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Coro Cillán: De jueza a indigente por intentar reabrir el 11M

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Como cualquier persona sin techo ni recursos, la jueza Coro Cillán ha pasado, hasta hace poco, las noches acurrucada en el interior del intercambiador madrileño de Plaza de Castilla, al lado del juzgado que dirigió durante cinco años como magistrada. El frío del último invierno lo combatió con los cafés que le preparaba un haitiano que regenta un puesto en la estación. Llegó a ser internada por los Servicios Sociales, pero pudo escapar gracias a un amigo abogado. Desde la pasada semana se repone en el hospital de una caída y explica a Interviú los motivos de su desgracia.UN ENIGMA: EL 11M

Interviu / Siempre fue una jueza polémica. Resucitó el fantasma de la conspiración en torno a los atentados del 11 M cuando instruyó durante dos años una causa contra el jefe de los Tedax por falsear pruebas. Pero ni siquiera sus detractores podían imaginar las calamidades que está sufriendo María del Coro Cillán García de Iturrospe (San Sebastián, 1949) después de ser expulsada de la carrera judicial por un delito de prevaricación. Sin casa, en la más completa soledad, con la pensión embargada para hacer frente a numerosas deudas, la magistrada se ha visto abocada a pernoctar en la calle.


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Coro Cillán matiza, con vehemencia, que al raso no ha dormido nunca: “La solución más correcta que encontré fue meterme en el intercambiador de Plaza de Castilla (uno de los más grandes de Europa, que conecta metro y varias rutas de autobuses). No veo nada malo en ello. Después de juzgar toda mi vida a delincuentes, en el intercambiador he conocido a gente decente y amable”, explica Coro Cillán a interviú. La semana pasada esta revista pudo visitar a la magistrada en el hospital donde está ingresada por unas complicaciones tras sufrir una caída. Está visiblemente desmejorada, ha perdido mucho peso. Presentaba desnutrición cuando fue ingresada, según ha podido saber interviú. Pero se muestra lúcida y hace gala de una prodigiosa memoria. “Mis compañeros de la judicatura han puesto el grito en el cielo cuando se han enterado de mi situación. El juez Adolfo Carretero se puso como una fiera. «¿Pero cómo vas a quedarte en el intercambiador?», me decía. Y le contesté que antes de quedarme en la puta calle, prefiero estar allí, que puedo tomarme un café con leche y además me dan un dulce”.

Sin embargo, los rigores del invierno no los ha podido evitar la jueza Cillán, que primero asegura que fueron dos meses, los pasados febrero y marzo, los que estuvo pernoctando en la estación; y después se corrige: “Solo fueron unos días”. Recuerda la magistrada a una vigilante del metro muy servicial: “Era búlgara, guapísima, y me decía: «Coro, métete así para que no tengas tanto frío»”.


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Para explicar cómo ha llegado una magistrada de renombre a compartir hueco en los pasillos del intercambiador de Plaza de Castilla con personas sin recursos, Coro Cillán esgrime razones peregrinas: “No había habitaciones libres en los hoteles, no quedaban, y entonces pensé que podía meterme en el intercambiador. Total, a las cinco y media de la mañana abren unos salones de espera para la gente que llega en tren y se está muy bien. Hay aseos aunque no hay duchas”.

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