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Pablo «Banderas»: florecillas de un patriota

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Por Laureano Benítez Grande-Caballero para elmunicipio.es

Pablo Iglesias pretende hacerse pasar por patriota, cuando con su populismo y su ideología radical defiende el derecho a la autodeterminación.

Siempre me ha asombrado la desconcertante capacidad de penetración de los foráneos a la hora de definir a España, recogiendo en unas breves pinceladas nuestras esencias patrias. Una de las mejores se la debemos al hispanista Edward Malefakis, quien dijo que España no era un país muy normal, «pues siempre parece estar a punto de suceder algo».

Confieso que es justamente la inminencia de que ese «algo» ―malo, por supuesto― ha pasado en nuestro país la actitud que suelo tener a la hora de enfrentarme a las noticias de la actualidad, en la que siempre temo encontrar golferías de corruptelas, o los «expedientes X» de fenómenos absolutamente paranormales protagonizados por los energúmenos radicales de turno. La penúltima barrabasada ha corrido a cargo del botarate abertzale Sabino Cuadra, diputado de Amaiur por Navarra, quien, durante su intervención en el Congreso en el debate sobre la reforma exprés del Tribunal Constitucional, subió a la tribuna ataviado con una camiseta que llevaba estampada la estelada, y acabó su patética intervención rompiendo hojas de la Constitución española. Y patética fue también la cobarde actitud del presidente de la Cámara, Jesús Posada, que permaneció impasible ante el agravio.

Otro que permanecería impasible, sin duda alguna, de haber estado en el hemiciclo hubiera sido Pablo Iglesias, quien, en el transcurso de una charla que dio el 6 de junio de 2013 en una «Herriko-taberna» llegó a referirse a la Constitución con las despectivas palabras de «ese papelito».

Sabino Cuadra estuvo presente ―faltaría más― en esa charla, donde recibió toda clase de loas por parte del invitado podemita, quien durante su intervención dejó una espeluznante sarta de «perlas cultivadas» para el recuerdo, de «florecillas» que se le cayeron de la boca cuando aún no tenía la urgencia de moderar su verborrea espúrea para no asustar al electorado. Es decir, que tenemos aquí al Sr. Turrión en todo su esplendor rojo, mostrando al desnudo su leninismo explosivo.

Ataviado con una bandera republicana en su polo, Iglesias dijo impávido que esa bandera «es la bandera de los españoles que defendemos el derecho de autodeterminación». Para el partisano antisistema, la Constitución y el régimen de la Transición son puro franquismo ―un libro en el que colaboró se titula precisamente «¡Abajo el régimen!»―, y de eso los terroristas vascos fueron los primeros en darse cuenta. O sea, que su lucha fue una acción revolucionaria contra un Estado fascista, contra una dictadura franquistoide. «Por mucho procedimiento democrático que haya, hay determinados derechos que no se pueden ejercer en el marco de la legalidad española». Se está refiriendo, claro, al derecho de autodeterminación. Y no olvidemos que Pablemos ha justificado la posesión de armas por el pueblo para defenderse de la violencia del Estado.

Su espúreo discurso populista y filobatasunero cambió cuando olisqueó la cercanía del poder. En su discurso del pasado 31 de enero en la Puerta del Sol del Madrid, cuando ya sentía la imperiosa necesidad de ser «políticamente correcto», Pablo Iglesias se dio el lujazo de utilizar la palabra «patria», que llegó a pronunciar en 7 ocasiones, homenajeada por multitud de banderas… republicanas, por supuesto. Pero la idea que tiene de Patria el Sr. Turrión difiere ―como es presumible― de la convencional, ya que para Pablemos «nuestra patria es la gente», es decir, la gran masa proletaria española que sufre la opresión de los poderosos. También llegó a decir que «España no se vende», en alusión a la «Marca España» que promociona el PP, al que acusó de ser «vendepatrias» (sic).

¿Qué «España no se vende»? Magnífica verborrea populista para quien ha puesto a España en almoneda. El salvapatrias podemita ha llegado a decir que «un proceso constituyente implica una amplia discusión a nivel social que puede concluir en la redacción de una nueva Constitución. En ese marco, en ese proceso, yo creo que la cuestión territorial se tiene que plantear con todas las opciones encima de la mesa». Es decir, con todas las opciones, aunque eso signifique el derecho a decidir, que tanto defiende el Sr. Turrión, o sea, el derecho de autodeterminación. Esto no es vender España: es regalarla.

Que «España no se vende»? Aquí van otras «florecillas» de este «encantador de serpientes», que el Sr. Turrión dejó que se le cayesen de las manos el 15 de noviembre de 2013, en el transcurso de un debate en el campus de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona:

«De ETA se podrá decir que son terroristas, o que eran terroristas, se podrá decir que se equivocaron estratégicamente, que hicieron barbaridades que son intolerables antes, durante y después de Hipercor, se podrán decir muchas cosas, pero no que no razonaran políticamente. El razonamiento fundamental que hay detrás de eso está en el hecho de que en política cuentan el poder y la fuerza, y el poder y la fuerza depende en última instancia de una cosa que se llama factor militar».

«Yo digo que todo los demócratas tenemos que estar a favor del derecho a decidir, y creo que en la partida de nacimiento de la izquierda está el reconocimiento al derecho de autodeterminación. Lo que no digo, y procuro no decirlo en los medios de comunicación, es que es prácticamente imposible encontrar un ejemplo en la historia de una nación que haya nacido sin el soporte de las armas».

¿Qué «España no se vende»? ¿Por qué entonces Podemos ha pactado con partidos nacionalistas e independentistas, como Bildu y Compromís? ¿Por qué el Sr. Iglesias manifestó a una publicación británica que era un «problema trágico» que todavía haya entre 400 y 500 presos de ETA encarcelados lejos de sus familias? ¿Por qué era el contacto en Madrid de «Herrira», plataforma abertzale de apoyo a los presos de ETA desmantelada por la Guardia Civil?

Estas «florecillas patrióticas» de Pablemos me traen a la memoria aquella famosa frase de «París bien vale una Misa»… «Y la Moncloa una bandera, una patria», en el caso del Sr. Iglesias. Y también aquella frase genial del sociólogo Amando de Miguel ―al menos éste no es foráneo―, cuando dijo: «Ante tales pintoresquismos, no hay que extrañarse de que los hispanistas naveguen desorientados. España no es que sea diferente; es que es inverosímil».

Pero la que mejor puede servir para definir la actual situación inverosímil que vive nuestra Patria son estas palabras de Julián Marías, con las cuales volvemos a la frase que citábamos al comienzo: «Lo que más me inquieta es que en España todos se preguntan: “¿qué va a pasar?” Casi nadie se pregunta: “¿qué vamos a hacer?”». Sí, algo tendremos que hacer…

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