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David Bowie, el hombre que puso el pop en Marte

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Durante los años noventa, su influencia fue máxima, desde Nirvana haciendo una versión desenchufada de “The Man Who Sold The World” hasta Suede construyendo una carrera completa partiendo de su sonido. Su mejor disco, ‘Dog Man Star’, parece una resurrección de la banda clásica de Bowie: The Spiders From Mars, rejuvenecidos veinte años. No hubo generación de músicos que no incorporase alguno de sus recursos y lo más probable es su huella siga viva en las que vienen. Superventas de la talla de The Cure, Smashing Pumpkins, Marilyn Manson, Guns N`Roses y Nine Inch Nails resultan inconcebibles sin el trabajo previo de Bowie. Morrissey, otro de sus alumnos destacados, también dejó ver su admiración, especialmente en su etapa en solitario.

David Bowie ha muerto hoy a los 69 años víctima del cáncer.

El Confidencial / Al final, recordamos cuatro o cinco artistas de cada década y no hay duda de que Bowie estará entre los elegidos, sobre todo cuando pensemos en los años setenta. Ahora mismo, su regreso a los escenarios era el más codiciado por los festivales cool de todo el planeta. En su etapa final, estuvo cercano a bandas como Placebo y Arcade Fire, grupos emblemáticos de la cultura hipster que recogieron su espíritu épico y melancólico, sin alcanzar nunca la intensidad del Bowie clásico.

Luces y sombras

En un perfil del libro ‘Pulp Rock’, publicado en 2005, el vetarano crítico catalán Ignacio Juliá se esforzó por dar una visión con matices del personaje: “Su labor investigadora, siempre en vanguardia, resulta perfectamente encomiable, pero no debemos olvidar que, en cierto modo, también fue instigador de cosas tan nefastas como los cortes de pelo anarajandos, la afectación y el esteticismo vacuo de gran parte del pop independiente británico, el tecno y mamarrachos como Gary Numan, la irrupción de los esquemas dicotequeros en el rock, los duetos innecesarios -¡con Bing Crosby!-, el predominio de la imagen sobre el sonido, el abuso de la teatralidad, etcétera.

Su labor investigadora, siempre en vanguardia, fue encomiable, pero también fue el instigador del esteticismo vacuo del pop británico

No es fácil enjuiciarle. La balanza no se equilibra hacia uno u otro lado. Y su actual estado de hibernación creativa bien podría ser una fase más. Quiero creer que aún puede sorprendernos”, explicaba. Nadie quería darle por muerto, incluso se saludaron sus dos últimos álbumes como una resurrección, pero la verdad es que hacía tiempo que había dicho todo lo que tenía que decir. Estamos ante una figura inmensa y contradictoria, a la que se han dedicado muchos elogios y pocos análisis.

“Creo de manera firme en el fascismo”

Bowie se dejó llevar muchas veces por la estética, el espíritu cultureta y los delirios de grandeza. Lo deja bien claro su momento más polémico: en 1976, apareció en Victoria Station de Londres en un coche descapotable haciendo el saludo nazi. No fue la malinterpretación casual de un gesto: el asunto le obsesionaba, como había dejado claro en entrevistas previas. La más cristalina se publicó en Playboy en 1974: “Gran Bretaña está preparada para un líder fascista. Creo que se podría beneficiar de ello. Después de todo, el fascismo es nacionalismo verdadero. Creo de manera firme en el fascismo, la gente siempre responde con mayor eficiencia ante el liderazgo de este tipo de regímenes”.

Con la misma claridad hablaba a esa revista dos años después: “Las estrellas de rock son fascistas. Adolf Hitler fue una de las primeras estrellas de rock. Piensa en ello. Mira sus primeras películas y la manera en que se mueve. Creo que es tan bueno como Jagger. Resulta fascinante. chico, cuando Hitler se ponía sobre un escenario, sabía como trabajar al público y es el creador de algo que supo controlar durante doce años. El mundo no volverá a ver nada como eso. Convirtió un país en un escenario. La gente no es muy lista, ¿sabes? Dicen que quieren libertad, pero cuando tienen la oportunidad pasan de Nietzsche y escogen a Hitler porque él entra en las habitaciones con música y luces manejadas de manera estratégica. Ofrecía algo muy parecido a un concierto de rock and roll. Los chavales se excitaban mucho, las chicas se calentaban y sudaban y la gente quería ser como él. Para mí, esa es la experiencia del rock and roll” .

