En 1931, la revista especializada en cine «Popular Film» vertía sus frustraciones acerca de la censura en un artículo sobre «El acorazado Potemkin» (1925) y «Octubre» (1928), las míticas películas de Sergei Eisenstein: «Este cine ruso, tan grandioso y de tan alto valor moral, es el que reclamamos nosotros. Ahora, con la instauración de la Segunda República creíamos que se autorizaría su proyección. Pero no, parece que hay interés en embrutecer a la masa con los filmes yanquis de vampiresas y ladrones».
Efectivamente, la proclamación del nuevo Gobierno, el 1 de abril de ese mismo año, hizo concebir esperanzas infundadas sobre la aprobación de las cintas prohibidas durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), pero lo cierto es que, a pesar de que el artículo 34 de la nueva constitución reconocía la libertad de expresión, este principio no se aplicó a las películas. Muchas de ellas se prohibieron y otras tantas sufrieron el corte de varias escenas. Eso nos da una información muy valiosa acerca de lo que las autoridades consideraron peligroso o impropio para la sociedad entre 1931 y 1936. «En este aspecto, es curioso que no haya diferencias de intereses entre los periodos de gobiernos izquierdistas y de centroderecha», aseguran los catedráticos del Departamento de Historia de la Comunicación Social de la Universidad Complutense de Madrid, María Antonia Paz Rebollo y Julio Montero Díaz, en su estudio sobre «Las películas censuradas durante la Segunda República».
El número de títulos supervisados aumentó en este periodo una media de 281 obras cada año, es decir, un 9%. En 1935 se fijó el récord en 1.181 obras revisadas, entre cintas de ficción, documentales y noticiarios. Todo ello en una época en la que el cine se convirtió en un espectáculo de masas. Tal es así que, en 1931, se anunciaban en la cartelera de periódicos como ABC un total de 29 salas de cine en Madrid. En junio de 1936, poco antes del comienzo de la Guerra Civil, aumentaron hasta 49. «Muchos historiadores coinciden en que es la época más popular del cine en España por una razón muy sencilla: el analfabetismo estaba por encima del 30% y se había impuesto el doblaje. Había una gran sintonía entre el público y los filmes», cuenta a ABC Román Gubern, cuyos estudios sobre la historia del cine en España fueron pioneros.
Sin contar las películas que tuvieron que suprimir escenas o sustituir sus títulos, durante la Segunda República se prohibieron 58 filmes, de los cuales 41 eran de ficción y los otros 17, documentales y noticiarios. Obras tanto españolas como extranjeras a las que no se dejó llegar a los cines por abordar temas tan diversos como la invasión de Abisinia, la liberación del General Sanjurjo, ciertas costumbres africanas difíciles de entender en la época, los temas electorales o las informaciones relacionadas con la Familia Real española, tal y como ocurrió con las bodas de Doña Beatriz de Borbón y Don Jaime de Borbón y Battemberg, respectivamente, que no pudieron ser contempladas por los españoles en los cines.
Pero más allá de estas, quizá de una incidencia menor, a continuación os dejamos las principales razones por las que la censura republicana actuó y los títulos más importantes que no fueron autorizados en base a estas.
En defensa de la moral
Este punto afectó mucho más a las películas de ficción que a los documentales. Se trataba de evitar que aparecieran en pantalla escenas de sexo explícito o simplemente que las insinuaran. Se llegaron a cortar planos en los que se recogía una cópula entre abejas («El País de la miel»), un coito entre una yegua y un caballo («Éxtasis») o unos novios acostados en el sofá («Entre sábado y domingo»). Por supuesto, todos los desnudos, por breves que resultaran, también fueron suprimidos de los largometrajes aunque el guion lo justificara.
– «Adúltera» (1935): este filme se prohibió en todo el territorio nacional, tanto por su título como por su argumento evidente. La censura de la Segunda República puso un empeño especial en eliminar de los cines españoles todas las referencias explícitas a relaciones extramatrimoniales.
– «El último amor de Don Juan» (1934): cuando la lujuria se desbordaba a lo largo de una trama, como es el caso de esta película de Alexander Korda protagonizada por Douglas Fairbanks y Merle Oberon, la cinta no sólo era prohibida, sino que también se especifica que esa prohibición se extendía a las sesiones privadas.
Contra los actos delictivos
La Segunda República intentó que nunca aparecieran actos delictivos en los que los criminales resultaran triunfadores. Se quería difundir la idea de que toda acción en contra de la ley debía ser castigada y no podían dejar el más mínimo resquicio en la imaginación del espectador para que pensara que eso no ocurría en muchas ocasiones.
