Hoy se cumplen 80 años desde que un grupo de hombres armados, dirigidos por el Gobierno Civil de Granada, llegó a las cinco de la tarde al domicilio de la familia Rosales con un objetivo: detener a Federico García Lorca. Después de su arresto, a manos del ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso, el rastro del poeta se perdió para siempre. Tras un breve paso por el Gobierno Civil, Lorca era llevado a algún lugar entre Víznar y Alfacar donde fue vilmente asesinado en compañía de otras tres víctimas de la represión llevada a cabo por los sublevados contra la República. Nunca se ha encontrado el cuerpo de García Lorca. Ni ocho décadas después de aquel crimen en Granada, en su Granada, como cantó Machado.
La Razón / Lo que sí aparecen aún son documentos lorquianos dispersos y ocultos en archivos de todo el mundo, materiales que arrojan un poco más de luz a una de las trayectorias más interesantes en la literatura española del siglo pasado. Son papeles inesperados del poeta.
Uno de ellos es una carta con membrete del Centro Artístico de la ciudad de la Alhambra, una de las instituciones vinculadas con el joven Lorca en sus inicios literarios. Está dirigida a quien fuera uno de sus mejores amigos y confidentes, Adolfo Salazar, el reconocido crítico musical. Conservada en una colección particular, puede fecharse en otoño de 1921, poco después del mes de octubre, cuando Salazar visita a Lorca y Manuel de Falla en Granada. El poeta la encabeza con un sonoro «Graná» y «Otoño» como lacónica fecha. En la misiva se retrata a sí mismo como un enfermo encamado que ha tenido «terribles neuralgias reumáticas». Por todo ello se disculpa por no poder viajar hasta Madrid puesto que está «un poco neurastético», lo que ha hecho, según exagerada apreciación de Federico, que su familia esté asustada. «Ya lo ves, yo enfermo y tú ni acordarse de este poetilla de las suites. Estoy disgustado contigo», apunta en la misiva. En aquellos años, Lorca trabaja en un poemario iniciado a finales de 1920 que se inspiraba en las suites musicales de los siglos XVI y XVII. El volumen no vio la luz hasta 1983 gracias a la cuidadosa labor del especialista André Belamich. Volviendo a la carta, en ella hay una posdata donde Lorca se refiere a la revista «Índice», editada por Juan Ramón Jiménez y en la que participó publicando algunos de sus poemas. A Salazar le ruega: «Represéntame en las reuniones y yo estoy conforme con lo que tú opines dada nuestra afinidad espiritual… aunque tú no te acuerdes de mí porque soy un provinciano».
– Un archivo en Miami
Este diario ha podido consultar una serie de documentos interesantes sobre la vida y la obra de Lorca. Algunos de sus contenidos son muy poco conocidos por los especialistas y, en el caso de los dibujos, estos no aparecen en la memorable monografía sobre el tema realizada por Mario Hernández.
Se trata del archivo de José María Chacón y Calvo que actualmente se conserva en la Universidad de Miami, junto con los legados de otras personalidades de la literatura latinoamericana, como José Lezama Lima o Lydia Cabrera, por citar un par de ellos. Diplomático, crítico literario y escritor, Chacón fue un buen amigo de Lorca, a quien conoció durante la primavera de 1922. Él fue también testigo de la visita del poeta a Cuba en 1930.
El legado de Chacón y Calvo contiene numerosas cartas manuscritas, además de fotografías y dibujos. En el terreno de las imágenes, resultan muy interesantes dos tomadas por el autor cubano en la Residencia de Estudiantes de Madrid, probablemente en 1927 o 1928. Lorca aparece vestido con su albornoz blanco con el que le gustaba en ocasiones posar divertidamente como si fuera un árabe de la época de Boabdil. El autor de «Romancero gitano» está acompañado de dos niños, tal vez los hijos de uno de los empleados de la institución situada en la «juanramoniana» Colina de los Chopos. Hay otras huellas de la Residencia en estos papeles, como una fotografía con un Lorca exultante de felicidad, casi saltando, y que fue realizada por su amigo Luis Buñuel.
Entre los papeles de Chacón y calvo encontramos numerosos documentos gráficos de la estancia lorquiana en la isla caribeña. En este sentido, el álbum se inicia con una fotografía de un Lorca contento a bordo del vapor Cuba que lo llevó desde Tampa, Florida, hasta La Habana, donde atracó el 6 de marzo de 1930. «¿Pero qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mundial? Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez», diría Lorca al ver por primera vez tierras cubanas en la conferencia «Nueva York en un poeta».
En estas imágenes lo vemos acompañado de Chacón y Calvo, pero también del escritor y diplomático Luis Rodríguez Embil o de amigos de los que aún no sabemos su identidad, pudiendo ser, tal vez, alguna de las simpatías sentimentales en ese momento. En una de las instantáneas, por ejemplo, un Federico García Lorca elegante y con tímida sonrisa aparece rodeado del equipo que formaban los nadadores del Yacht Club de La Habana, centro del que fue asiduo en esos días.
