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El español que abrió embajada en la China de Mao tras burlar a Hitler y salvar a 5.200 judíos

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Haber sido el primer embajador de la España franquista en la China de Mao habría sido, en sí mismo, un hecho vital y profesional suficiente como para haber pasado a la historia de la diplomacia española. Pero en el currículum de Ángel Sanz Briz (Zaragoza, 1905 – Roma, 1980) esta circunstancia quedó en segundo plano tras haber protagonizado la mayor maniobra encubierta de salvamento de judíos en la Hungría ocupada por los nazis.

ABC / En marzo de 1944, Ángel Sanz Briz estaba destinado como segundo de a bordo en la legación diplomática de España en Budapest. Al frente de ella estaba en aquel momento Ángel de Muguiro. En la primavera, Hitler había decidido ocupar y tomar el control pleno de Hungría en un intento desesperado por frenar el imparable avance de los rusos por el frente del este. Hungría había estado del lado de Alemania desde el inicio de la guerra, pero Hitler quiso tomar el control directo sobre el terreno, lo que supuso extender el implacable delirio del Holocausto contra los judíos húngaros.

Sanz Briz y su jefe en la Legación española de Budapest asisten horrorizados a los procesos que de inmediato ponen en marcha los nazis contra los judíos, el sistemático protocolo de persecución, segregación, confinamiento y deportación a campos de exterminio. El superior de Sanz Briz acaba apartado de su cargo y el joven zaragozano, con el cargo oficial de encargado de negocios de la representación diplomática española, pasa a quedar como máximo responsable de la legación en la capital húngara.

Reiteradas advertencias a Madrid

Muguiro y Sanz Briz habían advertido a sus superiores en Madrid del horror que se había instalado en Hungría contra los judíos. El zaragozano, lejos de desistir, sigue clamando ante el Ministerio de Asuntos Exteriores español. Pero el Gobierno de Franco, en una forzada pose de equidistancia, no contesta a las misivas del diplomático. Ya en la primavera de 1944 consta una carta en la que pone en aviso al Ministerio de Asuntos Exteriores de los «atropellos y crueldades» que el gobierno húngaro controlado por los nazis están infligiendo a los judíos.

Ante el silencio por respuesta, el diplomático reiteró la información en otras misivas, obteniendo la misma callada. En una de sus misivas informa a Madrid de que los nazis ya habían deportado a medio millón de personas de Hungría, entre las que «había un gran número de mujeres, ancianos y niños perfectamente ineptos para el trabajo y sobre cuya suerte —alerta de forma reveladora sobre el Holocausto— corren en este país los rumores más pesimistas».

Decreto para los sefardíes

El régimen de Franco calla ante estas advertencias de Sanz Briz y éste aprovecha la falta de indicaciones para actuar en conciencia. Idea un plan aprovechando un decreto dictado en los años 30 por el gobierno de Primo de Rivera en el que se establece el reconocimiento del derecho a obtener la nacionalidad española a los judíos sefardíes, los descendientes de los hebreos expulsados de España a finales de la Edad Media. Inmediatamente busca judíos sefardíes en Budapest. Localiza a varias decenas y pone la maquinaria de la legación a su servicio para salvarles expidiendo pasaportes a su nombre.

Obtiene autorización de los nazis para reconocer esos pasaportes. Pero hay un problema: los sefardíes que realmente logra localizar en Budapest son apenas un ciento; los judíos perseguidos, decenas de miles. Para salvar al máximo número de ellos ingenia triquiñuelas varias: primero, en vez de extender pasaportes nominales —uno por persona— los emite «colectivos», para abarcar a familias completas. Para salvar a más judíos da una vuelta de tuerca más a su comprometida aventura frente a las persecuciones nazis y emite las cartas de protección bajo sello de la diplomacia española en números de varias series: 1A, 1B, 1C…, 2A, 2B, 2C… y así sucesivamente. De esa forma se multiplicó exponencialmente el número de documentos expedidos en beneficio de judíos, logrando burlar los controles de las autoridades de la Hungría ocupada por el Ejército de Hitler.

Sanz Briz no esperó a que los judíos acudieran a la Legación en busca de ayuda sino que él mismo se echó a las calles para salvar vidas. Acudió a puntos en los que los nazis concentraban a los judíos para su deportación a campos de exterminio y, a voz en grito, pedía que si alguien tenía alguna raíz o vínculo con España lo dijera. Algunos lo tenían y respondieron, otros no y lo simularon. Daba lo mismo, porque para Sanz Briz no era más que una forma de darles protección. Para ponerles a salvo llegó a comprar edificios junto a la sede de la Legación y los identificó oficialmente como dependencias diplomáticas, dotándolos así de inmunidad frente a las incursiones de las milicias y dando en ellos cobijo seguro a los judíos a los que iba dando salida con documentación que expedía sin descanso. Así, hasta salvar la vida de 5.200 judíos a los que garantizaba protección y huida.

Fueron meses de trabajo contrarreloj para dar protección a hebreos de Budapest. Sin descanso hasta que, contra su deseo, Madrid ordenó a Sanz Briz que dejara Budapest para ponerse a salvo, ya que la entrada de los soviéticos en la capital húngara era inminente. El 30 de noviembre de 1944 dejó el país y marchó a Suiza, pero su labor no se interrumpió: uno de sus estrechos colaboradores en la Legación, Giorgo Perlasca —italiano veterano de la Guerra Civil española— aún mantuvo la labor que había dirigido Sanz Briz, apurándola hasta que los rusos expulsaron a los nazis de Hungría.

Larga carrera diplomática

Tras la II Guerra Mundial, el diplomático aragonés fue reconocido por el Estado de Israel con el título de «Justo entre las Naciones» y las autoridades húngaras le distinguieron con la Cruz de la Orden del Mérito. Con los años, la vida y obra de Sanz Briz sumó en España la Gran Cruz de la Orden de Carlos III y la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil. Fue distinguido igualmente por Guatemala, Países Bajos, Bélgica y el Vaticano por la labor diplomática desarrollada en los destinos que se le encomendaron durante su trayectoria como diplomático.

Tras su labor en la oficina diplomática de España en Budapest durante el final de la II Guerra Mundial, Ángel Sanz Briz siguió adelante con su carrera diplomática. Antes de ser destinado a Hungría había sido encargado de negocios de España en Egipto. Y, tras su etapa en Budapest pasó por Estados Unidos, en las legaciones de San Francisco y de Washington. Luego llegarían destinos en Lima (Perú), Berna (Suiza), Bayona (Francia), Guatemala, La Haya (Países Bajos), Bruselas (Bélgica) y Pekín, donde se convirtió en el primer embajador de España en la China comunista de Mao. Se estrenó como primer embajador de España en Pekín el 9 de marzo de 1973.

Tres años después fue destinado a Roma como embajador de España ante la Santa Sede, y en la capital italiana falleció el 11 de junio de 1980. Ángel Sanz Briz había nacido en Zaragoza el 28 de septiembre de 1910, con raíces familiares en Peraltilla (Huesca), de donde eran originarios sus abuelos, que marcharon a la capital aragonesa para abrirse camino como comerciantes. Sanz Briz estudió en las Escuelas Pías de Zaragoza y en la misma ciudad cursó los estudios de Derecho, tras los que ingresó en la Escuela Diplomática.

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