Miguel Boyer Arnedo es el único hijo varón del político Miguel Boyer Salvador con su primera esposa, la ginecóloga Elena Arnedo. En España hay pocas personas que no sepan quién fue Miguel Boyer (San Juan de Luz, 1939 – Madrid, 2014), el superministro económico de Felipe González que se retiró de la política para refugiarse en brazos de la conspicua Isabel Preysler.
El Mundo / Mientras tanto, su hijo primogénito empezaba a estudiar Ingeniería, Físicas y Matemáticas, acabando en la Facultad de Económicas, donde se dedicó a la Sociología. Tras hacer un máster de Periodismo, trabajó en el Grupo Santillana. Vivió durante dos años en California y ha viajado por el mundo, en especial por América Latina. Fue uno de los primeros emprendedores de España y ha «currado», según dice él mismo, en las cosas más dispares. Hoy vive en Madrid con su esposa y sus tres hijos. Durante estos últimos años ha estado preparando un libro sobre la crisis de Wall Street.
Según Jardiel Poncela, por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre. Tal vez esta entrevista hubiera interesado al gran comediógrafo madrileño.
Al hablar de política y economía nacional es inevitable mencionar a su padre, un hombre tan inteligente como sarcástico.
Tenía mucho sentido del humor, sí.
¿Qué fue lo más valioso que aprendió de él? ¿Cuál es el recuerdo con el que se queda?
Algún día contaré quién era mi padre. Llevo callado toda la vida. En su entierro aparecieron tres curas. Uno de ellos el Padre Ángel, que es amigo de Isabel [Preysler], contó una anécdota en la iglesia. Dijo que él conocía a Isabel de los tiempos de Filipinas, donde él estuvo de misionero, y que allí la conoció cuando ella era pequeña. Años después Isabel le invitó a su casa en Madrid y le dijo: «Mira, Ángel, el problema de Miguel no es que sea agnóstico, sino que es ateo». Y esta anécdota la contó él en la capilla del tanatorio con mi padre de cuerpo presente, en el ataúd. Y el Padre Ángel nos hizo allí toda una demostración de por qué los que habían sido rojos, que mi padre hacía tiempo que ya no lo era, y además ateos recalcitrantes, podían ir al cielo.
Debió sorprender a buena parte de la concurrencia, hacía años que él había dejado atrás su pasado progre.
Yo estaba allí sentado y pensaba: «¡Qué bien lo está haciendo este hombre!» Los curas son unos maestros de la comunicación.
Como hijo suyo, imagino que la estampa le resultaría extraña…
Se acercaban algunos y decían: «Tu padre lo estará pasando fatal en el ataúd, con lo ateo que era». Y todo esto mientras le echaban agua bendita, en fin. Yo me llevé a mi hijo Nicolás porque pensé: «Si existiera el cielo, el único que puede conseguir a un tío tan rojo y anticlerical como mi padre el pasaporte para llegar allí es este ángel pequeño que he traído yo, que reza de corazón por el abuelito y cree en el Más Allá».
Una estrategia razonable
Sí, pero en la homilía empezaron a hablar de lo buena persona que había sido mi padre, un hombre de familia, una persona magnífica y demás. Al acabar, el cura pasó a saludar a Isabel, a sus hijas y a nosotros. Le di la mano y le dije: «Padre, me ha gustado mucho su sermón». Lo que me callé es que todo lo que había dicho era mentira.
¿Cuál es la verdad?
Mi padre hizo muchísimas cosas mal. A los que conocemos la realidad de esa persona nos toca estar oyendo siempre decir que era un superhombre, que todo lo hizo bien, que era listísimo, que era buenísimo. Las gentes que triunfan tanto no suelen ser personas especialmente buenas. Mi padre estudió Física y traicionó a la Física, pasándose a la Economía. Se metió en política y en cuanto se hizo importante, traicionó a la política. También traicionó al PSOE y a su primera mujer. En todas las empresas donde ha estado ha salido tarifando, porque siempre pensaba que su inteligencia podía llevarle más lejos, cuando es sabido que los negocios son mafias y que la gente tiene intereses. Pero él llegaba, se ponía a perorar y salía mal de todas partes.
