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La novela sobre la Guerra Civil de la falangista que incomodó a Franco

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A Mercedes Formica (Cádiz, 1913-Málaga, 2002) se le recuerda, entre otros adjetivos, como guapa, falangista y feminista. Puede que dispuestas así, cada una tan cerca de las otras, estas tres palabras no resulten cómodas. Como tampoco lo fueron las inquietudes de mujer adelantada a su tiempo de esta escritora y abogada, que sigue resultando incómoda en una España como la de ahora mismo, en la que hace sólo un trimestre Kichi, el alcalde de Podemos de su ciudad natal, mandó a retirar el busto que le rendía tributo en una plaza. En su época, la postura ante la vida de Mercedes Formica llegó a resultarle molesta al mismísimo Franco. Además, la autora fue mirada con ojos inquisidores por la cultura de la posguerra cuando se destapó como novelista, en los albores de los años 50, con Monte de Sancha, la narración ambientada en la Málaga de la Guerra Civil que acaba de reeditar la editorial sevillana Renacimiento.

El Mundo / Una vez que aquellas páginas vieron la luz con la historia del amor imposible entre una joven de la aristocracia y un escultor de un barrio obrero -y con el contraste entre las mansiones de Monte de Sancha y el olor a «pesimismo, muerte y descomposición» de El Perchel- el éxito de la escritora se vio salpicado por las críticas, que tildaron su novela de «insustancial reportaje sensacionalista».

O, incluso, hubo quien desconfiaba de que una mujer se atreviera a abordar el conflicto bélico con «una voluntad de hacerlo con rigurosidad y seriedad».

Así lo asegura, en el prólogo de la reedición con la que Monte de Sancha ha regresado a las librerías, Miguel Soler Gallo. A juicio de este experto en su obra, esta novela «es, en parte, un homenaje a aquella juventud española, protagonista indiscutible de los acontecimientos que sobrevinieron al país en los años treinta, la misma que le tocó vivir a la propia Mercedes Formica, profundamente idealista, y que no pudo permanecer indiferente fuese cual fuese su ideología».

«Junto a esta juventud, Málaga es la otra gran protagonista como lugar de acción, aunque el epicentro se sitúe en el Monte de Sancha, un enclave real y al mismo tiempo simbólico donde se ubica la casa de la protagonista, Margarita Bradley, inspirada en la de Carmen Werner, también falangista y amiga de Formica», añade el prologuista, quien no obvia lo impregnada -con el top less de Gala Dalí incluido- que está la narración del apogeo cultural de la ‘Ciudad del Paraíso’ en la que se coció la Generación del 27.

En opinión de Miguel Soler Gallo, «el que Mercedes Formica no reivindicara una determinada ideología política con rotundidad en su novela responde al proceso de evolución que sufrió su propia ideología durante los años de la contienda, desde una militancia ferviente en Falange hasta llegar a sentirse incómoda en el franquismo».

Precisamente, esta reedición de Monte de Sancha se enmarca en un rescate de la obra de la gaditana emprendido por Renacimiento, que ya publicó un par de años antes sus Memorias, en colaboración con el Instituto Municipal del Libro de Málaga.

En este otro volumen, prologado por Mariano Vergara, a la hora de abordar las diferencias existentes entre Franco y Primo de Rivera, la autora muestra su convencimiento de que el caudillo se negó a evitar la muerte del fundador de Falange y a aceptar el canje que le propuso la República: «¿Qué podía temer Franco de José Antonio?», llega a preguntarse la escritora.

En los relatos sobre la Guerra Civil española que atraviesan una parte importante de sus Memorias, Formica tampoco se tapa la boca y se rebela contra tanta barbarie. Ella estaba en contra de aquella guerra. Por eso, no se calla a la hora de desenmascarar los cambios de camisa a los que asistió entonces. O lo mismo recuerda su relación con importantes poetas del 27 que clama contra el fusilamiento de su admirado García Lorca: «Dos días después, 18 de agosto, asesinaron en Granada a Federico García Lorca. Durante mucho tiempo me resistí a creerlo», dejó escrito esta pionera que se atrevió a luchar por los derechos de la mujer en plena posguerra.

De hecho, según relata en la introducción a sus Memorias Mariano Vergara, la abogada logró en los años 50 la reforma de 66 artículos del Código Civil, para que, por ejemplo, «en los domicilios de este país disminuyera el poder absoluto del marido, y si se producía una separación la mujer no fuese depositada otra vez en casa de sus padres o en un convento».

Para ello, llegó a entrevistarse con el dictador, pese a sus discrepancias con él, y de aquel encuentro salió con la sensación de que había sido comprendida, porque Franco también había asistido, al igual que ella en su casa, a los problemas que vivió su madre.

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