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SI ESPAÑA TIENE REMEDIO ¿QUIÉN LO TIENE?

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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es

¿Las urnas? ¿Los partidos y los individuos que tienen a éstas en una especie de supremo juez cuyos veredictos vienen a resultar en algún momento como certeramente inapelables, según ellos? Pues no es esa la experiencia. Tanto es así, que sin que las urnas, meros continentes recipiendarios de opiniones contrarias, tengan mayor autoridad que la de un acuerdo o convencionalismo social, son elevadas, por el contrario, a la categoría de arúspices que examinan las entrañas de la sociedad hasta encontrar en su momento una verdad única; aunque imposible.

El rito moderno que sustituye a aquellas ceremonias del pasado en que un sacerdote hurgaba en las entrañas de las aves para conocer el futuro, es la democracia, por cierto también de mucha antigüedad en el acervo cultural de la Humanidad. No vamos a decir que la democracia tenga la misma credibilidad que aquellos ceremoniales; pero hiperbolizarla hasta considerar sus resultados la última y más cercana opinión a una verdad absoluta, es establecer que la mayoría por serlo tiene siempre la razón frente a la minoría que por serlo no la tiene. Sólo si ambas magnitudes, mayoría y minorías, se compusieran de seres de ciencia infusa y no de saber inducido por otros individuos inductores, de la misma consistencia intelectual que los inducidos, podríamos arriesgarnos a pensar que la democracia es un sistema perfecto para la convivencia política de un nación. Por desgracia o por suerte, sabemos que en los inductores y creadores de opinión pública pesan mucho más sus intereses particulares y partidarios, que vienen a ser lo mismo, que el bien común, el de todos, a la hora de invitar al pueblo a participar en eso que los profesionales y usufructuarios de la política llaman la “fiesta de la democracia”.

Mas, la cosa no tendría mayor importancia o trascendencia si a veces, como es el caso actual de España, no fuera que de los resultados de esas urnas salieran con un “empoderamiento”, como dicen algunos de estos políticos de la nueva ola, estrafalarios tipos dispuestos a regir los destinos de una nación a la que niegan en su ser, en su tradición y en su Historia. Lo que es, por otro lado, una contradicción en sus términos, porque cómo explicarse que se presenten a una elecciones nacionales para desvertebrar, romper, descuartizar y, en definitiva, liquidar a la nación en que han nacido y dicen querer gobernar. La pregunta es, pues, para el absurdo: ¿Sobre qué nación, si la destruyen, quieren ejercer su gobierno? ¿Quién y a qué quieren gobernar? O ¿es que es algo más profundo e inconfesable y su “empoderamiento” es el servicio y obediencia a un mandato geopolítico de poderes supranacionales dispuestos a acabar con una nación y sus principios milenarios? Es decir, ¿se trata de personas y movimientos que la Historia Universal ha definido en su acción como felones, traidores y renegados? No es de extrañar, España viene desde siglos enfrentándose a los embates de leyendas negras por el sólo hecho de haber sido en el pasado una de las tres o cuatro naciones-guías que han conformado la Historia Universal Moderna con sus creencias, principios, valores y manera de ser y estar ante la vida. La envidia no es sólo un defecto individual, también lo es colectivo. Y esta nación ha despertado mucha envidia colectiva por su huella cultural y personalidad, impresas en los cinco continentes.

Sin embargo, las dolencias de esta nación están ahora más en su interior que fuera de la misma. Cuando se pierde el honor, el orgullo, la dignidad como individuo y como pueblo, todo el pasado que debería servir de referencia se diluye y en su lugar aparece la desorientación y el desapego a la grandeza de lo propio porque acaba ignorando lo importante que fue. Pero no son los pueblos en sí quienes pierden esas referencias. Son sus guías, sus líderes, los que tienen, en definitiva, la obligación y alta misión de que aquéllos, los pueblos, no malogren, por caer en la incultura, la memoria histórica -ésta sí y no la del invento de un reciente, mediocre y miserable político que Dios confunda- de su destino que no ha empezado hoy, ni ayer, sino hace siglos. Y, aunque no lo parezca, hay momentos en esa Historia en que tales líderes no son más que guiñoles movidos por extraños dedos. Éste parece uno de ellos.

El panorama español es desolador. Se mire a derechas, a izquierdas, al centro, abajo o arriba, no se ve más que mediocridad intelectual, medianías políticas, egoísmos, particularismos, pancismo y pesebrismo de partido… No se atisba, no se ven individuos con talla, resueltos, convencidos en sus principios y por ellos dispuestos a levantar la vieja bandera de España, negada, y hasta quemada, en tierras que son y fueron siempre hispanas. Es una plaga la que nos asedia, individuos sin fe que han perdido el alma hispana. ¿Puede surgir algo bueno y pacífico de esta negatividad, de esta indolencia, de esta dejadez, de este abandono de nuestra personalidad como españoles? ¿Por qué otra se pretende sustituir? ¿La inventada por unos modernos reyezuelos de taifas de estas tierras a quien nadie conoce en el mundo ni conocerá nunca en su ya iniciada globalización y que no son más que cabezas de ratón de caserío, masía o pazo?

