Surgido en la época de los estrellatos efímeros, en aquellos años 90 donde tanta juventud se volvió vieja instantáneamente tras asomarse al cielo de la fama, Juan Manuel de Prada vive hoy su madurez desde un convencido malditismo, épica amarga que no le impide redondear novelas barrocas y excesivas, polemizar desde la trinchera más solitaria del arco ideológico o cuestionar su propia figura, ya de por sí bastante zarandeada. A esto último dedica buena parte de su última novela, ‘Mirlo blanco, cisne negro’ (Espasa).
El Confidencial / Nos encontramos en el hotel Emperador, en plena Gran Vía madrileña. Es la primera vez que nos vemos y saludamos, a pesar de que ambos llevamos publicando libros desde los veintipocos. Siendo así, no es extraño que tengamos muchas cosas que decirnos, incluida esa tan inmediata y amigable: “Te he leído”. Como en España ya nadie lee a nadie, parece que hemos empezado bien el encuentro.
PREGUNTA. Tu novela presenta una especie de duelo entre dos escritores, uno joven y otro veterano, en los que pueden intuirse rasgos de escritores reales y, por supuesto, de ti mismo. ¿Esperas que el lector juegue a descubrir quién se oculta detrás de los personajes?
RESPUESTA. No, de ninguna manera. Para mí esta novela era como una necesidad de confesión a través de la ficción, es decir, tratar de hacer una especie de psicoanálisis torrencial de mi experiencia literaria, de mi vocación, de los avatares que ha sufrido. Los dos personajes son como dos exorcismos que yo me planteo, dos cosas que yo he podido llegar a ser y que intentaré no ser.
P. Pero es inevitable acordarse de Umbral cuando el autor veterano (Saldaña) tira libros a la piscina…
R. Son personajes de ficción que están amasados sobre todo con la experiencia personal y por supuesto tienen rasgos de Umbral, de Cela, de maestros míos de juventud, pero son personajes ficticios. Un intento de interpretar la novela en clave conduce a la melancolía.
P. Bueno, el libro se inicia con una fiesta literaria donde es fácil distinguir a Javier Marías o a Andrés Trapiello… No me digas que no es intencionado…
R. Pues, no, fíjate que no lo he pretendido. Al contrario, lo que trato de representar es, por un lado, al escritor con pretensiones cosmopolitas y, por otro, al escritor casticista. No he pretendido que sean identificables.
P. Insisto: cuando dices que era un escritor que en sus diarios “despelleja a todo bicho viviente”, uno piensa en Trapiello…
R. No, no, hay mucha gente que escribe diarios y despelleja a todo bicho viviente.
P. ¿Y no es Barataria un trasunto de Babelia?
R. Pues sí y no.
P. Uno diría que quieres negar lo evidente… El Grupo Planeta como Hermes, en tu libro.
R. Hermes representa una gran editorial, que puede ser Planeta o Random House. Entiéndeme que ahora no estoy negándolo para que no se me enfaden los de Planeta. Estoy retratando una gran editorial y estoy describiendo lo que hacen las grandes editoriales. Y del suplemento literario ese, Barataria, más bien revista literaria, se dice que tiene grapa, así que podrías pensar también en el Abc cultural…
P. En cualquier caso, das una visión apocalíptica del mundo editorial.
R. Yo creo que eso es un hecho. Tampoco es una visión apocalíptica. El ‘apocalipta’ es un profeta. No creo que haya duda. Más allá de que el mundo esté cambiando y convierta la literatura en una pasión inútil, creo que los editores han contribuido a acabar con la literatura como medio de vida. A mí es un tema que me parece preocupante, porque evidentemente la literatura existirá siempre, supongo, pero lo que es evidente también es que la literatura como medio de vida se ha terminado.
P. ¿No tiene esto que ver también con los propios lectores, cada vez menos dispuestos a enfrentarse con una elaboración compleja del idioma?
R. Sí, vamos a ver, hay una serie de depauperaciones, empezando por la educativa, las formas de entretenimiento, que han hecho que nuestra mente sea una mente cada vez más despistada, más saltimbanqui, incapaz de fijarse en las cosas.
P. En tu libro echo de menos algún retrato de la literatura en los años 90. Casi diría que sustituyes a los autores jóvenes de entonces por los “nocilleros”, como les llamas.
R. En realidad los nocilleros son de esa misma generación que has mencionado, lo que pasa que son más tardíos, que surgen después, ya sin éxito.
