Mariano Rajoy ha vuelto a demostrar su resistencia. A falta de un giro inesperado y dramático que nadie en el Partido Popular espera, el martes le dirá al Rey que no cuenta con los apoyos suficientes para ser investido presidente y se preparará para afrontar una nueva campaña. De hecho, lleva ya semanas participando en actos y paseos claramente electorales. «Pedro Sánchez no quiere. Yo llevo intentándolo desde el 21 de diciembre, pero seguir es un poco absurdo», transmitió este pasado jueves a los periodistas, en una conversación informal en El Toboso, Toledo.
LD / En efecto, un día después de los comicios, Mariano Rajoy informó al Comité Ejecutivo de su partido que iba a ofrecer un pacto al PSOE, al que podía adherirse Ciudadanos. Una gran coalición sin más líneas rojas que la unidad de España y evitar bandazos económicos. Y, por supuesto, con él en la Moncloa. El problema, resumió este jueves, es que Sánchez nunca aceptó ese diálogo. «Él no quiere, ¿qué voy a hacer yo?», expuso. «No ha sido posible», añadió, descartando cualquier contacto antes de que el monarca se reúna con los líderes políticos a partir del lunes.
Según el diagnóstico de Rajoy, los españoles acabarán premiándole en las urnas por haber sido previsible y no haber dado giros en este proceso. Esto es, podrá mantenerse en la Moncloa. Y ello pese a una «campaña brutal», en palabras de su entorno, para intentar que tirara la toalla. Un ministro próximo al líder se quejaba, especialmente, de la actitud de los medios de comunicación: «Ha sido impresionante, con periódicos muy importantes pidiendo su dimisión en los editoriales». Sin ir más lejos, El País la pasada semana, pero también El Mundo. «Y eso sin contar lo que se dice en las tertulias (…) Federico –Jiménez Losantos- es terrible», remató en una reciente charla sin cámaras.
Para Mariano Rajoy, lo ocurrido no es nuevo. Él mismo cuenta que ya sufrió presiones en los prolegómenos del congreso de Valencia de 2008 y, recientemente, cuando España parecía abocada a un rescate. Unas dificultades que también se han vivido estos meses en Génova y en Moncloa, aunque se hayan silenciado. Por ejemplo, cuando se pidió que el PP se abstuviera en la investidura de Sánchez. «Para eso, se cierra el Partido Popular», espetó entonces su entorno, sobrepasado por tanto titular en contra.
En varias ocasiones, el Partido Popular tuvo que negar un recambio. «Será Mariano Rajoy hasta el final y, si se repiten las elecciones, será el candidato. Es mejor no hacer el ridículo», se exasperaba uno de sus asesores a finales de enero. «Menos mal que tenemos al presidente más independiente de la historia», comentó ya en marzo tras escuchar lo que se decía en algunos medios de comunicación. El runrún se ha mantenido hasta prácticamente el final, con Soraya Sáenz de Santamaría o Cristina Cifuentes en las quinielas.
El propio Mariano Rajoy avisó a sus diputados en febrero que la cosa no iba a ser fácil: «Es probable que veamos cosas y pasemos por situaciones difíciles en las próximas fechas, pero este es un partido que tiene historia, que siempre se ha gobernado a sí mismo, que ha pasado por situaciones complejas y ha pasado bien, y yo o aseguro que en esta ocasión también va pasar bien». Y es que, entonces y durante buena parte de estos meses, muchos cargos del PP cayeron en el abatimiento por no tomar la iniciativa, así como por los casos de corrupción.
Literalmente, Mariano Rajoy ha desesperado una vez más a los suyos. Su equipo vigiló cada movimiento que consideraba peligroso e intentó acabar de sopetón con las voces críticas para evitar que pudieran alzarse otras. «Aquí se ha sido muy salvaje con algunos», en palabras de un dirigente de Génova. Los principales señalados han sido José María Aznar y Esperanza Aguirre. En Bruselas, donde observan atónitos la más que probable repetición electoral, al líder del PP le preguntaron por las presiones: «Si me dejara presionar por poderes económicos o mediáticos no merecería ser presidente del Gobierno», contestó a los periodistas. Y remató: «Lo que da mayor tranquilidad, serenidad, espíritu y equilibrio es atender al interés general».
Ahora, Mariano Rajoy se muestra convencido de que su parsimonia ha vuelto a surtir efecto. Eso sí, durante este periodo, ha tomado nota. «El tiempo pone a cada uno en su lugar», suele afirmar, según sus interlocutores. «Se lo han querido cargar, pero no lo ha conseguido. Él está bien, tranquilo y seguro de que va a ganar las elecciones», según las fuentes consultadas. Y, todo ello, pese a la dimisión de José Manuel Soria o los presuntos casos de corrupción que afectan a su formación, como el de Rita Barberá, que siguen noqueando al Partido Popular.
«Que no te coman», le gritó un señor este jueves en El Toboso. Rajoy también estuvo después en Puerto Lápice. Allí, junto a María Dolores de Cospedal, protagonizó la campaña que más le gusta, la de los pueblos. Se dio un paseo, entró en un bar, se dejó fotografiar. «Así estaremos hasta junio», avisaron desde la dirección nacional, que no espera hacer muchos cambios en listas y programa.