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LA TRAICIÓN TIENE GRADOS

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Jose-Julio-Rodriguez-Fernandez
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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es

En un WastsApp colectivo del que formo parte, un componente del mismo preguntaba hace unos días lo siguiente: “¿Pero de verdad os parece importante que un militar se presente con Podemos? No lo entiendo…”. Y seguía con otras consideraciones parecidas sobre el tema.

Aunque creo que quien hacía la pregunta buscaba una intencionada provocación para suscitar opiniones en el grupo, yo voy a tratarlo aquí como un síntoma por si tal pregunta quisiera ir más allá. Y, en todo caso, que no quede sin respuesta contundente por la contundente forma con que está planteada y, sobre todo, por los dos protagonistas que la componen: un militar de la más alta graduación y un partido de extrema izquierda, PODEMOS.

La referida pregunta, como el lector habrá deducido por su actualidad, está referida a la incorporación del ya ex Teniente General José Julio Rodríguez Fernández a las listas electorales de esa coalición, partido, movimiento o lo que sea, de ideología marxista. Si este calificativo de marxista, al que añado el de comunista y bolivariano, pero de Hugo Chaves que no de Simón Bolívar, es incierto que me lo demuestren porque estoy dispuesto a rectificar en buena lid.

Pongamos en paralelo hechos contrastables e incontestables.

Don José Julio Rodríguez Fernández ha llegado en su carrera profesional de militar a Teniente General del Ejército del Aire. Fue nombrado por el Gobierno de José Luis R. Zapatero Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), el más alto cargo al que la política puede elevar actualmente a un militar, sólo por debajo del Capitán General de la Fuerzas Armadas, que es el rey. En esa larga carrera militar, don Julio Rodríguez ha tenido que cumplir reglamentos, ordenanzas, fórmulas castrenses, etc., como jurar la bandera de España, jurar o prometer cumplir y hacer cumplir la Constitución, las leyes del Estado… Es decir ha tenido que avenirse, al menos formalmente, con todo el ceremonial militar a que está obligado un profesional de los Ejércitos; bajo el cual subyace el cumplimiento obligatorio de virtudes castrenses, como el honor. Virtud ésta que en un soldado, como el valor, no es que se le suponga, es que se le exige ligado por un juramento o promesa, que obliga hasta derramar la sangre cuando sea preciso en defensa de la Patria.

Mas, en vista del espíritu que impera en esta sociedad feble, confusa y desorientada que hemos creado y vivimos, cabría hacer otra pregunta al respecto. ¿Ese compromiso de honor queda suspendido, incluso en un militar de tan alta graduación, el día que se va a comer el cocido a su casa y deja definitivamente el rancho? No quiero seguir por la vía del sarcasmo y la ironía, que es por otro lado a lo que invita el contexto social de este pueblo, en el que ni los políticos, ni los militares, ni la ciudadanía son en general lo que deberían ser: ciudadanos de una sociedad de hombres libres e iguales, unidos por el honor y la dignidad de ser españoles. “Ser español es una de las cosas serias que se pueden ser en el mundo”, cuando uno asume su Historia con todos sus aciertos y errores. Porque de España podrán decir los extranjeros lo que quieran en sus leyendas negras, pero no que no dejara una huella indeleble en las páginas de la Historia Universal.

Hemos relatado el perfil de este militar con sus pasadas obligaciones, juramentadas o prometidas. Veamos ahora el paso que ha dado cruzando desde la acera de la milicia a la de la política. Dentro de ésta ¿con quién se ha arrejuntado? Lo de menos sería la ideología del grupo PODEMOS, ante lo más, lo mucho más de éste, que es la postura que desde su nacimiento ha tenido tal movimiento político disforme, frente a España, nación en la que la mayoría de sus integrantes ha nacido y vive. Digo la mayoría porque hay por ahí algún argentino que intenta mandar más que Napoleón en esta tierra, en aquel lejano 1808.

Prescindiré de las muchas declaraciones y posicionamientos que este grupo ha adoptado contrarias a España, destacando sólo una que descubre la calaña antiespañola de toda esa gente por las palabras de su máximo líder, Pablo Iglesias II, al definir el himno de España como esa “cutre pachanga fachosa”, para centrarme en otra que hace que el militar coprotagonista de este relato, don José Julio Rodríguez Fernández, quede como Cagancho en Almagro en su arrejuntamiento con esta banda. Es la ETA la “piedra de contraste para calibrar la autenticidad de nuestro oro o la mezquindad de nuestros oropeles”. Preguntemos al general don José Julio Rodríguez, ¿a cuántos entierros asistió de correligionarios asesinados por aquélla?, ¿cuánta banderas de España tuvo que poner o vio que se ponían sobre sus ataúdes?, ¿cuántas oyó cantar por ellos esa estremecedora plegaria religiosa de “Tú nos dijiste que la muerte no es el final del camino”? Para qué seguir. ¡General!, ¿lo ha olvidado todo? ¿Ha olvidado que por su uniforme y juramento o compromiso estuvo obligado a defender con su sangre la Patria común, España, a la que esa jarka de asesinos quiere destruir y lo dice bien alto? Parece que sí ya que se ha juntado con unos colegas de aquélla, la ETA, con la que vienen a estar de acuerdo en sus planes.