Su análisis era totalmente acertado, pero su posición política totalmente rechazable, hasta el punto de que el incidente de Victoria Station fue una de las inspiraciones para el movimiento igualitario Rock Against Racism.

Éxito asfixiante

¿Cuál fue su etapa dorada? Sin duda, el febril lustro que va desde 1969 hasta 1972. Son los años en que cristaliza su personalidad magnética, ambigua y desafiante de las convenciones sociales. Con la épica ‘Space Oddity’ demostró que se podía mandar el pop al espacio, ganando nuevas dimensiones para el género. ‘The Man Who Sold The World’ confirmó su empaque poético, mientras que ‘Hunky Dory’ fue su primer álbum clásico. Canciones como ‘Changes’, una oda a la personalidad camaleónica, definen su actitud ante la música y la vida. La explosión definitiva llega como ‘Ziggy Stardust & The Spiders From Mars’ , donde su personaje gana madurez, seguridad y descaro.

No solo destacó por la potencia de las canciones del álbum, donde no sobra nada, sino por una gira que multiplicó la fantasía, transgresión y el histrionismo del rock en directo. Fue su mayor éxito de ventas hasta entonces y el disco que le convirtió en estrella. El rock es un género cien por cien masculino, pero Bowie supo quitarle testosterona y fascinar a quienes se encuentran más cómodos entre uno y otros género. Por algo fue el artista que sacó el glam del gueto underground. ‘Aladdin Sane’ y el disco de versiones ‘Pin Ups’, ambos de 1973, son obras menores que redondean su etapa clásica. Su influencia a comienzos de los setenta llegó a ser tan asfixiante que uno de los álbumes emblemáticos de Lou Reed, el pegadizo ‘Transformer’ (1972), suena más a Bowie que el propio Bowie (que participó en el álbum como productor).

Etapa “arty” y declive

Los fans de su lado más introspectivo, arty y experimental prefieren la llamada trilogía berlinesa, marcada por su mudanza a Europa, su interés en la cultura clásica y su decisión de desengancharse de la cocaína, cuyo uso se había ido convirtiendo en abuso al mismo ritmo que crecía su éxito mundial. Bowie reconocía que hubo una etapa en la que apenas tomaba otra cosa que leche y cocaína, que llevaba siempre consigo en el interior de un colgante y aspiraba con una cucharilla. La trilogía berlinesa, compuesta por ‘Low’ (1976), ‘Heroes’ (1977) y ‘Lodger’ (1979), transmite intensidad, melancolía y ganas de romper los moldes de la canción pop. Por ejemplo, el compositor Carlos Berlanga (Pegamoides, Dinarama) recordaba como una experiencia mística adolescente cruzar en coche los campos de Castilla mientras escuchaba ‘Low’. 

¿En qué momento deja de hacer discos interesantes? Los ochenta fueron el comienzo del declive: todavía hiciera canciones que se consideran himnos (‘Ashes to ashes’, ‘Let`s Dance’…), pero empieza a convertirse en copia de sí mismo. Su carrera se va por el túnel con el proyecto Tin Machine, una banda donde intenta ponerse a la altura del rock duro alternativo que empezaba a despuntar sin llegar a conseguirlo. A partir de entonces, Bowie combina imitaciones de sí mismo con intentos de ponerse al día. Ya hace tiempo que no rompía esquemas, sino que intentaba no perder pie.

Pionero de las hipotecas basura

La creatividad de Bowie se había ido a otro sitio. Su mayor intento de innovación después de los ochenta estuvo en el mundo financiero. Así lo explicaba el profesor Juan Hernández Vigueras en La Vanguardia: “En 1997, Bowie cobraba derechos de autor de más de 200 canciones. Un banquero amigo, el estadounidense David Pullman, le aconsejó que sobre la base de esos derechos de autor se podían crear títulos bursátiles que podían ser más tarde comprados y vendidos en los circuitos financieros como activos. Y así se hizo. Lo cierto es que la idea no tuvo precisamente mucho éxito, y financieramente tuvo un significado relativo, pero sí marcó un precedente en los mecanismos financieros posteriores. Tal es el caso, por ejemplo, de las hipotecas subprime. Estos mecanismos están hoy en día más vigentes que nunca”.

Bowie fue una figura central de la época que le tocó vivir, autor de clásicos inmortales del rock y una figura fascinante, por sus aciertos y errores.

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