Le he oído decir alguna vez que no deberíamos aceptar que los políticos nos representen, porque no saben más que nosotros.
¿Tú tienes la sensación de que estos políticos nuestros son más listos que tú? ¿Crees que Rato, por ejemplo, se ha merecido todos los puestos que ha ocupado? Hay científicos abnegados que han estudiado y trabajado como bestias y que viven de una beca de pobreza y en la presidencia del gobierno sabemos lo que hay: idiotas.
¿Por qué aceptamos esto?
En tiempos pretéritos, tú veías pasar a un letrado, veías pasar a un ministro y era como ver pasar un cometa a lo lejos, tú seguías con tu vida en tu terruño. Hoy día lo que ves es a un ministro que manda y va en helicóptero y tal, pero que es igual de tonto que tú y muy a menudo, más.
En el caso de su padre se puede decir que tenía una mente fría, analítica, pero no que fuera tonto.
Él tenía una alta opinión de sí mismo. Se consideraba una persona capaz de analizarlo todo, por lo listo que era, pero resulta que el mundo de la empresa no lo entendía y tampoco el mundo de la política, donde duró muy poco. ¿Y ahora dicen que era un hombre de familia…? Aparte de lo que nos hizo a nosotros, se llevaba mal con sus hermanos, con sus sobrinos… Lo interesante es que durante una época se convirtió en un personaje.
¿Diría que Miguel Boyer fue devorado por su propio personaje?
Lo que no se entiende es que llegara a ser un personaje. Porque uno se pregunta: ¿Acaso creó una empresa? ¿O fundó una escuela de pensamiento? ¿O escribió algún libro? ¿O tuvo discípulos? ¿O fue catedrático? No. Es verdad que cuando hablabas con él, era listo, divertido, sabía muchas cosas y tal. Pero el mito que hemos padecido… Porque imagínate para los hijos, tener que matar al padre, como se suele decir. Empezando por el nombre, porque yo me llamo Miguel. Por cierto, que mi padre murió el día de su santo, que es como remachar lo de San Miguel, en fin.
Lo impresionante es que España entera se tragó la píldora del gran Miguel Boyer.
El caso es que te vas cruzando con la gente, que si los Abelló, que si los Vargas Llosa, y todos te cuentan lo estupendo que era tu padre y no puedes decirles nada. Como me pasó en la iglesia, cuando me planteaba contarle al cura que todo lo que estaba contando era mentira. Me decía Isabel [Preysler] tras la muerte de mi padre: «¿Has visto lo bien que le ponen en la prensa?» Yo hacía ya mucho tiempo que no me creía nada de mi padre. Y desde luego, no necesito que los periodistas me digan cómo era mi padre. Es más, prefiero que no me lo digan.
La hipocresía española asquea en su modalidad necrológica…
Sé a lo que te refieres, pero lo que yo recuerdo de mi padre es que era un mito, un cuento. Hacía mucho tiempo que no tenía ninguna relación con la realidad. De hecho, creo que no la tuvo nunca. Y cuando te cogen a un padre y te lo convierten en un cuento, no sólo sufres la pérdida de un padre, sino que también sufres tu incorporación a ese cuento como determinado personaje. Es decir, que te expropian tu vida.
Curiosa elección la del verbo expropiar, tratándose de Miguel Boyer.
Claro, es que va con segundas, que tontos no somos [sonrisa].
Lo de la beautiful people es una leyenda que se inventó el periodista Joaquín Estefanía hace ya años y que se mantiene intacta.
