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Feministas: de la lucha por el sufragio al fascismo mas radical

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Rotha Lintorn-Orman
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Feministas: de la lucha por el sufragio al fascismo mas radical

10 de marzo de 1914. Una mujer en la treintena pasea por los pasillos de la National Gallery de Londres. Al llegar frente a la Venus del espejo de Velázquez saca de su bolso un hacha corta de carnicero y, con rapidez, asesta siete golpes al lienzo que afecta a la espalda y a los hombros de la diosa. La autora del atentado artístico reivindica su acción como una protesta por la detención de Emmeline Pankhurst, una de las dirigentes sufragistas del momento. Su seguidora, de origen canadiense, se llama Mary Richardson y milita en la Women’s Special and Political Union, una asociación que reclama el voto para las mujeres en el Reino Unido.

El Confidencial / En la misma asociación, inspirada por las Pankhurst, se encontraban mujeres de armas tomar. Faltaban pocos meses para el estallido de la Primera Guerra Mundial, que lo cambiaría todo. Pero las féminas de la WSPU habían decidido que su guerra debía comenzar en casa. Y para ello contaban con sus propias soldados. Tipas duras capaces de subirse al coche del rey Jorge V para presentarle una petición, colocarse delante del caballo del monarca -y morir a consecuencia de las heridas producidas- o atacar edificios públicos, colecciones de arte o iglesias. En total, y según una de las Pankhurst, ciento cuarenta actos de terrorismo de baja intensidad en la primera mitad de 1914.

Mary Richardson había nacido en 1883. Su militancia sufragista le acarreó un total de nueve arrestos entre 1913 y 1914 por vinculaciones con la ‘acción directa’. Incluso pasó a ser una heroína del sufragismo al convertirse en una de las dos primeras militantes que tuvieron que ser alimentadas por la fuerza en prisión al declararse en huelga de hambre. Otra activista del sufragismo, Norah Elam, de origen irlandés, acusada por tres actos de terrorismo entre mayo y julio de 1914 y encarcelada. Una estancia en prisión que le valió una condecoración por parte de la WSPU casi como mártir de la causa.

La mujer que creó el fascismo (británico)

Pero la lucha del sufragismo se vio eclipsada por el estallido de los cañones en el verano de 1914. El conflicto sacó además la vena patriótica de las sufragistas, que optaron por lo que algunos estudiosos han calificado como “feminismo nacionalista”. Una de las Pankhurst, Christabel, lo valoró así años después: “Como sufragistas no podíamos ser pacifistas”. Y se pusieron al servicio de la Patria.

El caso recuerda bastante al de la española Mercedes Fórmica, que compaginó sus ideales falangistas con la defensa de los derechos femeninos, lo que le llevó a chocar en más de una ocasión con el ‘nacional-catolicismo’ del régimen franquista, tan alejado de la «España alegre y faldicorta» del discurso de José Antonio Primo de Rivera. La abogada -una de las primeras colegiada en Madrid- y escritora -que cobijó bajo su manto a nombres críticos- ha sido objeto de polémica: si el Ayuntamiento de Cádiz, en manos de una ‘marca blanca’ podemista, le retiró una estatua pública, el de Manuela Carmena, en Madrid, tiene previsto rebautizar con su nombre la calle que rinde homenaje a los caídos de la División Azul

La guerra sirvió también para potenciar la entrada de la mujer en ámbitos en los que habían dominado los hombres. Y algunas incluso llegaron a prestar servicio en el frente. Fue el caso de Rotha Lintorn Orman, nacida en 1885 en el seno de una familia de militares y que ya había apuntado maneras antes del conflicto cuando, haciendo caso omiso a la normativa establecida por Baden-Powell que prohibía el acceso femenino a los ‘boy scouts’, se conchavó con su madre para ingresar en la organización falseando su nombre -bastó con firmar con la letra R en lugar de colocar su nombre completo. En 1909 fue una de las primeras líderes de tropa ‘scout’ de Gran Bretaña, abriendo camino a la entrada de mujeres en el escultismo.

Las cosas no quedaron ahí porque Lintorn Orman consiguió ser admitida como chófer de ambulancia en el frente serbio durante la Primera Guerra Mundial e incluso comandó la escuela dedicada a entrenar a los conductores. Tan sólo salió de él, condecorada, al contraer malaria. Sus viajes por Europa tras el conflicto y su trato con rusos blancos que habían abandonado su país ante la toma del poder por los bolcheviques hicieron de ella una anticomunista feroz. Luego, en 1922, llegó la Marcha sobre Roma y el ascenso de los camisas negras de Benito Mussolini.