– «Audaz atraco en Madrid» (1935): la censura no tuvo miramientos con este documental producido por Hispano Foxfilm en el que, con un tono que en ocasiones era simpático, contaba la historia de un grupo de ladrones que robó medio millón de pesetas destinadas al pago de los empleados municipales en Madrid.
Contra el comunismo
La censura republicana fue radicalmente anticomunista y se empeñó en eliminar cualquier representación audiovisual de la revolución bolchevique que tuvo lugar en Rusia pocos años antes. Esta se percibía en España como una amenaza, pues creían que, habiendo tenido éxito en el país más autoritario del mundo, podía llegar a triunfar también aquí. Sin embargo, lo que temían no eran tanto las escenas propiamente comunistas, sino, sobre todo, las violentas. La Ley de Defensa de la República prohibía explícitamente la difusión de noticias que «puedan quebrantar el crédito o perturbar la paz y el orden público».
– «Octubre» (1928): la famosa obra de Sergei Eisenstein no se pudo proyectar legalmente en España, ni en público ni en privado, porque reconstruía los acontecimientos ocurridos en Rusia desde febrero hasta octubre de 1917. Una película de 100 minutos en la que, siguiendo la filosofía comunista, no había personajes principales. Sus intensas secuencias no fueron bien entendidas por las jóvenes generaciones rusas ni por las autoridades españolas. El comunismo estuvo vetado en cualquiera de sus versiones cinematográficas ante un temor de que incitara a la revolución.
– «Chapaev» (1934): dirigida por los hermanos Georgi y Sergei Vasilyev, relataba la historia de un comandante legendario del ejército soviético y héroe de la Guerra Civil Rusa: Vasily Ivanovich Chapaev (1887-1919). Exclusivas Diana quiso distribuir la película en España, pero un mes antes del inicio de la Guerra Civil fue prohibida. Estaba basada en la novela del mismo nombre de Dmitri Furmanov, un escritor ruso y comisario bolchevique que fue enviado desde Moscú a luchar junto al personaje principal del filme en la vida real.
– «Moscú» (1934): la versión muda de este documental también fue prohibida, bajo la justificación de que las imágenes podían interpretarse de manera errónea si no había una voz que las explicara. Este miedo fue muy habitual en la censura española, que solía obligar al censor a introducir un comentario de antes de permitir su proyección. Eso ocurrió, por ejemplo, con una edición del Noticiario Fox en la que se recogía el «Primero de mayo en Moscú» o en la película «La llegada del señor Laval a Moscú». Si las imágenes acompañaban dicha alocución, era más fácil que obtuvieran vía libre.
Contra la imagen de los países
Durante la Segunda República existieron acuerdos entre diferentes países para evitar la exhibición de películas que pudieran dañar imagen. España los firmó con México, El Salvador, Nicaragua, Perú y Chile. A través de ellos, una cinta considerada difamatoria podía prohibirse directamente por vía diplomática. En el archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores aún se conservan las cartas con los comentarios sobre ciertas cintas enviadas desde las embajadas o por particulares, que tenían el objetivo de evitar que una de estas obras llegara a los cines y alimentara los sentimientos contra una nación extranjera o, incluso, contra España.
– «Las Hurdes (Tierra sin pan)» (1933): el famoso documental de Luis Buñuel fue considerado denigrante para los españoles, por retratar una de las regiones más pobres y menos desarrolladas del país. Se estrenó en una sesión semiprivada en 1934, a la que acudieron intelectuales madrileños como Gregorio Marañón, que había acompañado a Alfonso XIII en su visita a esa región cacereña en 1922. El médico indignado por «lo desagradable y parcial del reportaje». La queja surtió efecto y fue inmediatamente prohibido.
– «Mamba»: una película que manchaba la imagen de los alemanes a través de la historia de un colono germano que vive en África y se hace millonario explotando y maltratando a los negros. Todo ello con el añadido de que se vanagloriaba de ser el mejor conquistador del mundo.
– «Thunder over México» (1933): el filme mostraba a los mismos españoles como colonoes crueles y salvajes con los indios, y les hacía responsables de la destrucción de la civilización Maya. La película fue montada a partir de las escenas filmadas en 1930 por Serguéi Eisenstein para «¡Que viva México!». El proyecto, que fue abandonado por diferentes problemas, intentaba retratar la cultura y la política desde el México prehispánico hasta la revolución rusa.