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El cardenal Müller revela cuál es la estrategia de Francisco para cambiar la imagen de la Iglesia

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Todo empezó con una reunión estratégica al empezar el pontificado de Francisco que lo cambió todo, al menos en lo que a imagen eclesial se refiere.

RyL / El pasado martes 3 de mayo por la tarde, respondiendo a preguntas de estudiantes y profesores en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de Doctrina de la Fe, reveló esta reunión como una clave para entender la comunicación actual del Vaticano y la Iglesia.

“Al comienzo del Pontificado, el Papa Francisco y yo hablamos. Vimos que con los papados anteriores la prensa nos acusaba a la Iglesia de hablar solo de sexualidad y de hablar sólo contra el aborto y esos temas. Y decidimos con Francisco hablar siempre, siempre, siempre de lo positivo, sin olvidar las otras dimensiones. Si nos fijamos, en los textos del Papa Francisco aparece la ideología de género, el aborto… sí, esos temas aún aparecen. Pero nos centramos en lo positivo”.

Muller, antes de ser cardenal, en sus reuniones iniciales con el nuevo Papa Francisco; el Papa argentino marcó la estrategia de hablar “siempre, siempre, siempre de lo positivo”

Eso reveló el cardenal Müller ante un auditorio que incluía varios obispos, incluidos el cardenal Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid, su sucesor el arzobispo Carlos Osoro, el obispo auxiliar Juan Antonio Martínez Camino, el obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla y el obispo de Almería, Adolfo González Montes, así como varios responsables de movimientos y universidades católicas. El cardenal ha estado en Madrid, Valencia y Ovieo presentando su libro-entrevista Informe sobre la Esperanza (BAC).

Una estrategia para la opinión pública

El cardenal alemán añadió, en su español que no es fluido pero sí suficiente: “Es una estrategia contra estos círculos de la opinión pública que quieren encerrar a la Iglesia en la imagen de que sólo habla de sexualidad. Es una estrategia. El Papa Francisco tiene su propio estilo. Él dice que se siente como un párroco, dice que la base de la doctrina ya está clara en los textos de Benedicto XVI. Él dice: ´adelante con la teología´, pero él tiene el carisma de comunicarse con la gente y quiere servir desde ese carisma…”

Müller fue designado por Benedicto XVI en 2012 como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la misma que él mismo, Joseph Ratzinger, había dirigido al servicio de Juan Pablo II durante 30 años. Lleva ya 3 años colaborando con Francisco en este servicio. Y explica las cosas como las ve.

“Tenemos que aceptar al Papa como es, como él se entiende a sí mismo”, afirma. “Varias veces Francisco afirma: ´yo no quiero cambiar la doctrina´. Todos saben que la doctrina no se puede cambiar, no es de nuestra propiedad. Es un depósito de la fe que tenemos que preservar en fidelidad a la palabra de Dios”.

Respecto a la eficacia de la estrategia del “siempre, siempre, siempre lo positivo”, afirma: “Creo que podemos ver en la reacción de la prensa que hoy hay menos agresividad contra la Iglesia. No se han convertido todos al catolicismo, claro, pero al menos hablan de otras cosas. Hablando de Laudato Si´ podemos hablar de la Creación, podemos introducir el tema del Creador, por ejemplo. Eso fue lo que hablamos: hacer un cambio, tratar esos temas, y profundizar luego en la dimensión de Dios”.

La homilía de un párroco vale como la del Papa

Müller pide que no se saquen de contexto los comentarios informales de Francisco, o sus expresiones cotidianas. Incluso las homilías de Santa Marta, dice Müller, deben verse sin sacralizar.

“Ningún hombre puede realizar en su persona todos los carismas de la Iglesia, tampoco el Papa Francisco. El Papa es un hombre como cualquier otro, que no puede estar siempre dando declaraciones magistrales. Él cuenta sus impresiones, da conversación cotidiana… y luego resulta que esas cosas saltan a la prensa como si fueran declaraciones ex cátedra. ¡Es ridículo! La Iglesia no es sólo el Papa: la Iglesia tiene las diócesis, las parroquias… Una homilía de párroco tiene la misma importancia que las homilías de Francisco en Santa Marta. Las homilías de Santa Marta son un impulso espiritual, pero no son declaraciones del Magisterio. Para usted, en su parroquia, la prédica de su párroco es más importante que las homilías del Papa”.

E insistió: “La prensa da al Papa más importancia de la que tiene. Las diócesis y las cartas episcopales también son importantes. No lo centremos todo en el Papa. Pobre Papa. Nadie puede estar todo el día controlando sus palabras cotidianas. El Papa comenta algo en broma a alguien en una audiencia y luego sale en la prensa como si fueran declaraciones… es absurdo.”

Ser joven cristiano en ambiente hostil

Müller también habló con profesores y alumnos acerca de cómo transmitir la alegría del Evangelio a una generación que a menudo desconoce lo más básico de la fe. Él explicó que durante el siglo XX la Iglesia ya ha vivido décadas de hostilidad a su mensaje.

