Por Erik Encinas Ortega para elmunicipio.es
Actualmente los griegos se encuentran en una situación caótica, porque en estos momentos el gobierno griego no puede afrontar su deuda con los acreedores, y mucho menos garantizar en el futuro las pensiones y los servicios mínimos. Mientras tanto la Unión Europea y el FMI piden compromisos a Grecia, ya que de esta manera es imposible que el país heleno se sostenga como tal.
Ante este escenario tan convulso y complejo, el gobierno griego está incumpliendo sus pactos, generando más incertidumbre, más descontrol y lavándose las manos en ciertos asuntos para los que fue elegido. Un claro ejemplo de ello, es que el gobierno heleno ha convocado una referéndum para aceptar o no las ayudas europeas, y a la vez para decidir el destino del euro y la Unión Europea. Pero como si fuera poco, el gobierno de Alexis Tsipras está mintiendo y boicoteando a la campaña del “sí”, algo que a mi parecer es dictatorial e impropio de un gobierno plenamente democrático.
En cualquier caso, la crisis griega amenazará la irreversibilidad del euro si Grecia se ve obligada a abandonar el club. Y este hecho supondría un duro castigo para la credibilidad de la Unión, incapaz en los últimos cinco años de solucionar el lío en un país que concentra el 2% del PIB europeo. Y es que esta realidad abriría con más fuerza la espita del euroescepticismo a las puertas del referéndum británico.
En definitiva, con el caso griego podemos ver que el populismo y la demagogia no son compatibles con la Unión Europea. Hasta el mismo Alexis Tsipras lo ha admitido y lo acabará aceptando. Por ese gran motivo, pienso que finalmente el gobierno griego se disolverá y convocará nuevas elecciones en el país. Y este acontecimiento dejaría a Syriza como un partido que vino con la intención de cambiar a Grecia antes las miradas del mundo, pero que a la hora de la verdad deja a un gobierno desacreditado y a un país en un estado de crisis total.