Apenas un año más tarde la heroína de guerra fundó en Londres el primer grupo fascista británico, los British Fascisti. Así, se convirtió en la primera mujer en fundar y liderar una agrupación política -aunque fuera fascista- en el Reino Unido en unos tiempos en que los varones dominaban la escena. Pero el marcado gusto de la fundadora por las ropas masculinas y las armas de fuego hizo que los comunistas tildaran a los British Fascisti de “nido de lesbianas”. El partido, pese a su nombre, uniformes y parafernalia, estaba más cerca del conservadurismo más radical que del fascismo puro y duro. De hecho, muchos de sus miembros se escindieron en otros grupúsculos más radicales. La propia fundadora, básicamente anticomunista, vio cómo sus magros efectivos se disolvían ante la aparición de la British Union of Fascists (BUF), cuyo líder era contemplado como un ‘cripto-comunista’ por Lintorn Orman al proceder del laborismo. Su cuesta abajo terminó en marzo de 1935 en Las Palmas (Islas Canarias), al parecer a causa de una sobredosis de barbitúricos.

Los comunistas calificaron al grupo fascista de Lintorn Orman como un «nido de lesbianas» por el gusto por la ropa masculina y las armas de fuego de su fundadora

El caso de Lintorn Orman no fue el único. Una de las sufragistas más populares, Flora Dummond, conocida como ‘The General’ por abrir las marchas en pro de los derechos femeninos ataviada con un uniforme de estilo militar y montada a caballo, también pasó de la WSPU al anticomunismo pese a haber militado en el laborismo. Junto a otras sufragistas fundó en los años 20 la Women’s Guild of Empire, una liga femenina opuesta a la expansión comunista y que en 1926 se posicionó en contra de la gran huelga general de ese año.

Igualdad policial… y fascista

El caso de Mary Allen, nacida en 1878, es todo un ejemplo de esa trayectoria. Su militancia sufragista le llevó a abandonar su hogar, sus padres y sus amigos, consagrándose en cuerpo y alma a la causa. En 1909 fue arrestada por romper a pedradas las ventanas del Home Office. Pero con la Primera Guerra Mundial ingresó en una agrupación de voluntarias denominada Women Police Volunteers, fundada por una militante antiesclavista Margaret Damer Dawson y la periodista sufragista Nina Boyle. Una quería combatir la prostitución; la otra, colocar a mujeres en puestos ocupados de forma tradicional por hombres.

Aunque la Women Police Service no era una policía oficial, las autoridades apoyaron su desarrollo en los años de la Gran Guerra. Incluso las emplearon como auxiliares a la hora de vigilar a las obreras de las fábricas de armamento. Allen ingresó en sus filas y permaneció en ellas cuando cambió su denominación a Women Police Service. Pronto se convirtió en la mano derecha de Damer Dawson. Sus servicios durante el conflicto le valieron el ser condecorada. En 1920, a la muerte de la jefa de la agrupación, pasó a ser la “comandante”. Para entonces ambas mujeres ya habían definido un estilo que acompañaría a Allen durante años: cabellos cortos y uso permanente de un uniforme de apariencia policial que llegó a costarle una detención tras las protestas de la Policía Metropolitana, que comenzaba a implantar su propia división femenina.

Si las autoridades hicieron la vista gorda fue porque la organización de Allen, que para entonces se hacía llamar Rober por sus amistades más íntimas y ‘sir’ por sus subordinadas, sirvió para elaborar dossieres sobre activistas de izquierda y para ‘romper’ huelgas. A partir de entonces Allen compaginó la lucha por la ‘igualdad policial’ con numerosos viajes a propuestas de países en los que creían que la feminista era una verdadera agente de policía a la que recurrían para escuchar sus opiniones sobre cómo crear ramas femeninas en dichos Cuerpos. En 1934 llegó a visitar Alemania, donde conoció a Adolf Hitler y Hermann Göring y durante la Guerra Civil española fue invitada a visitar la España franquista. En Londres colaboró con asociaciones de apoyo al bando nacional. Las sospechas sobre su papel como presunta espía alemana antes de 1939 corrían paralelas a las historias sobre su lesbianismo. En los meses previos al estallido del conflicto mundial, Allen se empleó en los mítines pacifistas de la BUF de Mosley.

