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Las locuras de Kim Jong-un y de su difunto padre

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Este martes saltaba la noticia: Kim Jong-un había mandado a ejecutar a un viceprimer ministro, Kim Jong-jin. El político había mostrado una actitud negativa durante una reunión parlamentaria el pasado mes de junio. Suficiente para situarse en el punto de mira del líder norcoreano.

ABC / Conocido por sus baños de masas y sus continuas amenazas nucleares, su tendencia a castigar a quienes lo defraudan es de sobra conocida. Más de 70 personas -oficiales, funcionarios y artistas- han sido ejecutados desde que Kim llegó al poder tras la muerte de su padre, en 2011. Todos ellos fueron acusados de traición, espionaje o, simplemente, de tener una opinión diferente a la suya. Una de sus víctimas fue su tío y mentor, Jang Song Thaek, culpable para el régimen de corrupción y de malversación de fondos. Algunas publicaciones aseguraban que fue fusilado; otras que fue lanzado a una jauría de perros hambrientos.

El actual líder norcoreano es famoso porque no le tiembla el pulso a la hora de liquidar a quien suponga un peligro para su régimen. También por el hermetismo al que tiene sometido a su pueblo. Y, sobre todo, por sus extravagancias.

Su edad es todo un misterio y su peinado es considerado el más elegante del país: pelo a lo tazón con las sienes rapadas. Se lo hace él mismo, ya que tiene miedo a los peluqueros por un trauma de la infancia. En 2014, la televisión estatal lazó una campaña publicitaria en contra del pelo largo, pasado de moda, y a favor de copiar el peinado del líder. El eslogan era: «Vamos a cortarnos el pelo de acuerdo con el estilo de vida socialista». 

Pero su extravagancia va más allá. Hizo que se emitiera un programa para buscar un novio a su hermana. Nada más llegar al poder, fundó la primera banda de chicas «K-pop» en Corea del Norte y él mismo escogió a cada una de sus integrantes. A su pasión por la música se suma su afición por el baloncesto. Llegó a invitar a la ex estrella de la NBA Dennis Rodman varias veces a su isla privada. El deportista declaró más tarde que el paraíso particular del dictador asiático era «como Hawaii o Ibiza», pero con la diferencia de que el único que vivía allí era él. 

Su naturaleza autoritaria quedó además reflejada cuando prohibió, bajo la amenaza de pena de muerte, que se proyectase en su país la película «The Interview», un largometraje en que se le parodiaba. 

Kim Jong-il, el origen

El padre de Kim Jong-un, Kim Jong-il, no se quedaba atrás. Su extravagancia incluso superaba a la de su hijo. El dictador vivía rodeado de mitos y leyendas que estaban a medio camino entre la realidad y la ficción y de las que nada se podía saber a ciencia cierta hasta que su cocinero personal, Kenji Fujimoto, se decidió a hablar. El japonés concedió una entrevista al premio Pulitzer Adam Johnson que se publicó en la revista GQ. En ella relataba las locuras y los caprichos del antiguo líder norcoreano. El cocinero viajaba por todo el mundo en busca de los productos que le exigía su poderoso jefe: salmón noruego; cerveza danesa; pescado japonés y, su favorito, coñac francés, del que tenía una bodega equipada con más de 100.000 botellas y valorada en 700.000 dólares. Incluso, en una ocasión se trasladó a Tokio en su avión privado para poder disfrutar de una hamburguesa en McDonald’s, una cadena de comida rápida que no se había podido establecer en Corea del Norte debido a la autarquía imperante en el país. 

Su obsesión por la comida llegaba hasta tal punto que contrató a 200 personas para que inspeccionasen, grano por grano, el arroz que se iba a comer. Tenía miedo a morir envenenado o a que algún grano fuera defectuoso. Además, su plato debía ser cocinado en el Monte Paektu, una montaña volcánica sagrada ubicada en la frontera entre China y Corea del Norte.

Además, sus bacanales eran de sobra conocidas. Las mujeres no faltaban en ellas, ya que disponía de sus propias esclavas sexuales. Tampoco el alcohol, que causaba estragos en un líder que gustaba de jugar con armas de fuego, así como de afeitar la cabeza y los testículos a sus invitados.

Pese a su animadversión hacia otros países, amaba el cine occidental, sobre todo el estadounidense. Tenía una videoteca repleta de películas americanas y era fan de Arnold Schwarzenegger. No es de extrañar. Antes de convertirse en dictador, Kim Jong-il dirigía el ministerio de propaganda de Corea del Norte. Allí creaba y producía todas las películas norcoreanas, las únicas que podían verse en el país. Una oportunidad para conocer de cerca el cine estadounidense que tanto le entusiasmaba y que admiraba. Pirateaba los largometrajes que llegaban a sus manos para después disfrutar de ellos. Su deseo de alcanzar la calidad del cine norteamericano era tal que, ya convertido en el Gran líder, secuestró a la actriz más famosa de la vecina Corea del Sur y a su ex marido, un aclamado cineasta. Juntos produjeron una película propagandística: «Pulgasari», una mezcla de los géneros de ciencia-ficción y acción.

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