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«Podemos y Ciudadanos son dos marcas blancas creadas por el sistema para evitar la hecatombe»

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Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) desentraña en ‘El castillo de diamante’ la relación que mantuvieron dos de las mujeres más brillantes de la historia de España, Teresa de Ahumada, Santa Teresa de Jesús, y Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Éboli, la mujer que la sentó ante el tribunal de la Inquisición. «El conflicto que mantuvieron siempre me ha parecido muy novelesco. Llevaba tiempo trabajando en ello y luego se cruzó el centenario», avanza el autor, que esta tarde presenta la obra en el Aula de Cultura de LA VOZ. Será a partir de las ocho en el hotel NH Collection Palacio de Avilés, con acceso libre.

¿Qué es lo que más le atrae de Santa Teresa de Jesús?

Muchas cosas. Era una mujer excepcional, la mujer que más estudios ha generado en la historia de España. Hay un rasgo que considero fundamental para entender su psicología que creo que no ha sido debidamente resaltado, su sentido del humor. Era extraordinariamente divertida y sus constantes bromas desarmaban y desorientaban a sus contrincantes e interlocutores.

Usted ha manifestado que ve en ella a un Quijote femenino.

Es otro rasgo fundamental que también suele pasar inadvertido. La afición durante su juventud a la lectura de novelas de caballerías pervivió el resto de su vida, y es algo a tener muy en cuenta para entender sus últimos veinte años. A los 47 abandonó la tranquilidad conventual para echarse a los caminos a lomos de una mula y ponerse a fundar conventos. Es un componente muy quijotesco.

¿Cree que su imagen ha llegado distorsionada a nuestros días?

Sin duda. Hay una visión un poco empalagosa, oficialista podríamos decir, que nos la muestra como una santa de peana, imagen que resta vigor a su espiritualidad, que por supuesto es mística. Pero también es una mujer de acción. Por otra parte hay una interpretación que con pretensiones ideológicas la presenta como un adalid del feminismo o como una mujer revolucionaria que se revuelve contra la Iglesia. Es falso. Era una mujer de su época y no se revolvió contra la Iglesia.

¿Qué opinión le merece el movimiento feminista actual?

La palabra feminista lleva a la confusión. Hay muchas formas de feminismo y al final no se sabe lo que es. Como movimiento que plantea la igualdad me parece muy bien, lo que pasa es que el feminismo es una ideología que introduce en las relaciones entre los sexos el concepto de lucha de clases y que convierte la lucha de clases en una lucha de sexos, y el saldo que ha dejado en una sociedad que presuntamente ha asimilado esta ideología feminista no es precisamente positivo. Eso es incontestable.

¿Quiere decir que el término ha sido secuestrado?

El fin de todo movimiento natural, y es posible que el feminismo lo fuese, es la justicia natural, pero inmediatamente hay gente que secuestra esos anhelos con intenciones ideológicas. Ha ocurrido así a lo largo de la historia y esos anhelos de justicia natural al final se convierten en ideologías.

Santa Teresa fue procesada por la Inquisición.

No diré que fue una pantomima, pero sí que había muy poca intención de sancionarla. Es cierto que tuvo que combatir contra clérigos malvados, pero entre sus mentores figuraban San Francisco de Borja o San Pedro de Alcántara. Esas versiones han contribuido a crear una imagen de ella disparatada que nada tienen que ver con la realidad.

¿Cómo la presenta en su novela?

Como una santa y una mujer de su tiempo, no con esos dulzones postizos con la que la han rebozado. Me di cuenta de que el mejor instrumento para retratarla era acudir a ese extraordinario sentido del humor que le permitía sobrellevar mejor los problemas, vencer a los enemigos y encajar los golpes con resignación.

La historia define a la princesa de Éboli como una de las mujeres con más talento de su época.

En el ámbito político, la de más talento. Era una mujer muy consciente de su apellido y de su familia, que siempre luchó por conseguir lo mejor para la casa de Mendoza, una de las familias más ilustres de la nobleza castellana. Es cierto que en los últimos años de su vida, tras quedarse viuda, entra en una crisis profunda que la va a llevar al disparate de asociarse con Antonio Pérez en una serie de historias turbias que finalmente labran su perdición. Esa es la princesa de Éboli más conocida, metida en intrigas, pero la que yo retrato es la anterior, a mi modo de ver la verdaderamente interesante.

Una luchaba por alcanzar la plenitud espiritual y otra la material. ¿Cómo se conjuga ese aparente antagonismo?

Ambos elementos estaban mezclados. En Santa Teresa predominaba la espiritualidad y en la princesa lo mundano, pero su inquietud espiritual era sincera. La Santa también sabía moverse muy bien en el mundo, con la ventaja de que no tenía dependencias materiales ni problemas para enfrentarse a los poderosos. Eran dos mujeres muy brillantes.

Hoy en día enfrentarse al poder es un problema.

Sin duda, y cada vez más. La única manera de mantener la independencia es anteponer los principios a los intereses. Quien lo haga al revés podrá triunfar en el sentido mundano, pero no podrá mirarse al espejo. Una de las cosas que más admiro de Santa Teresa es cómo se mueve en el mundo de intrigas, manteniéndose al margen de ellas y creyendo siempre en lo que estaba haciendo.

