Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
Con verdadero interés he leído el largo artículo de un casi paisano mío como es Adriano Gómez Molina, un abaranero ( de Abarán, Murcia), de pro- como se decía antes-, y que demuestra la gran ilustración y no convicción, que tiene sobre el fundador de Falange Española José Antonio Primo de Rivera, ya que desde joven ocupó puestos muy significativos en el organigrama de la Secretaría Nacional del Movimiento, en donde una de sus responsabilidades más significativas fue nada menos que la de Director de la Academia Nacional de Mandos del Frente de Juventudes, de la que salían los conocidos Instructores elementales y titulados en profesores de FEN y Educación Física. Eran, por decirlo de alguna forma, los llamados a impartir a las futuras generaciones las esencias de lo joseantoniano. Y reitero de lo la no convicción, porque desde los años de la transición, nunca lo he visto involucrado en ninguna ventana falangista, ni en FE de las JONS auspiciada por Fernández Cuesta, ni en la Auténtica de Narciso Perales, ni mucho menos en las distintas formaciones en que se desmembraron las dos. Tampoco noté su presencia activa en grupos más o menos “semiclandestinos”, que los había, o en los Círculos José Antonio, de Diego Márquez, el FENAL, de Hedilla y otras aventuras azules con más o menos recorrido.
Pero Adriano Gómez Molina, es un gran estudioso de la teoría y praxis Joséantoniana, falangista, y veo en su escrito una notable contribución a nuestra realidad, y al que yo trato aquí de analizar en una primera valoración muy personal, y subjetiva, aunque no creo que tenga demasiada importancia, pues creo que él anda por otras latitudes políticas. Fue como la historia de muchos otros que tras la aprobación de la Ley de Reforma, desaparecieron por el foro, sin dar explicaciones ni señal de su paso por la entretelas del Régimen que fenecía, en evocación joseantoniana, “como una cascara vacía”, y que llevó al más discreto silencio a quienes hallaron favor en las nuevas emergencias políticas, AP, UCD, PP o, claro PSOE o PCE de entonces. Adriano Gómez Molina, autor también de un par de libros, o más, sobre los textos del Fundador de Falange Española, se desvaneció de las inquietudes falangistas para buscar otros horizontes, algunos bastante alejados de su primitiva exigencia política. Pero bien, todo esto que sirve solo para ofrecer la valía personal e intelectual del firmante de ese escrito en la revista El Catoblepas, que por cierto, creo que dirige un marxista, o filomarxista, y eso le honra, que nos habla de las coincidencias de José Antonio, es decir de partes muy importantes de su ideario político, con las tesis de Carlos Marx a través del estudio que el filósofo español J. Sacristán, (que procedía del primer falangismo), nos revela en un trabajo serio y riguroso que nos demuestra como decía, su conocimiento de la doctrina falangista, evocando así una comprensión de la izquierda marxista en España, que le arrastraba casi inevitablemente hacia una calificación implícita de izquierdas a su fórmula política. De ahí, las incorporaciones de individualidades muy escorados a ese mundo, como fueron los Matorrás, los Mateo, los Rivas, etc.
Gómez Molina, incide en algunas de las premisas nacional sindicalistas más clarificadoras de su doctrina, como es por una parte el reconocimiento que José Antonio hace de las previsiones marxistas, dando razón a las afirmaciones del autor de El Capital, en su diagnóstico social y económico, del que quizá, solo le aleja la interpretación materialista de la historia. “” Si la revolución socialista no fuera otra cosa….” (2-2-36). Así las continuas referencias de José Antonio a las críticas de Marx sobre el capitalismo – que Adriano contabiliza muy bien en su escrito-, no hace sino justificar básicamente las similitudes de la Falange con las exigencias marxistas, algo que puede sonar muy mal en los oídos de los más conspicuos conservadores azules. Una realidad que el profesor Sacristán, buen conocedor de las teorías Joseantonianas, analiza en tono positivo, eso si desde su nueva perspectiva marxista.
