Anteayer Juan Carlos Monedero, que cobró por trabajar como asesor del régimen de Hugo Chávez (una narcodictadura en toda regla), insinuó que Albert Rivera consume cocaína.
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La ‘guerra sucia’ de la fundación de Monedero en Venezuela
Outono / La pésima calidad moral demostrada anteayer por Monedero no puede pillar a nadie por sorpresa. El líder podemita es autor de perlas como “quien no sea comunista es que es mala gente”, dicha durante una entrevista en la que por más que se le insistió, fue incapaz de condenar los crímenes de esa ideología totalitaria de la que es partidario. Su papel ha sido igualmente deshonroso en Venezuela, donde la fundación CEPS -de la que formaba parte Monedero- guió la guerra sucia contra la oposición al chavismo. Monedero es parte de una forma de entender la política en la que el oponente no es una persona a la que hay que vencer con argumentos, sino a la que hay que destruir. Y esto no implica necesariamente su eliminación física, algo que liquida al sujeto pero inmortaliza sus ideas. Lo más habitual y eficaz es destruir la reputación del rival.
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Asesinatos de reputación: sus métodos y sus fines
Los ataques a la reputación de los disidentes, con el fin de restarles credibilidad, han sido una constante en las dictaduras comunistas. El método usado lo ha explicado Juan Antonio Blanco, un exfuncionario de la dictadura comunista cubana pasado a la oposición, en el libro “El otro paredon. Asesinatos de la reputacion en Cuba”. Cito:
“El asesinato de reputación (character assassination) es un proceso deliberado y sostenido dirigido a destruir la credibilidad y reputación de una persona, institución, grupo social o nación.
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Los promotores del asesinato de reputaciones para lograr sus fines emplean una combinación de métodos abiertos y encubiertos como son la formulación de acusaciones falsas, fomento de rumores y la manipulación de informaciones.
El asesinato de reputación persigue la finalidad de anular la capacidad de influencia de la víctima, silenciar su voz y lograr su rechazo por la sociedad. Al transformar a sus víctimas en no-personas las hacen vulnerables a abusos aún más graves como pueden ser la agresión física, el encarcelamiento, la expropiación de bienes, el destierro, asesinato e incluso genocidio de todo el grupo social al que pertenecen».
Una campaña de propaganda contra C’s al más puro estilo totalitario
Lo que está viviendo Albert Rivera es un intento de asesinato de su reputación. Y Monedero no es el único que está metido en ese empeño. Basta con pasarse por ciertas cuentas de redes sociales llevadas por personas de Podemos y de otros grupos de ultraizquierda para encontrarse todo tipo de chismes, calumnias e incluso viñetas contra Rivera y su partido, presentándoles como fascistas y neonazis, e incluso equiparando al líder de C’s con José Antonio Primo de Rivera por el mero hecho de tener un cierto parecido físico. Yo soy crítico con C’s, no voy a votarles, pero la campaña de agitación que se está dirigiendo contra ese partido me parece asquerosa. Es la aplicación, con todo descaro, de las técnicas de propaganda más sucias desarrolladas por las ideologías totalitarias en el siglo XX, utilizadas -en este caso- para destruir a un oponente político al que se sienten incapaces de derrotar por medio de argumentos convincentes planteados en un debate civilizado.
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Desesperado, Podemos cambia la ‘sonrisa’ por escupitajos dialécticos
Buena parte de esa sucia campaña se explica por la desesperación que hay en Podemos ante su revés en las encuestas. El año pasado soñaban con asaltar el cielo, Pablo Iglesias ya se veía como presidente del gobierno y sus seguidores se dedicaban a amedrentar a todo el que les llevaba la contraria, como si ya se creyeran con el poder y con los medios para taparnos la boca. La escalada de C’s en las encuestas les ha dejado descolocados, y de pedir “sonrisa” contra “su odio”, han pasado a lanzar escupitajos dialécticos como el del miércoles. No obstante, es de agradecer que los lancen ahora, porque sirven de advertencia de lo que serían capaces si gobiernan. Pero lo más alarmante es pensar que Monedero no haya hecho eso por un desliz, sino de forma premeditada.
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Recurre al “miente, que algo queda” porque sabe que la receta funciona
El dirigente podemita es politólogo y lleva años aconsejando a otros -primero a Izquierda Unida y luego al déspota Hugo Chávez- las mejores formas de manipular la opinión pública. Monedero sabe que la técnica del “miente, que algo queda” funciona. Sirve, en parte, para centrar la atención sobre el calumniado y no sobre el calumniador. El derecho de presunción de inocencia vale para los juicios, pero en los vecindarios la calumnia convierte automáticamente al calumniado en sospechoso. Y no es algo que sólo ocurra en entornos incultos y desprovistos de nobles principios: he visto también ese proceso funcionar a la perfección en círculos teóricamente cultos y piadosos. Monedero lanza esa calumnia porque sabe que el “algo queda” funciona muy bien en una sociedad que chapotea en la telebasura y en el sectarismo político e ideológico, una sociedad en la que cualquier acusación sin pruebas lanzada contra una persona, por disparatada que sea, es creída y propagada con profusión entre los que tienen alguna diferencia con el acusado, aunque sólo sea porque esa falsa acusación les hace creerse mejores y superiores a él. En una sociedad en la que han conquistado la fama personajes como Belén Esteban, lo lógico es que también la alcancen mequetrefes como Monedero. Si aquella es una estrella de la telebasura, el dirigente podemita aspira a ser su homólogo de la política-basura en España. Ojalá nuestro pueblo muestre una pizca de madurez y la difamación de Monedero acabe por volverse contra él.