Otro ejemplo palmario y descorazonador de este estado de postración de nuestra Patria lo tenemos en esos líderes que encabezan actualmente los partidos políticos en la lid de las urnas. Su única obsesión y ambición: el poder personal. Un poder para el que, para más inri, no están a la altura. Nada más hay que fijarse con cierto detenimiento y ver que se han hecho dueños momentáneos de cada una de las cuadras partidarias, cuya propiedad quieren asegurar alimentando los cientos de pesebres que la componen como reatas de asnos. La medianía del líder del partido más votado, el PP, Mariano Rajoy Brey revienta todas las medidas posibles. Hace cuatro años, el pueblo español le entregó una mayoría democrática para que cambiara la peligrosa, impropia y desnortada ruta que a partir de aquel fatídico 11 de marzo de 2004 siguió con un individuo, colmo de la mediocridad, al que el mismo Rajoy calificó de “bobo solemne”, en acertada definición de aquella personalidad cuya idiotez iba pareja con la maldad de sus actos. Un tal Rodríguez Zapatero. Pues bien, el actual Presidente del Gobierno no sólo no corrigió aquella rota suicida del gran galeón español sino que con su dejadez, dicen también que con su vagancia, su falta de autoridad y su torpeza como gobernante está a punto de estrellar la nave contra los riscos de la costa. Y sin embargo, ahora en el momento en que la dignidad como persona y político debió empujarle a tomar la decisión que deben arrostrar los hombres con honor cuando son los máximos responsables de la desdicha de un pueblo, se aferra al timón de la nave como el capitán que hubiera perdido la carta de navegar y todos sus instrumentos, sin que le quede otra cosa entre las manos que el propio timón.

Qué decir de sus opositores, los Sánchez, los Rivera, los Pablos Iglesias, etc., dando tumbos, giros de 180 grados, botes y rebotes ideológicos sin ver que el bien común, la propiedad de todos, la nación española se desintegra por sus propios actos nefandos, sus incompetencias, sus personales ambiciones y las ideologías trasnochadas y dañinas de algunos de ellos, ya más que probadas y reprobadas en los laboratorios de la Historia mundial.

El remedio, ¿más democracia? Podría ser, sí, pero sana, fuerte y amparada por un auténtico e inflexible Estado de Derecho. Todo lo demás es mentira, trampa, demagogia, contubernio de politiquillos mendaces y aprovechados; al final, engaño y daño a la nación y su ciudadanía. Mientras habrá que pasar a la presente por el pabellón de enfermos terminales para ver si un milagro la cura; porque en su actual estado calamitoso y catatónico, está contaminada por las más viciosas costumbres de los más bastardos políticos. Ahora sí que es cierto lo que dijo el otro: “En España no sólo funcionan mal los que mandan, sino también los que obedecen”. ¿Quién fue el primero, el huevo o la gallina? Hay que salir de este círculo vicioso que va más allá de un acertijo y poner orden en este gallinero. Qué no sea por falta de huevos.

¿A dónde están aquellos políticos que decían: “España, lo único importante”?

Pedro Conde Soladana

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2 COMENTARIOS

  1. Dice, más o menos, Stanley G. Payne en la entrevista que se publica en este mismo digital que el pueblo, la gente, no quiere volver a un pasado trágico. Lógico; el problema es que los dirigentes políticos actuales pueden llevarnos con sus ambiciones meramente personales a una situación límite. Pongamos que los podemitas tocan poder y se hacen con algún Ministerio sensible en cuanto a información y seguridad nacional. ¿Qué información podría pasar a Venezuela o Irán después de los que sabemos de su mala calaña? Y ¿con qué repercusión para la existencia de España?

  2. No he sido político ni lo pretendo ser ahora. Lo que si tengo claro es que desde un punto de vista económico, España esta mejor que hace 4 escasos años y que mientras el personal viva para la pela, olvidando valores humanos, éticos y sociales, o sea, le importe tres cojones la unidad de España, los problemas del vecino y sigamos siendo insolidarios como nadie, esto no lo levanta ni El Altisímo, y menos, limitándonos a criticar una actualidad que viene dada por el cinismo, la mentira, la sinrazón y venganza (que parece increíble a estas alturas) impuesta por una izquierda rastrera que encuentra su mejor caldo de cultivo en la torpeza, el egoísmo, y la bajeza moral de una derecha mediocre, torpe y perezosa que no ve mas alla de sus propios intereses.

    De una cosa si estoy seguro es que quien mata es la ETA (izquierda abertzale e fino, pero izquierda), quien soliviante es el PSOE (izquierda moderada, pero izquierda), quien pretende la ruptura de España es la izquierda nacionalista, pero izquierda 8 (aunque haya veces que se alíe con la extrema derecha local. Increíble lo que puede llegar a hacer el poder). etc.etc.etc

    Y mientras tanto, nosotros, salvadores de la patria, perdidos entre yugos y flechas retirados de los postes (y bien retiradas soy de la opinión que nunca se debieron poner), fotografías testimoniales de ese pasado que pudo darnos una Patria enorme y monumentos que, a veces, nos generan mas dolor que animo de reconciliación, lamiéndonos nuestras heridas y mirándonos el ombligo.

    QUE COJONES TENEMOS

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