Por Isaac Cabrera Bofill para elmunicipio.es
Llega el otoño como pájaro de mal agüero. El vivo color de las flores se apagan lentamente para dejar paso a un tiempo de desasosiego que amenaza con ser eterno, de luna roja de mirada amenazante. ¡España se nos muere! Grita el poeta al filo del acantilado, ¡España se nos muere! Se lanza el poeta al vacío.
Este país nuestro, esta Patria histórica que siempre ha buscado esperanzada un tiempo mejor, va camino de la última de las sangrías. Luego llegará el frío y lo que antes eran risas se convertirán en llantos al acompañamiento de la más viva lamentación de aquel español que de espíritu andaba escaso. Porque España es amada cuando es perdida y odiada cuando es encontrada.
El nacionalismo catalán quiere abrir viejas y feas heridas que recuerdan una historia que ya parecía superada pero que jamás ha de ser olvidada. Los intelectuales antiespañoles siguen con su pedagogía del odio y del rencor financiado por un Estado que no logra comprender aquello que le rodea y avisa con acabar con lo poco que queda de una España sin afán de alcanzar la gloria.
Porque en este tiempo de modas, el no ser español es lo que hay que ver y sentir. Sin embargo, hay quienes aún luchan contra los deseosos de ser apátridas por vocación, españoles no de carné sino de sentimiento y espíritu que velan por lo poco que queda del imperio en el que nunca se ponía el Sol.
¡España se nos muere! El poeta ya muerto espera a la nueva primavera que está por llegar.