“Yo me crié en una familia cristiana, que iba a misa el domingo, con buena formación en la parroquia, un buen grupo de jóvenes… Pero ya hace 50 años había secularización en Europa. En Alemania teníamos el nacionalsocialismo, y hasta hace poco hemos tenido 60 años de dictadura atea anticristiana, comunista, contra las bases antropológicas del cristianismo, contra la dignidad humana, contra cosas básicas de la Doctrina Social de la Iglesia… Mi conclusión es que la única posibilidad de evangelizar es estar convencido de la fe cristiana”.

Para ilustrarlo, habló de sus recuerdos infantiles.

“Lo primero que recuerdo de mi madre es que me dijo que hay que amar a Jesucristo. Hemos de hacer eso: abrir a los jóvenes el horizonte del amor de Dios. Vemos que llegan a Alemania refugiados de países orientales, que se convierten al cristianismo. Estuve hablando con una pareja iraní que se bautizó. Me dijeron que era la primera vez que habían experimentado amor y benevolencia. Solo a través del amor al prójimo se puede evangelizar. Las proclamas no funcionan si falta la cercanía personal. Esta cercanía, con alegría, atrae. Hoy muchos jóvenes están desatendidos por sus familias, solo tienen ordenadores y cosas materiales. También para ellos la cercanía personal y el amor es la clave”.

“El otro bando tiene dinero y recursos”

Después plantearon al cardenal los avances de la Cultura de la Muerte y un estudioso le puso el ejemplo de los vientres de alquiler: “en España se calcula que hay 800 parejas que los buscan en el extranjero, traen a los niños y se reconocen legalmente”, se explicó.

El cardenal respondió: “Es una batalla de ideas. El otro bando tiene más dinero y recursos. Está Bill Gates, Hilary Clinton, su fundación de programas de aborto en África y en otros países… El Papa Francisco habla de esta colonización ideológica en su Amoris Laetitia. Bill Gates dedica 5.000 millones de dólares o así sólo para programas de aborto y relacionados. Yo recuerdo al pueblo de Israel, que rodeados de grandes poderes, egpcios, romanos, etc… en sus Salmos dicen: “somos pocos, no tenemos ejércitos, solo tenemos al Señor”. Pero aquellos grandes poderes desaparecieron, y hoy solo queda Israel y la Iglesia. Hemos de tener confianza en Dios. Mucha gente es víctima de la propaganda, de la comercialización del deseo natural de tener hijos, un deseo que surge del amor… pero los cristianos hemos de continuar con confianza en Dios. También en el siglo XX, con el poder de Hitler, muchos apostataban del cristianismo en Alemania. Pero las ideologías no construyeron nada, sólo ese mundo de Orwell. Dios está a nuestro lado. El Papa habla de estas cosas en Amoris Laetitia y la prensa no lo recoge, no presta atención a este mensaje profético de la Iglesia hoy”.

Escéptico con la honradez de los riquísimos

Un profesor planteó al cardenal que Bill Gates y otros millonarios también tenían algunos ideales que podían ser aceptables para los cristianos (como erradicar la malaria, por ejemplo) y planteó la posibilidad de dialogar con ellos.

Pero Müller, quizá por sus experiencias con personas ricas y corruptas en América Latina, se mostró más que escéptico.

“Quieren hacer algo bueno… pero les faltan los criterios de la moral. Los que mandan, los de Silicon Valley, los que construyen el futuro de la sociedad y su comunicación… ¿Cómo puedes tener 5.000 millones de euros? ¿Lo has conseguido con el trabajo de tus manos? ¿Es eso posible? ¿Cómo te has hecho rico? ¿Y pones tu confianza en el dinero? ¿Qué le dice Jesús a Bill Gates? ¿Vende todo lo que tienes? Eso sería más creíble. Estuve muchas veces en América Latina y… bueno, no creo mucho en la honestidad de ciertas personas muy ricas. Detrás hay narcotráfico y cosas feas. Mi padre trabajó 40 años en Opel y no ganó ningún millón. No es fácil convencerme de que esa riqueza sea la base para buenas obras. Solo quizá para pacificar algo la conciencia. Hay que tener unos criterios morales. Hay que tener en cuenta también las relaciones éticas en salarios, etc… Hay que ser más críticos con esta gente. ¡Es muy difícil que los ricos entren en el Cielo! Ya saben lo del camello y la aguja…”

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¿Evangelizar desde la razón?

Después, el cardenal Müller pasó a responder los comentarios de profesores que veían que la evangelización desde la razón no funciona casi con nadie.

“Nuestros alumnos, los jóvenes de hoy, no van a cambiar su vida por un razonamiento; y es así en toda la sociedad, no hay bases para una razón natural”, le dijeron.