¿Cuál es su principal legado?

El carisma de la orden que funda o reforma, el espíritu que infunde a sus seguidores, contemplativo pero al mismo tiempo con un deseo incansable de lucha contra las tentaciones y corrupciones con las que los seres humanos somos tentados.

¿Fue una relación tempestuosa?

Históricamente se desconoce. Sí se sabe que hubo desavenencias que fueron acrecentándose y que finalmente se transformaron en algo insostenible que provocó una ruptura muy fuerte, hasta el punto de que Santa Teresa abandonó el convento de Pastrana. Fue su único fracaso. Pero no sabemos si su relación fue amistosa o protocolaria, ni cuándo ni cómo se conocieron, ni las auténticas razones por las que la princesa comenzó a ponerle zancadillas. Sabemos que la denunció ante la Inquisición, pero no por qué. Lo que hago en la novela es imaginármelo.

¿A qué responde el título?

A una metáfora que utilizaba para designar el alma. En la novela presento a dos mujeres verdaderamente valiosas, brillantes, resistentes, duras e inexpugnables. Sus almas son como dos castillos de diamante que no se rinden, que no se dejan asaltar. Y el choque entre esas dos almas es como un combate.

¿Se puede establecer algún paralelismo entre la princesa de Éboli y las de nuestros tiempos?

Me temo que no. A partir del reinado de Felipe II la nobleza empieza a ser desplazada por una nueva aristocracia que crean los reyes y que no se funda en la sangre, sino en los méritos, en el talento. La princesa de Éboli pudo imponer su individualidad y hoy en día no es así. También hay mujeres con talento, pero han necesitado sumarse al rebaño, al grupo. Hoy en día las mujeres que se dedican a la política tienen que destacar a través de las estructuras de un partido.

La política en España

Ahora se habla más de la casta que de la nobleza.

La clase política se ha convertido en una casta, en un estamento gregario que disfruta de las ventajas del rebaño, con la diferencia de que los rebaños están para que los ordeñemos mientras que los políticos nos ordeñan a nosotros.

También se habla de partidos emergentes.

Yo soy muy escéptico. Lo que han hecho Podemos y Ciudadanos es aliarse cada oveja con su pareja. Son como marcas blancas que ha creado el sistema para asegurarse de que no se producirá la hecatombe, para evitar que la desilusión que siente la gente se convierta en una catástrofe que afecte al funcionamiento del sistema político. Ciudadanos ha sido creado para contener a los descontentos del PP y evitar que se echen al monte y que surja, por ejemplo, un partido como el de Viktor Orbán, en Hungría, y Podemos como control de daños ante la gente que pueda estar desilusionada con el PSOE.

Acaban de entregarse los premios Princesa de Asturias. ¿Qué opinión le merecen?

Son unos premios sistemáticos que tratan de consagrar la cultura impuesta por el nuevo orden mundial, que premian a paladines de una determinada forma de entender el mundo que es la que interesa. Los veo pretenciosos y grandilocuentes, y no me producen ninguna simpatía. En sus orígenes tenían un sentido. Premiaban la cultura, la ciencia y el pensamiento españoles, pero en un momento, por un cosmopolitismo un poco fatuo, quisieron internacionalizarse y ser una copia un poco palurda, y perdón por la expresión, de los Nobel.

¿Y de las manifestaciones en su contra?

Como muestra de acción antimonárquica, me parece un poco infantil.

El Rey apeló a no levantar muros con sentimientos. ¿Cree que está sucediendo así?

El independentismo catalán se ha erigido sobre las ruinas del patriotismo. Los sentimientos en sí mismo no son malos, y si algunos catalanes han dejado de sentir España es porque España no ha sabido hacerse sentir. El independentismo se aprovecha vilmente de los errores que se han cometido durante las últimas décadas.

¿Qué clase de errores?

En esta España democrática en lugar de favorecer la cohesión social desde la escuela lo que se ha favorecido son los enfrentamientos y los victimismos. Mientras algunos creían que sobornando a los nacionalismos se les iba a callar, ellos se han dedicado a reformatear la sociedad, a introducir el veneno del odio ya desde la escuela. Y de eso tienen tanta culpa los nacionalistas como los gobernantes españoles. No debemos olvidar que Felipe González impidió que se investigase a Pujol por el escándalo de Banca Catalana, que Aznar cedió competencias educativas y se cargó a la Guardia Civil en Cataluña a cambio de colaboración parlamentaria, ni que Zapatero prometió que el estatuto que saliese de Cataluña sería el que se aprobase, dijese lo que dijese.

Usted ha manifestado que España ha traicionado a su historia. ¿En qué sentido?

Como todas las naciones, España se constituye en torno a un espíritu, en nuestro caso el de la Reconquista con base espiritual y religiosa. Y desde el momento en que despojas un proyecto de su base, lo dejas vacío de sentido. España ha quedado sin sentido. Un ilustre santanderino dijo hace ya muchos años que en el momento en que dejase de ser una nación religiosa su destino volvería a ser el cantonalismo de los pueblos prerromanos y de los reinos de taifas, y creo que esa profecía se está cumpliendo de forma implacable.

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