Pero también hay espacio para su simpatía sincera hacia los niños de las calles de la capital cubana, con los que no duda en posar, además de incorporar amables comentarios que transmite a su entrañable José María Chacón y Calvo. Son pequeños y deliciosos textos que se construyen a la manera de un diálogo con las imágenes como las de los pequeños Lydia y Orlando, a quienes conoce Lorca en sus paseos por el valle del Yumurí.
En algunas de las cartas de Lorca a Chacón y Calvo encontramos dibujos, alguno de ellos tan típicamente lorquianos como sus marineros con pipa o motivos florales. Pero es en el reverso de una postal donde vemos una de las imágenes más desconocidas del Lorca dibujante. Es una postal escrita conjuntamente con Pepín Bello, el inseparable amigo de la Residencia de estudiantes, y está redactada en Toledo, la ciudad que tanto fascinaba al poeta, así como a Buñuel y Dalí, con los que fundó la mítica Orden de Toledo. En las memorias del cineasta aragonés «Mi último suspiro», apuntaba las condiciones para formar parte de esa sociedad secreta: vagar durante toda una noche por Toledo, borracho y en completa soledad, no lavarse durante la estancia, acudir a la ciudad una vez al año, amar a Toledo por encima de todas las cosas y velar el sepulcro del cardenal Tavera.
– Toledo con palmeras
En el dibujo, Lorca recrea con pocos trazos una ciudad, probablemente Toledo, y en la que divisamos caminando a un caballero con capa y largo sombrero, probablemente como un personaje del Siglo de Oro. Pero el poeta introduce en la escena numerosas palmeras, tal vez como una deferencia a la Cuba de Chacón y Calvo.
En otra de las postales al escritor y diplomático no encontramos dibujo alguno, pero sí envía «un abrazo y otro abrazo». Debajo de la firma del poeta y escrita por otra mano, leemos «Un abrazo» y vemos la firma de Salvador Dalí. Y es que esta nota está enviada desde Cadaqués, durante una de las estancias en la casa familiar del pintor en el pueblo de la Costa Brava que tanto le impresionó.
Lorca y Chacón y Calvo fueron amigos hasta el final, hasta que un 17 de junio de 1936 un grupo de militares se sublevaron en África y Canarias contra la Segunda República. Ese día Lorca ya estaba en Granada porque el 18 celebraba su santo y el de su padre en la Huerta de San Vicente. Pero no hubo fiesta. Los rumores de que el levantamiento empezaba a crecer y crecer se intensificaron. Un mes más tarde, Lorca pasaba a ser otra víctima de la guerra, uno de esos desaparecidos cuyo rastro quiso borrar la barbarie. Pero no lo lograron porque hoy seguimos recordando a Lorca.
Una bibliografía en crecimiento
Con motivo del aniversario del asesinato han aparecido algunos títulos que no ayudan a acercarse a su figura. Probablemente, la labor más importante sea la reedición, aunque ampliada y corregida, de «Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca» (DeBolsillo), la monumental monografía sobre el granadino escrita por Ian Gibson con mano maestra. Por su parte, Luis García Montero nos aproxima a la biblioteca lorquiana en «Un lector llamado Federico García Lorca» (Taurus) y en otoño aparecerá una biografía de Emilia Llanos, la amiga y confidente de Lorca, en Comares. En la imagen, inédita hasta ahora, se puede ver al autor en la Residencia de Estudiantes.
«Pocas cosas en el mundo más bellas que esta adorable pareja de niños negros del valle Yumurí, uno de los recuerdos más sensibles que me llevo de la isla de Cuba. Lydia y Orlando. Amigos de la gran negra Metilina Rendón. Tengo necesidad de decir que lo más bello de toda la isla son los niños negros. Y que el Orlando de esta foto limita con un silencio prodigioso que sólo entienden Dios y algunos cocodrilos».
«Mi familia está asustada»
«Graná. Otoño. Queridísimo Adolfito: Hijo mío, hoy me levanto de la cama desde que te marchaste. He tenido terribles neuralgias reumáticas. Me recomiendan reposo y campo. Por ahora no puedo irme a Madrid. El médico de casa dice que estoy un poco neurastético y mi familia está asustada. Es probable que hasta mediados de noviembre no marche. Ya lo ves, yo enfermo y tú ni acordarse de este poetilla de las suites. Estoy disgustado contigo. Adiós. Federico. Recuerdos a Roberto, el olvidadizo. Abrazos de Paquito. Recibí Índice. ¿A quién mando el dinero de redactor? Represéntame en las reuniones y yo estoy conforme con lo que tú opines dada nuestra afinidad espiritual… aunque tú no te acuerdes de mí porque soy un provinciano».
«Demonios del bisturí»
«Esta foto tan alegre te dará la clave de la sonrisa que debes adoptar después de la “operación”. Estos tres encantadores niños de Matanzas están dispuestos a lanzarse contra los crudos demonios del bisturí. El más pequeño espera cuadrado y respetuoso tu voz de mando y yo también, desgraciadamente menos “golfo” y menos elegante que ellos. Federico 1930-Habana».