Müller destacó la paradoja de que “antes había una razón exacerbada contra la fe, una razón que creía que lo respondería todo, y ahora dicen que la razón es muy débil, que no es capaz de hablar ni de principios, ni de moral… Benedicto XVI dijo en Ratisbona que no solo la fe, sino también la razón, están hoy en peligro. Por eso hoy la Iglesia es abogada de la fe, y también de la razón. Pero yo no veo posibilidad de diálogo si no hay un logos, razón común, argumentos para hablar… No veo otra posibilidad para entrar en diálogo con taoístas, islamistas, etc… Si un Dios no incluye razón, sólo omnipotencia, ¿cómo entendernos, cómo puede la humanidad entrar en diálogo con Dios, o sobre Dios? ¿Sólo someterse a Él, sin diálogo? Tenemos que presentar la razón como un fundamento para la convivencia entre hombres de distintas convicciones en el mundo…”

Pero otro profesor planteó: “Lo de que Dios es el Logos al joven le resulta extraño. ¿Cómo acercarnos al joven universitario que quiere hablar de la vida, si nosotros le hablamos del Logos, con un lenguaje tan distinto?”

“Hace 200 años que nos dicen a los cristianos que la ciencia es racional mientras que la religión es irracional y mero sentimiento y nuestros jóvenes han crecido también en eso”, señaló el cardenal. “¿Cómo abrir sus puertas a la racionalidad de Dios, que no es fría e instrumental? Quizá los jóvenes, u otras personas, usan otro lenguaje pero las experiencias humanas son las mismas para todos: todos tenemos que morir, todos perdemos a los que amamos, nuestros seres queridos tienen cáncer, accidentes… Se puede entrar en estas experiencias: primum vivere, deinde filosofare, primero vivir la experiencia, luego dar palabras a la reflexión…”

Lo explicó con otro ejemplo de su infancia.

“Mi madre me decía: Jesús te ama… pero yo no entendía eso del amor como un concepto, sino que veía que mamá me quería y jugaba conmigo, y que mis padres eran buenos… Así que entendía que Jesús sería similar. La realidad ha de hablar antes de la conceptualización. Eso debería darse en los grupos de jóvenes parroquiales: primero la vida, luego los conceptos. La dogmática y la pastoral no se oponen… El otro día me encontré un Catecismo de la época de mis padres, de 1928, el que estudiaron ellos en la escuela… ¡y es la misma fe! Si participas en la vida de la parroquia entras poco a poco; pero si no tienes esa experiencia de vida, cuando hablas de estas cosas, pareces de otra galaxia”.

No sólo hay gente equivocada: también la hay mala

El popular bloguero Francisco José Fernández De la Cigoña planetó al cardenal: “Dialogar con 7.000 millones es imposible, con quien no quiere tampoco… Los apóstoles tenían que hablar de la resurrección, y no lo callaron… ¿No nos estamos entregando a un pensamiento que dice que buenos son todos, menos los pederastas y los terroristas, los pelagianos, y los de cara de pepinillo en vinagre? ¿No hay entreguismo a lo contrario a lo nuestro?”

“La respuesta clásica es que, sí, ontológicamente todos somos buenos, lo dice Génesis 1,31: Dios vio que todo era bueno”, respondió Müller, que es el cargo de mayor autoridad doctrinal de la Curia vaticana.

“Pero no todos somos moralmente buenos”, matizó. “El pecado es origen de esas cosas tan malas. Santo Tomás dice que el primer ejemplo del pecado original fue la reducción del uso de la razón moral. Jesús ha venido para superar ese mundo del pecado y del diablo. No solo existe gente débil, tras el terrorismo no hay solo debilidad humana… Hay una voluntad maligna, que quiere el mal como tal. Existe el mal intrínseco. No es un fracaso de la Creación: es que hay gente que no acepta la gracia santificante que Dios da a los hombres”.

Francisco habla a menudo del diablo en sus homilías de Santa Marta, y él mismo, en sus famosos “autodiálogos”, recoge las críticas de quienes piensan que no se debería tratar el tema… y las responde.

“El Papa Francisco tiene el coraje de hablar del diablo”, añadió Müller. Si Benedicto XVI hubiera dicho lo que dice Francisco del diablo, le dirían: eso es retrógrado y medieval. Pero nuestro Papa de hoy tiene carisma para decir las cosas: el diablo existe, trabaja, hace mucho mal y los hombres abiertos a las sugerencias del diablo son culpables… Detrás de esta secularización no solo hay gente con convicciones distintas a las nuestras… hay gente que activamente quiere destruir el cristianismo. Ya en el Antiguo Testamento había poderes que activamente querían destruir el pueblo de Dios. Jesús hacía solo el bien y lo crucificaron: ´Me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros´, recordó.

Finalizó señalando que la respuesta es la esperanza cristiana, como explica en su libro-entrevista “Informe sobre la esperanza”. “En este libro decimos que la esperanza cristiana no es un optimismo, es a veces una esperanza contra un optimismo intramundano”, avisó el cardenal.

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