Pese a algunas dificultades durante la guerra, Allen siguió fiel a sus ideales tras 1945. Siguió vinculada a Mosley pero fue adquiriendo interés por la nueva causa: la lucha contra la vivisección animal en las filas de una entidad dirigida por una vieja compañera -o, mejor dicho, camarada-, Norah Elam, la sufragista que más se implicó en el partido fascista más importante de Reino Unido: la BUF

Un partido ‘feminista’

Norah Elam, la mujer condecorada por la WSPU por su lucha a favor de los derechos de la mujer, mantuvo durante décadas otra batalla: la defensa de los animales contra la vivisección. Tras su etapa en el sufragismo y una intensa vida sentimental, en los años 30 se unió a Edward Descou Dudley Vallande Elam, del que tomó el apellido. Ambos se pasaron a un nuevo partido, la BUF, creada por un joven diputado exlaborista, antiguo combatiente en la Primera Guerra Mundial, Sir Oswald Mosley. La implicación de los Elam en la formación fue total: si ella pasó a ocupar puestos directivos en la estructura femenina, él no dudó en ejercer como conserje voluntario en la sede. Ambos mantenían una estrecha relación con Wilfred Risdon, jefe de propaganda y militante contra la vivisección animal. El matrimonio pronto se convirtió en personas de confianza de Mosley.

La sufragista Norah Elam, condecorada por su ‘acción directa’ sufragista, se convirtió en una de las personas de confianza del líder fascista Oswald Mosley

Pese a las apariencias, la BUF era, con toda probabilidad, uno de los partidos más ‘feminista’ de la escena política británica. En su imaginario incluía heroínas como la Reina Isabel o Lady Hester Stanhope, viajera y exploradora conocida como ‘la Reina Blanca de Palmira’. No sólo eso. Aunque la formación mantenía separadas sus ramas femeninas y masculina, proclamaba que la fuerza y el coraje eran valores comúnes a ambos sexos y reclamaba la igualdad de salarios. En algunos puntos, la BUF era mucho más abierta que los conservadores o los laboristas, pues consideraba que las madres solteras debían obtener con su trabajo la posibilidad de vivir de la forma más digna posible junto a sus hijos.

Las cosas no quedaban ahí. En 1936 la BUF marcó un hito al presentar a las elecciones a diez mujeres -entre ellas Elam- como candidatas, lo que suponía el 10% de los candidatos al Parlamento británico. “Tenemos el mayor porcentaje de candidatas femeninas que cualquier otro partido en este país. Nos hemos comprometido a completar la igualdad entre sexos”, llegó a declarar Mosley, que se ufanaba de que “sin las mujeres no hubiera podido recorrer ni un cuarto del camino”.

El líder de la BUF, Oswald Mosley, saludado por militantes femeninas de su partido
El líder de la BUF, Oswald Mosley, saludado por militantes femeninas de su partido

En ese camino se topó también con Mary Richardson, la mujer que atacó a la Venus de Velázquez, que ingresó en el movimiento a finales de 1933 y durante dos años mantuvo altos cargos en la rama femenina, que abandonó por discrepancias.

Otra influencia del sufragismo y su acción directa fue la decisión de que las militantes femeninas del partido -uniformadas con blusa negra y falda gris- debían entrenarse en la defensa personal aprendiendo jiu-jitsu. Este arte marcial había sido popularizado a comienzos de siglo por las sufragistas como sistema de combate en unos tiempos en los que sus manifestaciones solían terminar a golpes no sólo con la Policía sino también con simples paseantes que pasaban de las imprecaciones a los tortazos. Las fascistas británicas estaban obligadas a defender por sí solas en sus choques con sus contrapartes comunistas, puesto que los militantes masculinos tenían prohibido el uso de la fuerza contra mujeres.

Con la declaración de guerra en septiembre de 1939, Elam fue encargada de la custodia de una parte de los fondos del partido, lo que da idea del nivel de confianza al que había llegado con Mosley. Al ser detenida en base a la regulación 18B de defensa que internaba a los dirigentes de la BUF, Elam portaba una carta de presentación a otros responsables del partido en la que el líder fascista la señalaba como de su absoluta confianza. Fue la única sufragista internada en base a dicha legislación. Veinticinco años antes ya había conocido lo que era una prisión.

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