Me alegro de que me digas eso. Hay familias que son un grupo de personas variadas que han trabajado en el sector empresarial, en el político y demás. Mi padre era un zorro solitario. Solo había uno. No existen ‘Los Boyer’, como existen otras sagas. Era el padre omnímodo, era Dios. Tú imagínate ser hijo de alguien así. El fracaso está garantizado. Te toca el papel del hijo tonto, o loco, o lo que sea. De vez en cuando los que me conocen dicen: «Anda, si hay vida detrás del mito». Pero es que, claro, yo nunca me he querido convertir en el profesional que vive de revocar ese mito. Entonces te dejas hacer. Ese mito público te condiciona laboralmente, te condiciona socialmente, te condiciona con las mujeres.
Desde fuera parece que todos esos condicionantes son ventajas.
Es que tenemos ese maniqueísmo de «los que triunfan son listos». Hablo de los que llegan arriba y son imposibles de apear, hagan lo que hagan. Da igual que te pillen metiendo la mano en Gürtel, porque ya tienes tus millones, ya has sido, ya has estado. Y el chico ese que está estudiando o que se levanta todas las mañanas para ir a una oficina a que le hagan mobbing, ése nunca llegará a nada.
Me recuerda a Pablo Iglesias con su «tomar el cielo por asalto». ¿Qué le parece Podemos?
Estoy decepcionado. Me parece bien que enreden, pero todo lo que oigo, que no lo sigo en detalle, es comunismo o marxismo. Cuando habla de nacionalizar las empresas de energía…
Da la impresión de que todo pasa por la figura única del líder, al que sus seguidores adoran.
Mucha gente sigue fascinada. Porque estamos todos decepcionados con la sociedad y porque la actualidad es un lugar donde nunca sucede nada. Da igual que lleguen los marcianos o que se muera una señora de Ébola, porque nunca cambia nada.
En España da la sensación de que todo se debate, pero nada se soluciona.
¿Y sabes por qué? Porque vivimos en un libro de autoayuda. A la gente le dicen: «Sé feliz, porque tú puedes cambiar tu vida. Está en tus manos». Pero cuando yo estudiaba sociología en la Facultad de Económicas, porque hice esa especialidad, nos decían que los problemas sociales nunca son individuales, sino estructurales. Vamos, que el sistema te acaba convirtiendo en consumidor de ansiolíticos o de antidepresivos. Con lo cual sería todo una cuestión de estupidez masiva.
Al hablar de estupidez me planteo que el propio Miguel Boyer Sénior quizá no fuera tan listo, al sucumbir ante ese personaje ficticio tan ramplón, por así decirlo.
Ya. Uno podía decirle a mi padre: «Vale, macho, si a ti te hace feliz y así ganas dinero, me parece bien que te dediques a esto». Pero tú fíjate lo que supone eso para los hijos, o para otros familiares menos cercanos que necesitaban su apoyo. Si tú desapareces en un agujero negro de un personaje y te lo crees, estás actuando respecto a seres reales, seres pequeños, seres necesitados. En cuanto a la prensa, tiene que crear personajes para alimentar a la afición. Allá ellos.
¿Entonces lo de Miguel Boyer no era un caso de megalomanía, sino un engaño intencionado?
Mi padre era un vendedor de camellos disfrazado de sabio. Cuando eres un niño lo compras, porque confías en tus padres, pero cuando ves la trayectoria entera ya tomas conciencia de todas las mentiras. Isabel [Preysler] es una persona que, en cierto modo, vive de la prensa. Y para la prensa es fundamental la imagen pública. Por eso hasta ahora uno no estaba en condiciones de decir nada.
¿Cree que su caso es paradigmático de esa España caduca que denuncian los partidos emergentes?
Mi vida, generalizando, es la historia de una época. Lo que pasó conmigo y con mi padre es paradigmático de lo que hizo la generación de la Transición con lo que quedó después. Nos dejaron en pelotas, nos vendieron motos, se quedaron con todo, mintieron y se hicieron pasar por el gran modelo.
