El filósofo Gustavo Bueno desplegó ayer una batería demoledora contra los conceptos y las ideas «confusas y corrompidas» -«como confundir la democracia con el derecho a decidir»-; o contra los conceptos de la «antropología estructuralista» -pues todos los antropólogos del mundo «no serían capaces de definir lo que es una mesa»-; o contra las «palabras baciyelmo, según la bacía y yelmo de Don Quijote, términos con guión y tan oscuros como eco-ciencia, socio-política, o CTS, por la asignatura ‘Ciencia, Tecnología y Sociedad’, que son puro truco para encubrir la realidad, porque hablar de algo que es interdisciplinar significa nada».
LNE / Pero los problemas no sólo son de palabras, ni aun de conceptos, sino incluso de «visiones del mundo «, a saber, «cuando una editorial le pide a un premio Nobel, a un físico o a un biólogo, que escriba un libro con su visión del mundo». Pues bien, «un físico no tiene visión del mundo», sino que la tendrá de la Física y de la parte de ésta que cultive. Gustavo Bueno ofreció ayer la segunda conferencia del ciclo de cuatro tituladas «La querella de las artes y las ciencias», dentro de las sesiones públicas de la Escuela de Filosofía de Oviedo en el seno de la Fundación que lleva su nombre. El plan de las conferencias es acudir a las «querellas filosóficas del Barroco para tomar distancia de la realidad actual y analizarla críticamente». De hecho, «artes y ciencias» eran los dos campo clásicos para clasificar «la morfologías del mundo» que la Filosofía analiza, es decir, «las morfologías naturales (los animales, los astros, los bosques, etcétera), y las morfologías del hombre, los edificios y la arquitectura, la escultura, la música…».
«Tratamos con morfologías, las analizamos y las tratamos operatoriamente», explicó Bueno para identificar el proceso de la actividad filosófica». En ese punto es dónde expuso lo que significa la «forma operatoria», que es más realista que otros procedimientos, por ejemplo el referido de la antropología estructural. «La mesa existe en todas las culturas y los antropólogos las comparan todas según formas, clases de tableros, con patas o sin ellas, etcétera», pero, al término, todos los análisis son confusos. En cambio «la forma operatoria de ver una mesa consiste en fijarse en la evolución del primate a Homo Erectus, lo que significa que las manos le quedan colgando, alejadas del suelo». En esa situación, el humano «esboza en algún momento el gesto de trazar un plano», es decir, una superficie que se convertirá en el nuevo «suelo de sus manos», esto es, la mesa. Por tanto, la mesa no es «ni una idea innata, ni un gestalt, o forma», que serían ideas de origen casi espiritual, sino «un constructo operatorio» y, por tanto, material, que es una de las ideas básicas del sistema de Bueno, el Materialismo Filosófico. De esto último se deriva que el Cierre Categorial -la forma de analizar las ciencias en el sistema de Gustavo Bueno-, rechace en este punto los planteamientos de Aristóteles, «fundador del empirismo», es decir que «la ciencia siempre ha de ser empíricamente fundada».
Y el sujeto operatorio que trabaja a partir de las morfologías del mundo también elabora ideas a partir de aquellas, y las tres principales, consagradas a lo largo de la historia de la Filosofía son las de «mundo, alma y dios», que «proceden de las religiones del libro» y poseen numerosas «ventajas», explicó Gustavo Bueno. Por ejemplo, sirven para «un sistema ateo que niegue a Dios; o anantrópico, que niegue al hombre bajo el supuesto de que los humanos no son más que un tipo de animales; o un sistema acosmista, que niegue el mundo».
Pero «detrás de un sistema de ideas hay siempre una ideología ontológica», describió Bueno en otro apartado de su conferencia. Ontológica en cuanto «teoría del ser» e ideología «en el sentido que le da Marx, es decir, sistema de ideas trabadas que tiene por objeto socializarse en contra de otras ideologías». En suma «la ideología siempre lo es frente a otras ideas», por tanto, dialécticamente.
Gustavo Bueno anunció también el paso siguiente en su ciclo de conferencias, que versará sobre el sofista, «el que cobra por enseñar», y al respecto recordó la anécdota de que «en una Junta de Facultad manifesté que cobrábamos demasiado por enseñar lo que nos daba la gana, pero había un sindicato pidiendo aumentos de sueldo y tuve que retirarlo».