda con Eduardo López Pascual por tantas obras suyas! Confieso que, a mí, su poesía, a veces, me conmueve, a veces me inquieta; pero nunca me deja indiferente. En cuanto a su “Falange: una mirada al futuro”, me parece un libro para ser reflexionado. Da numerosas pistas sobre muchos de los asuntos pendientes en que tenemos que meditar los que quisiéramos contribuir a dar solidez a la actualización (pasar de la potencia al acto) del pensamiento de José Antonio. Afirma Eduardo en la página 70 de dicho libro que la Falange no tiene, por ahora, un mensaje concreto de alternativa económica. Coincido con él: la economía, hoy día, es un tema tan complejo como importante. Desde el año 1936 hasta nuestros días, figuras como Keynes, los neokeynesianos, la escuela austriaca y los neoliberales; las políticas monetarias, el euro…no han desfilado ante nosotros en balde. Habrá que discernir lo que fue mera receta de lo que es objetivo irrenunciable. Esto último será, sigue siendo, desmontar un sistema que, como ha dicho el Papa Francisco, mata.
    Hoy nos hacen falta muchos estudiosos de la Economía. Y esta es la segunda tarea fundamental a acometer por los seguidores de José Antonio : la tarea intelectual, profunda, rigurosa y comprometida. La primera, qué duda cabe, hoy, como ayer, como siempre, ha de ser una exigente y alta tarea moral. Desde ese Nacionalsindicalismo por venir, que habrá que concretar, perfilar y programar, un abrazo, ¡Camarada!

  2. Eduardo: estoy totalmente de acuerdo contigo en que es absolutamente necesario un desarrollo doctrinal actualizado que se plasme en determinadas concreciones como es el campo de la economía, así como en muchos otros ámbitos sociales y políticos. Siento decirte, por el contrario, y bajo mi punto de vista, que pretender comenzar la sindicación de las empresas por los autónomos y las pymes supone cercenar ese margen de libertad personal y familiar para las pequeñas iniciativas. Ese margen de libertad, de participación tanto en la propiedad como en la gestión, esa posibilidad de empeño e iniciativa, hay que dársela en primer lugar y sobretodo a los trabajadores de las grandes y estratégicas empresas, para que dejen de ser esos instrumentos anónimos que se limitan a vender su fuerza de trabajo al capitalismo. Pero, ¡ay amigo! ¿quien le pone el cascabel al gato? Con todo el respeto tengo que decirte que eso no es posible por métodos democráticos, y además tu lo sabes. Aún así, por supuesto que adelante con todo tipo de estudios teóricos que desarrollen nuestra doctrina. Un abrazo y saludo a nuestro estilo.

  3. Verás, Lus, -un saludo- que respecto a los talleres y autónomos hablaba de un periodo voluntario primero y luego, dictar normas que ayudaran a su universalización. Respeto a las grandes empresas, mediante consultas o referendum, se podría llegar a esa situación de Sindicatos de empresas. Pero bueno, por eso decía que si tenemos economistas y licenciados en administración, que estudian las formas precisas para su puesta en práctica. Superar y desmontar el capitalismo, es una tarea moral. (JA) Y el Papa, habla en esa dirección.

  4. Como siempre olvido algo en mis comentarios, debo de decir que nadie tiene deuda conmigo, eso es una halago que me hace José Ignacio. Solo decxir, que no me conformo con lo que hacemos, y por eso alzo mi grito revolucionario, según decía el maestro Aranguren. Voluntad sin pausa pero sin prisas por transformar esta sociedad que no nos gusta.

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