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¿La izquierda más antinacional?

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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es

Posiblemente, de las izquierdas europeas la española sea la más enemiga de los intereses nacionales. Hagamos las excepciones que nos apetezcan, individuales o de minorías localizadas en regiones identificadas de siempre con el ser y estar de España y su proyecto histórico; pero, en general, la masa izquierdosa o izquierdista de esta nación ha sido contraria, y lo sigue siendo, a ese proyecto; parece estar en actitud permanente de hacer tabla rasa de su pasado; como se demuestra en momentos tales como los presentes en los que minorías secesionistas no cejan en su intento de desvertebración y ahí tenemos a esa mara de izquierdas como compañera de viaje en este torpe y peligroso empeño.

Esta malsana conducta se viene repitiendo desde la fundación de los partidos que se sitúan en la siniestra del espectro político español; haciéndose visible tal acompañamiento en todos aquellos sucesos en que los nacionalistas de caserío, masía o pazo han intentado la separación de España.

El Partido Socialista Obrero Español, PSOE, a pesar y en contra de esa cuarta y última letra que completa el nombre, Español, es el ejemplo más repudiable de un partido que no ha dudado, en momentos cruciales para la existencia de esta nación, en aliarse con aquellos movimientos o grupos que desde su inicio no tuvieron en el programa punto más radical que el de destruir España. Esos negros hitos están ya escritos en páginas que nadie podrá borrar y que no vamos a recordar aquí y ahora por mucha desmemoria histórica que una parcial, secuaz y arbitraria “memoria historia” quiera desenterrarse como hozada por un cerdo. Otros compañeros de viaje, el Partido Comunista, y sus adláteres, han seguido la misma deriva y derrotero hasta el punto de que su ajenidad nacional le llevó en sucesos tan trágicos como la guerra civil del 36 a gritar: ¡Viva Rusia y muera España! Con la traída de la democracia pareció que plegaba sus banderas de hoces y martillos, más que símbolos del trabajo, del odio, para ahora nuevamente volver a sumarse, a pesar de su debilidad y descrédito, a quienes como siempre mantienen, desde las regiones con lunáticos separatistas, la insensata y vieja pretensión de destruir la Patria común.

La pregunta latente y permanente es: ¿por qué? Es indudable que la derecha española no ha sido, en conjunto, dechado y ejemplo de verdadera españolidad. Está más que comprobado lo que José Antonio Primo de Rivera denunció sobre su falso patriotismo, “ventean y mueven el gallardete del patriotismo”, condicionado a sus intereses dinerarios y materiales; olvidándose de la justicia y solidaridad con las clases menos favorecidas, tan españolas como ella; mostrando muchas veces un repulsivo e inaceptable sentido, sin sentido, de clase, humillante para aquéllas. Quienes tenemos ya más de tres cuartos de siglo podemos traer a la memoria ejemplos despreciables e indecentes de personajes derechoides cuyas conductas frente a los humildes era para sublevarse por su trato degradante y despectivo con ellos. ¡Qué enorme responsabilidad tuvo aquella gentuza derechista en la desnacionalización de las masas españolas!; afectada por auténticos resabios de engreimientos feudales en pleno siglo XX. Era aquélla una actitud que descendía desde la aristocracia, terrateniente o no, a aquel medianejo labrador que con veinte o treinta hectáreas de tierra veía a su criado más como un vasallo que como un igual. Aunque en sí parezca una anécdota de tono menor, descubre sin embargo la obtusa y majadera conducta de aquella sociedad clasista. Lo vi y viví en el mundo rural en el que, por ejemplo, las jóvenes casaderas, sobre todo en pueblos en los que predominaba un tipo de labrador con más resabios de hidalgo que de hidalguía, preguntaban por los tractores que podría tener el chico del pueblo de al lado que le había pedido baile en las fiestas del pueblo.

El odio y el resentimiento fueron un torrente que separó las clases: a una margen, una derecha fatua, egoísta y engreída y, a la otra, una izquierda, sobre todo en sus estratos bajos, dolorida por el desprecio, la marginación y la injusticia social a que se veía sometida. Pero si entonces, los dirigentes de aquellas izquierdas, ambiciosos y demagogos, en vez de educar y conducir a sus seguidores hacia la conquista de la justicia social que se les debía y arrebatar a la derecha su falsa bandera del patriotismo, renunciaron a éste para sustituirlo por el odio de clase, los dirigentes de las izquierdas de hoy tienen aún más delito porque no han aprendido la terrible lección de la guerra civil a que les abocaron las negativas y cerriles actitudes de todos; pero además, con el agravante de que muchos de esos líderes de la izquierda actual son o hijos o nietos de aquella derecha que ganó la guerra. ¡Cómo no pensar en su repudiable oportunismo! Hoy, después de casi cuarenta años de democracia, tales individuos, más que de izquierdas demuestran ser unos tipos revenidos, de conductas, aptitudes y costumbres de derechas por su modo de vivir y su adquisición espuria de bienes y fortunas en el negocio en que han convertido a la política; lo mismo que muchos de sus antepasados. Tal conducta tiene más que ver con la de vegonzantes individuos de su clase y casta pero no de su estatus económico al que no quieren renunciar por más discursos y cantos demagogos que hagan a favor de los “pobres del mundo”. Por ello y para ello no tienen empacho en ponerse al frente de una izquierda antinacional. Sus constantes y contradictorias declaraciones sobre el tema los delata: que si nacionalidades, que si nación de naciones, que si Cataluña es una nación, que si este concepto es “discutido y discutible”, etc., etc.

En sus múltiples y masivas manifestaciones y algaradas públicas ¿ha visto alguien una bandera nacional? O ¿es que no queremos tener una Patria en la que se haga Justicia en nombre del verdadero pueblo soberano? ¿Dónde entonces van a encontrar el Pan para las masas que les siguen?, ¿en las patrias del comunismo o el capitalismo internacionales?, ¿adónde están esas patrias? ¿Dónde lo van a encontrar si no en la nación cuya soberanía nacional reside en el pueblo? Soberanía que la izquierda española quiere entregar a unos mindundis nacionalistas con permiso de la cobarde y mohína derecha de siempre, robándola y usurpándosela al pueblo español en su conjunto.

“Cobardes e viles criaturas”, gritaba el manchego justiciero, don Alonso Quijano.

Pedro Conde Soladana

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