Crecidos por lo que vaticinan las encuestas, envalentonados por su decisivo papel en la investidura y muy irritados por los últimos escándalos que salpican a la familia Pujol y a Convergencia, los radicales de la Candidatura de Unidad Popular han planteado un último desafío a Artur Mas. Sucedió en una tensa reunión tras la segunda sesión en el Parlamento de Cataluña donde nuevamente le negaron sus votos. En presencia de Oriol Junqueras, Raül Romeva y los convergentes Josep Rull y Jordi Turull, el líder antisistema Antonio Baños se lo espetó con furor al todavía presidente en funciones: «Reniega de Pujol y el acuerdo está cerrado». Según algunos de los presentes, Baños se mostró airado y altivo, ante el estupor de todos. La respuesta de Mas, perplejo y enojado, fue tajante: «Hasta aquí hemos llegado». Pero lejos de amilanarse, el cupero replicó: «Tenemos la sartén por el mango».
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La Razón / La escena, casi de película, refleja la convulsa situación actual en el bloque soberanista. Los dirigentes de la CUP están molestos por lo que consideran filtraciones interesadas de Convergencia sobre el principio de acuerdo para elegir a Mas como presidente honorífico de la Generalitat, con meras funciones representativas, cediendo todo el Poder Ejecutivo y el área económica, a Esquerra Republicana. El pacto se consagró en una reunión a instancias del líder de ERC, Oriol Junqueras, tras la decisión del Tribunal Constitucional de suspender la declaración de independencia y apercibir a varios dirigentes separatistas. Según la CUP, el pacto debía ser secreto hasta su asamblea del 29 de noviembre, pero se filtró a los medios. Los radicales acusan de ello a los convergentes, mientras éstos los niegan. El cruce de reproches es tal que en CDC lo tienen claro: «Negociar con éstos es un martirio», aseguran.
En Convergencia lamentan la falta de seriedad de los radicales, sus continuas exigencias, y les acusan de «encallar el proceso de independencia». Esto irrita mucho a los cuperos, en especial a su ala más radical, liderada por los tres negociadores, Antonio Baños, Anna Gabriel y Benet Salellas. Según ellos, la buena disposición para el acuerdo de investir a Mas como un presidente «títere», con tres vicepresidencias a cargo de Junqueras, Romeva y Neus Munté, se vino abajo por dos factores: la nueva imputación de los dos hijos del ex presidente de la Generalitat, Josep y Pere Pujol Ferrusola, y la detención del ex tesorero de CDC Andreu Viloca. La declaración de los primeros en la Audiencia Nacional, y el pago de la fianza para liberar a Viloca, levantaron las iras de los antisistema que hacen de la lucha contra la corrupción un eje de su estrategia.
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Fue entonces cuando Baños exigió a Mas una declaración pública para renegar de toda la familia Pujol, denunciar su etapa de gobierno y revertir muchas de sus medidas que califican de «capitalistas y represivas». Algo que el actual presidente considera «inadmisible», según su entorno. El líder de la formación política CDC no piensa realizar más concesiones para lograr el apoyo de la CUP, toda vez que ya ha cedido a diluir su poder en una presidencia «coral» y someterse a una moción de confianza en diez meses. «Es más que suficiente y su última palabra», advierten en la Generalitat bastante hartos de la actitud de Baños y su prole. Su opinión es que ya han claudicado al máximo y a quién le toca ahora mover ficha es a la extrema izquierda. Las medidas reclamadas «son un trago» para un partido de tradición liberal como Convergencia, pero renegar públicamente de Pujol, su familia y todos sus años de gobierno es la gota que colma el vaso. «Una cosa es poner distancia y otra acusarles públicamente», dicen los convergentes.
En este momento, la tensión es máxima, con un fuerte cruce de reproches sobre quien está paralizando el proceso. Para «Juntos por el sí», dónde también existen fisuras internas aunque las disimulan, la culpa es de la intransigencia de Baños y su equipo. Pero en la CUP replican de inmediato: «El tapón es Artur Mas», dicen los antisistema. Por si fuera poco, el documento difundido por los cuperos con sus nuevas exigencias han saltado las alarmas. Un plan de expropiaciones, anulación de todas las privatizaciones en marcha, renta mínima universal, un programa salvaje de tasas fiscales a las empresas y profesionales, nacionalización absoluta de la banca, combatir el turismo y supresión de eventos internacionales como el Barcelona Mobile World, figuran entre las reclamaciones de la formación anticapitalista.
Partidos en dos facciones
La tensión se puso de relieve en la reunión de Juntos por el Sí en el histórico Monasterio de Poblet, dónde no acudieron ni Artur Mas ni Oriol Junqueras. Partidos en dos facciones, entre quienes los convergentes que no renuncian a Mas como candidato, y otros como Esquerra Republicana o Raül Romeva, que «le dan un tiempo para liderar su salida», finalmente acordaron ratificar a Mas como presidente, pero aceptando detallar las atribuciones de Oriol Junqueras, Romeva y Neus Munté en un futuro gobierno de La Generalitat. En Convergencia no se fían del todo de ERC y Romeva, en especial de Junqueras, que tiene un papel decisivo en toda la negociación. «Artur Mas y Junqueras siempre se miran de reojo», dicen en CDC sobre la relación con el republicano, auténtico triunfador de la jugada y con muy buenos horizontes ante las elecciones generales de diciembre.
En este «punto muerto», el presidente de la Generalitat se lo ha dicho a los suyos: «Nosotros ya hemos hecho todos los movimientos, ahora que lo hagan los otros». Con la pelota en el tejado de la CUP, Mas se ha ganado el apoyo de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, antigua líder de la ANC, y Muriel Casals, presidenta de Ómnium Cultural. Por ello, ambas organizaciones han convocado para hoy domingo una manifestación en el parque de La Ciudadela, sede de la Cámara catalana, con el objetivo de ratificar a Mas como candidato. Esto también ha irritado a la CUP, que ve presiones y un «aquelarre» de la calle para influir en su voto. No obstante, la batalla callejera está servida, dado que los antisistema también planean movilizaciones reclamando la desconexión y desobediencia hacia España. Un panorama agitado, convulso y desolador.
Esta palabra, desolación, impera en todos los círculos políticos no soberanistas y empresariales de Barcelona. Mientras los independentistas discuten quién asume el coste de romper el proceso, la economía catalana se derrumba, las empresas se fugan y la frustración es evidente. El líder de Unió Democrática y candidato a las generales, Josep Antoni Durán i Lleida, piensa que nunca se debería haber negociado con la CUP, cuya ideología choca frontalmente con la Convergencia que él conoció. De la misma opinión son los partidos constitucionalistas, PSC, Ciudadanos y el Partido Popular, que ven cómo pasa el tiempo ante un espectáculo bochornoso. Todos ellos se hacen la misma pregunta: ¿acaso no conocía Mas a estos compañeros de viaje?. Y coinciden con tristeza en el diagnostico: «Proclaman una República catalana y ni siquiera tienen quién la lidere, es el colmo del ridículo».
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