«Mientras hay vida, hay esperanza y yo me agarro a eso», declaró un griposo presidente en funciones de la Generalidad en su valoración de la negativa de la CUP a investirlo. Sin embargo, la filípica contra la mitad de la formación antisistema fue antológica. Mas no se ahorró chuflas sobre el carácter revolucionario, hiperrevolucionario e hiperregulador de las izquierdas. Aún así se aferra a un cambio de criterio de la CUP, que vean la luz y hasta el domingo hay tiempo, apuntó. El líder convergente vinculó claramente el futuro y bienestar del «proceso» a su figura porque, alegó, no se puede excluir a nadie, «se trata de votar, no de vetar, de sumar, no de restar, de incluir y no excluir». Sobre esa frase construyó un discurso para justificar que no acepta dar paso a otro candidato.
Hasta el último minuto
LD / «El día 11 -advirtió- firmaré el decreto de convocatoria de las elecciones, pero tengo hasta el día 11 para firmarlo. No lo firmaré ni hoy, ni mañana ni pasado. ¿Qué quiere decir esto?: que hasta el domingo hay plazo para hacer un pleno de investidura. Pero no haremos más ofertas». Y añadió que «si accedemos a lo que nos piden (que el candidato a la investidura sea otro), la soberanía catalana y el proceso fracasarán. No podemos acceder a lo que quieren por dignidad. La presidencia de la Generalidad no es una subasta de pescado». «Pero hasta el último hay tiempo», insistió.
Mas no acaba de asumir la negativa de la CUP y trata de hurgar en las diferencias de los antisistema. De entrada aseguró que «esta decisión (el no) se produce tres meses después de intensas negociaciones. Hemos tenido toda la paciencia, más paciencia que la de Job en términos bíblicos», dijo y pasó a relatar todas las concesiones ofrecidas a los diputados cuperos: «Declaración de inicio del proceso en el parlamento; presidencia compartida con otros miembros del gobierno; diez meses después cuestión de confianza; hoja de ruta para construir el Estado en Cataluña; proceso constituyente y un plan de choque social ambicioso».
Utilizó la dimisión de Antonio Baños, el cabeza de lista de la CUP, para demostrar que en la formación hay una mitad (citó repetidas veces la asamblea del empate a 1.515 de Sabadell) que discrepa de la decisión del consejo político del pasado domingo: «La dimisión de Baños demuestra que hay partes muy sustantivas de la CUP que están en contra de la decisión adoptada».
«Falta de sentido de país»
El todavía presidente en funciones de la Generalidad pareció admitir un error, pero fue para cargar más las tintas contra la formación antisistema: «Hemos cometido un error, pensamos que la CUP tendría sentido de país, confiábamos en ello.Y los tres meses pensábamos que era un peaje para ponernos de acuerdo. Creímos que el sentido de país se impondría, pero ahora se ha comprobado que lo que realmente impera es el espíritu revolucionario por encima del sentido de país. Que no vean que este es un momento trascendente y que no deben poner palos en las ruedas es por esa falta de sentido».
Afirmó además que el «error» de los cuperos «es de proporciones gigantescas. Sólo con la gente que quiere hacer la hiperrevolución no llegaremos ni a la esquina. Necesitamos incluir a las clases medias y a las populares, a las que no representan estos superrevolucionarios.La mitad de la CUP lo ha entendido y lo valoro mucho. Pero la otra mitad no y ha acabado imponiendo sus reglas».
En suma, que Mas no se da por vencido, que una plaga caerá sobre la CUP si no corrige su decisión, que hasta el domingo hay tiempo y que si no hay acuerdo, el lunes firmará el decreto de convocatoria de las elecciones. Suspense hasta el último minuto. Oriol Junqueras se ha autodescartado y la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Òmnium y los municipios por la independencia intentan hacer de mediadores entre «Junts pel Sí» y los «hiperrevolucionarios», el clavo ardiendo al que se aferra el incombustible Mas.