¿Es usted un traidor? Desde luego la palabra puede admitir grados e intensidades. Y ello por las responsabilidades de cada cual. No es la misma la de un simpe soldado, aunque nadie le podrá quitar la calificación de traidor si juró la bandera, que la de un general.

He sacado a colación, general, tan crudo calificativo porque uno de los miembros de ese WuatsApp, a que he aludido al principio, escribió que él no se sentía traicionado por su conducta actual y su decisión de unirse a Podemos. Error evidente para mí; porque si alguien traiciona, y más arriba se han aportado razones, a la Patria, a España, que es cuna, herencia y bien común, está traicionando a cada español en la parte alícuota que le corresponde en su patriotismo. Si un hijo traicionara a su madre ¡cómo no iban el resto de sus hermanos a sentirse concernidos y doloridos por tan vil acto!

Quizá todo se deba a que la sociedad, el pueblo español, en estos momentos ha perdido el sentido de posesión de sus grandes valores y principios por culpa de una masa de políticos que empiezan por desconocer ellos mismos qué es España. Viven en un limbo “democrático” que todo lo justifica en nombre de una falsa libertad; libertad falsa que usan delincuentes con acta de diputados, que en vez de estar al servicio de la nación lo están al de sus propias enanas ambiciones si no o también al servicio de sus latrocinios públicos. ¿La nación?, ¿la Patria?, ¿España?, ¿de qué me habla usted? Ese parece ser el ambiente sociopolítico que se respira. ¿De qué extrañarnos, y no nos cansaremos de machacar en el suceso, si la duda de la existencia de España como nación la mantuvo durante ocho años como Presidente del Gobierno un mindundi, puesto al que él mismo reconocía podía llegar cualquiera ya que había llegado él, cómo no pensar que muchos ciudadanos que no conocen su Patria porque nadie les ha enseñado desde las escuela a conocerla, puedan vivir de espaldas a una realidad en la que están inmersos hasta el cogote? Llegados aquí, es irremediable la pregunta de si existen en España auténticos políticos y algún hombre de Estado. Es posible; pero debe de ser que están “tapados”. Cuando los hombres públicos, los políticos, no representan, porque no poseen, las altas virtudes cívicas que deben simbolizar el código de conducta de un pueblo y su nación, se pierden las referencias éticas y morales y un acto que puede merecer el juicio de alta traición, como el de este militar, se banaliza o no se le aprecia con toda la gravedad que encierra. Lo mismo puede decirse de las virtudes y actos nobles de personajes excelsos y héroes de la propia Historia a los que un pueblo debe tener como ejemplo. Si no se les recuerda, si se les olvida y quedan sepultados en los arcones de aquélla, las naciones empequeñecen, se arrugan, se acartonan, pierden vigor, lustre y gloria y su ciudadanía, junto con los hombres que la dirigen, los tales políticos, viven en un pantano de mediocridad que impide el vuelo hacia empresas colectivas; siendo “el proyecto de vida en común”, que debe guiar a todo pueblo, el guión de un drama de la inanidad hacia el futuro. ¿Qué es la España de hoy en el concierto de las naciones clásicas? ¡Nada! A lo más una comparsa sino un hazmerreír.

Y volviendo a la traición, ¡claro que hay traiciones que nos afectan a todos los ciudadanos de una nación cuando el felón ha llegado tan alto en la jerarquía del Estado! Repasemos y expurguemos la Historia de España con pasajes en que la deslealtad cometida viene de un personaje o personajes con tan altas responsabilidades; hasta lograr que tales viles acciones hayan podido torcer el rumbo de su Historia. Desde Viriato, con sus matices y precisiones después de dos mil años, pasando por el conde don Julián y el obipo don Oppas, que facilitaron la entrada de los musulmanes y su permanencia durante ocho siglos en esta tierra; olvidemos otros actos nefandos del mismo tenor y lleguemos a la Guerra de la Independencia, con los Borbones, padre e hijo, de rodillas ante Napoleón entregándole la corona de España. Y, para poner un término cercano a este relato de alevosos e infames actos recordemos, y no olvidemos nunca, el tan cercano 11 de Marzo de 2011, que trastocó España hasta ponerla al borde del abismo.

Pedro Conde Soladana

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