P. Efectivamente es imposible comparar la repercusión de ‘Historias del Kronen’ con la de ‘Nocilla dream’.
R. Fue la época del último fogonazo de esplendor antes de la debacle de la crisis. Pero no me interesaba hacer un repaso de sociología literaria; me interesaba hacer una reflexión sobre mi vocación literaria y sobre los peligros de la vocación literaria.
P. ¿Qué opinas de que en algunos manuales de Lengua y literatura de instituto los últimos nombres que aún se citan hoy en día sean el tuyo y el de José Ángel Mañas? ¿No te agrada o hace alguna ilusión?
R. (Se ríe) No, ni ilusión ni desilusión. A mí eso me parecen tonterías. Dentro de diez años el que escriba el libro pondrá otros nombres. Yo pienso que el canon literario desde la interferencia de los mass media está alterado. Empieza a estar alterado en la postguerra, ya de forma muy evidente, y en la era democrática ya es un absoluto caos.
P. ¿A qué te refieres?
R. A que lo que es absolutamente intragable, y ninguna persona se puede creer, es que todos los grandes escritores desde el año 75 hasta el año 2010 sean autores de PRISA. ¿Me entiendes? Eso es absurdo. PRISA fue la que creó un canon sobre la nada, sobre las ruinas del desconcierto generado por el cambio de régimen político.
P. ¿Desde cuando eres un maldito?
R. Siempre lo que he querido ser, lo que pasa que siempre ha habido gente que intencionadamente me ha querido convertir en otras cosas, pero yo he sido un maldito desde el principio. Un tío que sale con un libro que espanta a las feministas y a las beatas al mismo tiempo… [Se refiere a ‘Coños’]
P. En el documental de Luis Mancha, ‘Generación Kronen’, decías que tu generación literaria fue estafada.
R. Sí, es la primera estafada. Este canon falso es también un tapón. Lo que nunca ha ocurrido en ninguna historia literaria es que las generaciones no se sucedan. Estos tíos hicieron un tapón: detrás de nosotros no hay nadie. Y la dura realidad es que hoy día la gente, idiotizada, todavía se piensa que los escritores últimos son Muñoz Molina, Javier Marías, Vila-Matas… Es una cosa ridícula, ¡porque son ancianos! Son señores que ya tienen más de sesenta años. Pero la realidad es que la literatura española se detuvo ahí.
P. En la novela haces mención a tres novelas tuyas anteriores, a las que les cambias el título, pero que describes minuciosamente.
R. Sí, es un juego para iniciados. El que me haya seguido se puede dar cuenta. El paralelismo más evidente y más gracioso por devastador es el que hago con ‘Madonna’, que es la novela que está escribiendo el joven escritor y que el veterano somete a constantes manipulaciones, que es como una parodia de ‘La tempestad’, la novela con la que gané el premio Planeta.
P. Otra de las novelas homenajeadas es ‘Me hallará la muerte’, que parece que te dio muchos problemas.
R. Yo soy un escritor muy denostado, gracias a Dios. Digo gracias a Dios porque para mí es una medalla que esta época me denueste. Sí, este libro, naturalmente, fue denostado también, por gente de muy diverso pelaje. Es un libro que sentó muy mal a los nostálgicos del franquismo porque doy una imagen muy devastadora de aquella época. La gente lee de forma muy rudimentaria, cuando sitúas una novela en mitad del franquismo, piensan que estás o escribiendo bien o escribiendo mal del franquismo y no piensan, en su idiocia, que puedas estar escribiendo sobre otras cosas. Ésta era una novela sobre el fariseísmo, sobre cómo la gente miente.
P. Titulaste tu novela con un verso del ‘Cara al sol’…, ¿qué esperabas?
R. Son cosas verdaderamente patéticas. Propio de un país muy falso, ¿no?, donde todos estos denostadores son hijos de papá franquista que lo que quieren es hacer su sesión de psicoanálisis poniendo a parir simplemente a una persona que utiliza un verso del ‘Cara al sol’… Panda de miserables: habéis vivido de puta madre con Franco y seguís viviendo de puta madre.