¿Quiénes blindaron España para que ese modelo permaneciera igual durante otros 40 años?
Todos los que hicieron la Transición se encaramaron con facilidad, se apalancaron en los puestos buenos y se instalaron en ese reciclado de la empresa privada y la pública, de los negocios y de las oposiciones. Es evidente que los que vinieron después lo han tenido más difícil.
¿Y la explicación de ese deterioro cuál es?
Hay un poco de todo. Los hombres y las mujeres se han vuelto muy gilipollas. De hecho, lo que sucede es que el capitalismo no tiene fondo ni propósito, ni Dios. Es una sociedad sin nada detrás.
En eso España se diferencia poco del resto de los países occidentales.
Sí, porque a la generación de los transitivos, como yo les llamo, que se lo encontró todo tan fácil con el derrumbe de lo anterior, no ha habido manera de jubilarla. La estructura se mantiene intacta. Hay atisbos de cambiar algo, pero tú fíjate en lo que ha pasado con el nuevo Rey. Lo coronaron un domingo por la mañana deprisa y corriendo, porque temen que si se abre un debate, se les venga abajo el invento. En España siempre se piensa «¡No toques nada que se hunde el mundo!»
La maldición de los transitivos, podríamos llamarle.
¿Sabes lo que nos ha dejado la Transición? El relaxing cup of coffee,25% de paro, aquí no habla inglés ni su padre y aquí nadie inventa nada, solo queda algún creador suelto tipo Almodóvar. No hay escritores, filósofos ni científicos. No hay bonanza económica, porque el boom fue hacer trampa con los ayuntamientos para robar el dinero alemán de los fondos de cohesión.
¿Se puede perdonar algo así?
En mi caso, las cosas que te he contado no las digo por casualidad, sino que las he vivido. El sufrimiento es real, no es una película. Y sí que es difícil perdonar estas cosas.
Nuestro país, ¿tiene solución?
Yo me preguntaría cómo podríamos salir de la mediocridad, qué deberíamos hacer todos los españoles, qué se podría construir con España.
¿Aporta alguna receta?
Debemos volver a innovar en el aspecto sistémico, pero desde dentro del sistema. El mundo solo es inalterable si no haces nada para cambiarlo.
¿Y usted va a hacer algo para cambiarlo?
Tengo reservadas algunas sorpresas.
Qué sorpresa, la de este chico, Miguel Boyer Arnedo. Qué manera de desmontar, desbaratar un mito; qué honradez siendo tal mito su propio padre. Claro que todo se puede explicar por el sufrimiento de un hijo que viene a descubrir que su padre ha sido un vendedor de humo, además de un canalla con su familia. En todo caso, el tal hijo demuestra ser mucho más alto en valores y principios que aquel padre frívolo, político mediocre y hombre de poco fiar. «Por sus actos los conoceréis».
Por otro lado, quienes hace años nos olimos, denunciamos y sufrimos en la propia carne y experiencia, los nefastos resultados que ha dejado la tan cacareada Transición y sus protagonistas, no podemos más que ratificarnos en que ésta fue una filfa, una tramoya levantada por mediocres con pretensiones de hombres de Estado cuando no eran más que vulgares polítiquillos guiados por la prepotencia, la ambición y la torpeza innata que adornaba a la mayoría. El propio Miguel Boyer es un ejemplo de ello, según el testimonio de este hijo, que a mí me parece más honrado y, sobre todo, con más clase que el padre al que en esta entrevista deja en la desnudez de su verdadera dimensión. Una prueba de la simplonería y torpeza del personaje es la coprotagonista de su segundo matrimonio, una arribista de revistas para lectores mentecatos. La talla que ha demostrado la primera mujer, doctora Elena Arnedo, demuestra que Miguel Boyer no se la mereció nunca. Señora, usted sí que ha sido y es una señora.