Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
No creo que en estos momentos nadie pueda acusar a los falangistas de invocar la aplicación de las leyes, incluidos los artículos más específicos, ante el desafío separatista del Gobierno autonómico de Cataluña. Porque, esta actitud entra más en la definición de un estricto golpe de Estado, como bien lo ha repetido varias veces, la ex ministra socialista Cristina Alberdi a quién nadie la calificaría de derechosa inmovilista. No solo ella, políticos tan dispares en ideología y currículos como Albert Rivera, de Ciudadanos, el magistrado del Tribunal Constitucional Ramón Arribas, el analista político – procedente del Partido Comunista-, Pérez Henares, el periodista independiente Tony Bolaños, la propia presidenta de la Comunidad Andaluza, la nada sospechosa socialista Susana Díaz, han reiterado por activa y por pasiva la clara consideración golpista de los secesionistas catalanes, ahora confirmada por esa proposición de la rupturista señora Forcadell como presidenta del parlamento catalán.
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Los que intentan, como siempre descalificar a los falangistas, por declarar la irresponsable política del señor Mas, de los comunistas (otra vez desbocados) y Fascistas de la Cup (con sorprendentes apellidos castellanos: Sánchez, Baños,etc), han quedado absolutamente devaluados, descalificados, ante la realidad de los hechos que ya son en Cataluña. No hay ya camino para denegar a los falangistas su decisión de acusar a esa minoría- aunque importante- de catalanes con idea de romper la unidad de España, patria común de todos los españoles y los catalanes lo son también, por querer que nuestra nación aplique todo el articulado de la Constitución, y por supuesto el manipulado 155 por los que desean relativizar el grave problema que se vive en esa españolísima tierra y, que no es más que uno de los instrumentos legales que tiene el Estado para frenar el disparate, la provocación, el horrible desacato contra la tradición la cultura, la historia y la convivencia de todos los españoles.
Han quedado sin argumentos, aquellos que por odio político, nos acusan de ser unos enemigos del diálogo, las firmas de arriba, todas de acrisolada convicción democrática, con sus palabras, valoran nuestra firmeza contra viento y marea muchas veces, por decir alto y claro que en situaciones como esta, no vale ya la palabrería liberal, sino la convicción de la ley. Solo con su aplicación, España regresará a la normalidad. No hace falta aquí recurrir a la actitud del Presidente Azaña en 1934, acerca de cómo resolvió el conato de rebelión catalanista. Company a la cárcel. De nuevo Cataluña quiere malvivir. Enfrente tendrá a los falangistas.