Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es
Justo el seis de diciembre de este mes de 2015 se cumplen setenta y cinco años de la fundación del Frente de Juventudes y de las Falanges Juveniles de España. Para muchos jóvenes de hoy, bueno, de los nacidos después de la llegada de la Transición, el nombre y la fecha no les suene a demasiado conocido, aunque algunos miembros de la OJE hayan escuchado de labios de sus mayores alguna que otra referencia a aquella institución que marcó durante veinte años, de 1940 a 1960, una etapa imborrable en la vida de la juventud española.
Definida como la obra predilecta del Régimen anterior, lo cierto es que fue el mejor intento de convivencia nacional conocida hasta la fecha. Nacido bajo el espíritu de la reconciliación y el futuro, las normas del F. de J., se basaban en el respeto a todos los jóvenes de España fuera cual fuera su procedencia y origen social. Y fue en las centurias inolvidables de las Falanges Juveniles de España donde se procedió con verdadero compromiso a paliar, en lo posible y a veces con enorme éxito, las precariedades de todo tipo que asolaban a nuestro país después de una cruel y fratricida contienda civil. En aquellas riendas de lona, formadas por seis ponchos o por las creadas para campamentos fijos, se unían muchachos estudiantes y quienes con diez años ya estaban en el tajo de la rueda espaertera, del taller como aprendiz, del hijo del maestro y de los obreros de cualquier fábrica. Y al lado, como ejemplo de esa hermandad que se quería y se vivía, el niño del represaliado y el primogénito de un alcalde. Éramos camaradas, en el mejor sentido de la palabra, esto es, entrega, solidaridad, respeto, ayuda mutua.
Y dando amparo a este espíritu de convivencia, la aspiración a cambiar a mejor la realidad de nuestra nación. Y por eso, la humilde pero evidente cobertura a las becas, a las ayudas sociales- comedores, Hogares juveniles, proyectos culturales, misiones en los campos, etc-, que sin duda hicieron posible el despegue lento, pero progresivo, de una sociedad que nos necesitaba. De ahí también sus programas de marchas, donde aprendimos a gestionar un día de acampada, a preparar una comida “ paellera”, a disciplinar nuestras energías de muchachos y adolescencia, a encender y mantener un fuego, a cuidar de la naturaleza y el entorno, y cómo no, a respetar a nuestros mayores y amar a nuestro país.
Que todo esto tuviera un tinte Joseantoniano, es cierto, pero la verdad es que primero a esas centurias se entraba de manera absolutamente voluntaria, y luego, claro, se permanecía en la seguridad de que nadie echaría en cara de nadie de donde venía y a donde quería ir, fue, el único intento serio – con sus defectos de pobreza de medios o de vivencias contradictorias, es verdad-, pero pleno de sinceridad y ánimo revolucionario hacia una patria más justa. No otra cosa, imaginaba Enrique Sotomayor, artífice de esa maravillosa idea de formar a nuestras juventudes cara a un mañana distinto, El Frente de Juventudes, las Falanges Juveniles de España (yo nunca las llamé de Franco), sería un crisol de voluntades, de rebeldía juvenil, de escuadras de trabajo comunitario – recuerdo las brigadas juveniles de repoblación forestal; de aventuras y descubrimientos para miles de afiliados, el mar, las grandes montañas, los monumentos nacionales, o ese senderismo hoy tan aclamado, y que nosotros desde los hogares de flechas, cadetes y guías, ya practicábamos hace más de medio siglo
Yo no voy a negar en este aniversario que en el seno del F. de J. hubieron fallos- toda obra humana los tiene-, que se pecó de excesivo tributo a un jefe de Estado que no nos gustaba, pero también fuimos los que le dimos la espalda en el 55 y 58 en el Escorial y en el Valle; que desfilamos con exceso ante los fantasmones del momento, pero quienes creamos Academias de Arte o dábamos ilusión a los más niños con Cabalgatas y Guiñol; que callamos mucho, pero que protestamos más porque todo en el F. de J. y en las Falanges Juveniles de España – jamás les daré otro nombre-, fuimos siempre cara al mañana que nos prometía patria, justicia y pan.
Lo ve D. Eduardo esta usted muy mayor y muy quemado para querer organizar nada a sus años. Deje a la juventud y viva de sus recuerdos tan antiguos.
Es verdad, Señor Ubalde. Tengo ya muchos años y no me arrepiento de mi vocación política ni de mis años de juventud que me sirven precisamente para leerte sin descalificativos y, desde luego sin ira. Sí con la educación que recibí en esa etapa imborrable de mi vida. Allí aprendí entre otras cosas, a escuchar a todos, incluso a los que me insultan.
Mi intención al escribir ese pequeño texto sobre un aniversario, en absoluto quiere decir que sea lo mejor o lo imprescindible en todo un tiempo, sino conmemorar una fecha que significó mucho en la España de la posguerra, y del inicio de una recuperación nacional difícil y llena de obstáculo. Y esto desde una perspectiva de historia. Nada más. Si ahora, recordar parte de una experiencia vital, no es de su agrado, pues qué le vamos a hacer. Yo, no hago discursos, solo memoria.
Como que no hace discursos? Acaso no llama a organizar otra Falange? Todavía no hay suficientes? Quiere ser jefe verdad Edu?