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Morir de sed, una terrible muerte angustiosa peor que cualquier tortura

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Les contamos, con una información del diario ABC publicada hace años, la muerte que los padres de Andrea piden para su hija.

Morir de sed: difícil imaginar un tormento más angustioso. «En condiciones normales, si una persona deja de beber de golpe, en 3 días se encontrará en una situación bastante crítica. En una situación adversa, con ambiente seco y mucho calor, en 12-15 horas entraría en un principio de shock circulatorio». La explicación es de José Luis Zamorano, director del departamento de fisiología de la Universidad Complutense de Madrid.

El profesor Zamorano hace hincapié en que «el agua es una sustancia fundamental para la vida. Forma parte de la vida misma. Es consustancial al propio organismo». No en vano, de nuestro volumen corporal, más del 60 por ciento es agua. Elemento clave y en complejo equilibrio: a lo largo de un día nuestro cuerpo hace acopio pero también se encarga de eliminarla. Entra en el organismo en bebidas y alimentos (en torno a un litro y medio). Sale a través de la orina, el sudor y la piel.

Fallo en cadena

Deshidratarse implica romper ese equilibrio. El balance se vuelve negativo. El riñón se ve obligado a trabajar con menos agua, por lo que la orina está más concentrada. Las células, acostumbradas a una determinada concentración de sales, empiezan a enviar líquido a la periferia, con las consiguientes lesiones en miocardio y cerebro.

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Las vías aéreas se resecan. Surge la sensación de escozor. Los ojos se hunden, las respiraciones se vuelven cortas y jadeantes, la piel queda plegada, pierde su elasticidad. El sistema circulatorio también se ve comprometido: un adulto de unos 70 kilos tiene entre 4 y 4 litros y medio de sangre en el cuerpo; si esa cantidad baja a 3 litros, la situación se considera severa.

«Si perdemos líquido, baja la presión arterial y el corazón funciona peor», detalla el experto en fisiología. «La presión de llenado cardíaco disminuye, el corazón no se llena por completo, de forma que se contrae con más debilidad. Es un círculo vicioso: se contrae menos, envía menos sangre, y así sucesivamente. Una espiral que puede terminar en shock circulatorio. Se pierde el conocimiento, la circulación fracasa, la sangre no llega al cerebro y se produce la muerte».

Una sensación desesperada

«La sed es diferente al hambre», describe el profesor Zamorano. Si una persona deja de comer, llega un momento en que su estado de debilidad es tal que ni siquiera percibe la falta de alimento. Pero en este sentido, la falta de líquido es peor. «La sed conduce a una situación desesperada, porque uno es consciente del estado en que se encuentra».

El organismo envía avisos constantes, la persona empieza a desvariar y solo piensa en beber. Cualquier líquido. Incluso la propia orina. No faltan los ejemplos a este respecto. Este mismo 2013 se conoció el caso de un joven olvidado durante 5 días en una celda, que tuvo que recurrir a esta solución desesperada. La misma que permitió sobrevivir a unapareja de ancianos en Roma en 2001. O nueve pescadores filipinos, que en 2011 pasaron casi dos semanas a la deriva, en una balsa.

Sin embargo, no es necesario que se dé una situación excepcional para que una persona pueda sufrir una deshidratación severa. Dos son los grupos de edad más sensibles: niños y ancianos. Los primeros porque no han adquirido la capacidad para sentir sed. Los segundos, porque la han perdido. Una persona mayor puede deshidratarse durante semanas sin que las personas a su alrededor se den cuenta. Un drama tan terrible como una agonía en el desierto.

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