Más tarde, Adriano Gómez Molina acude a ofrecer a todos los que de buena fe leyeran ese artículo, otra de las pautas por las que se define el nacional sindicalismo – instrumento para conseguir la revolución que el pueblo español necesitaba-, y que era puntualmente la conquista de las Plus Valías para el trabajador, especialista o técnico y dador, a través de los sindicatos verticales, que no fueron concebidos como los que implantaría el régimen del 18 de julio, sino en consideración a un esquema de empresa. En esto se distanciaba de la visión marxista que en su versión comunista las relegaba al Estado para que este las gestionara, y por supuesto a la interpretación fascista (italiano y alemán), que la concebían como un aliciente para el capital. Dice Adriano, y dice bien, que esta aportación del Falangismo fue quizá algo tardía y por supuesto devaluada en los textos oficiales del Movimiento, con toda seguridad, por el componente netamente izquierdista que tenía tan osada proposición. Sin embargo las referencias de José Antonio al concepto y dirección de las Plus valías, cuatro o cinco- señala Gómez Molina, son bastante claras y decisivas, y la podemos ver en sus discursos de noviembre del 35, en enero del 36 (Zaragoza), o en su entrevista con el periodista Montero, como bien cita Adriano Gómez.
Añade, el exDirector de la Academia nacional de Mandos del Frente de Juventudes, José Antonio, que la puesta en práctica de esta exigencia social económicas de la Falange, en los términos de una sociedad libre, es de muy difícil aplicación por la complejidad que muestra las estructura de mercado, e incluso por la complejidad del mismo concepto de Plus Valía, para diferenciarla como elemento de la producción, donde empieza y dónde acaba, ya que el mismo Marx, en eso, anda errado como le respondían los mismos marxistas en su versión revisionista, los que nombra Adriano, y sobre todo desde mi punto de vista, Lukas, que ya anunciaba- “Historia y conciencia de clase·, que el producto final no solo era un efecto de capital-trabajo ( meramente economicista), sino que había que tasar otras dimensiones del trabajo personal, cosmovisión, esperanza, voluntad, emoción, etc. Condiciones subjetivas que, en boca de Bloch en su obra El Espíritu de la Utopía, o el mismo Herbert Marcusse, en el Hombre Unidimensional, ya denunciaban el sentido estrictamente economicista que Marx daba al hombre.
En José Antonio, en el nacional sindicalismo (definición que a mí no me gusta nada por sus reminiscencias germanas), la Plus Valía era considerada como un valor no separable de su obra final; formaba parte de la condición trascendental del hombre y por tanto era consustancial con su dignidad completa, en esto, superaba el estrecho marco marxista, pero no cuestionaba la “propiedad” de las plus valía que irían por razón de integridad personal, a manos de los trabajadores. Naturalmente era una propuesta anticapitalista, pero no debe de haber duda de que todo el espíritu del nacional sindicalismo, de la Falange, era desmontar el capitalismo, como forma perversa de estructurar las relacione de trabajo. Claro que estas declaraciones en José Antonio, suponían un sesgo verdaderamente comprometido para las expectativas de la derecha social , y de la Falange Franquista; era una especie de “vistazo por la izquierda” y por lo que era natural el silencio y la devaluación de todo lo que significara una justificación de las tesis de Marx a este respecto, ya que en absoluto podía converger – el pensamiento conservador- con una Falange que ya estimaban cono un acompañamiento coreográfico y por tanto completamente moldeable a sus intereses.
(Son estas líneas un primer comentario al denso artículo de Adriano Gómez Molina, personal y muy subjetivo, sin ánimo de sentar cátedra)
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Eduardo: el río liberador de la doctrina joseantoniana procede de muchas y diversas fuentes, manantiales, arroyos y afluentes; Jose Antonio no bebió solo de un agua, las absorbió todas y las encauzó en un solo caudal, curso y corriente que es el Nacionalsindicalismo( Nación y Sindicato, no veo reminiscencias de ningún tipo, son palabras muy españolas). El río va salvando una orografía social, política e histórica de España, sus meandros tornan majestuosos a izquierda y derecha, pero su curso, desde el nacimiento hasta la desembocadura que es la Revolución Social del Nacionalsindicalismo, fluye tenaz e impasible.