P. También tengo que decirte que tu figura despierta pavor entre los autores jóvenes, sin haberte leído siquiera..
R. Porque es gente idiotizada, gente destruida, gente arrasada por la propaganda. Ser despreciado por una época tan repulsiva como ésta me congratula, me enorgullece. Me da pena de esa pobre gente porque precisamente artista solamente puede ser quien anda contra corriente y quien no se traga toda la alfalfa sistémica que le ponen en el pesebre. Sí me parece lamentable que una persona con vocación literaria pueda denostar a un auténtico escritor, como yo soy.
P. Con todo, la figura del escritor joven es muy importante en ‘Mirlo blanco, cisne negro’.
R. En la novela hablo de un escritor joven, es decir, un escritor maleable, un escritor que no sabe exactamente lo que quiere, más allá de que quiere triunfar, pero no sabe qué clase de triunfo busca, frente a un escritor veterano, escarmentado, destruido, escéptico, que recupera la ilusión y que quiere vampirizar a ese joven. Porque encuentra en su juventud y en sus bríos una manera de recuperar el entusiasmo que él perdió. No hay tanto un intento de mostrar dos tipos de literatura como dos actitudes o dos estadios vitales del escritor.
P. En la nota final de ‘Morir bajo tu cielo’, que me parece una novela excelente, destilabas mucha amargura por la situación en la que te encontrabas. No acabé de entender a qué te referías con eso de “estar en el barro”.
R. Tú me lo estás diciendo, ¿no?, que estos pobrecitos escritores que empiezan tiene una visión negativa de mí sin haberme leído. Me refería a mi situación de maldito. Soy el malo de la película.
P. También amargo o desasistido te noté en ese artículo que escribiste sobre una foto tuya que circulaba por Internet y que había generado (la foto) comentarios muy desagradables. ¿Esperabas que te defendieran otros escritores?
R. No me refería a escritores. Me refiero a que a lo largo de tu vida defendiendo tu causa, aquellas cosas en las que crees, ha habido gentes que han intentado aprovecharse de ti, algo inevitable en una sociedad como la nuestra, donde todos lo vínculos verdaderos se han roto y toda la gente se guía por intereses. Me refería a eso. En un determinado momento, ganas el premio Planeta y, entonces, como te declaras contrario al aborto, van los curas y se acercan a ti. Una vez que ya te han exprimido y no les interesas, te abandonan.
P. En general, ¿cuál es tu relación con Internet? En la solapa de ‘Mirlo blanco, cisne negro’ puede leerse “El autor está en Facebook”. No te imagino en Facebook, la verdad.
R. Que va, que va. Lo que pasa que hay unos fans que tienen una página. Yo no estoy nada en internet. Cero. Mando correos electrónicos, claro, pero he procurado mantenerme aparte. Todo el tiempo que está uno en internet es tiempo que no está en el mundo. Además, creo que internet es una clara muestra de cómo la tecnología no es neutral. La tecnología usurpa tus decisiones morales. El experimento de Milgram lo demuestra, aquella gente que apretaba el botón para que una descarga eléctrica castigase al señor que se había equivocado con el test. Era gente que si hubiera tenido que infligirle ese dolor sin máquina de por medio no hubiera tenido huevos. Sin embargo, con una máquina de por medio eres capaz de hacer cosas que no harías en la vida real.
P. ¿Como ha cambiado la relación autor/editor desde los años 90?
R. Bueno, yo ya me encuentro con un editor muy depauperado. El otro día estaba viendo una película bastante mediocre, pero que para un escritor es muy interesante, ‘Genius’, sobre la relación entre Thomas Wolfe y su editor. Es verdaderamente emocionante. El editor le ayudaba, trabajaban de sol a sol en el libro, hablaban, se escribían… Si tu ves el epistolario entre Delibes y su editor, ahí hay una relación parecida…
P. Lo único que recuerdo del epistolario es que Delibes sólo habla de dinero…
R. Bueno, bien, pero el dinero… nos ha jodido, un escritor tiene que vivir. Entonces esa relación yo ya no la conocí de manera tan intensa. Pero todavía acerté a llegar a conocer los rescoldos de ese tipo de editor. Hoy en día las editoriales las rige el dinero, no las cuestiones artísticas.
P. Pero cuando ves libros como ‘Los hemisferios’, de Mario Cuenca Sandoval, en Seix Barral o ‘Fosa común’, de Javier Pastor, en Random House, no puedes decir que las grandes editoriales no arriesguen…
R. El trabajo del editor es el trabajo de un hombre de paja, no nos engañemos. Yo me divierto mucho a veces hablando con editores que fuera de su trabajo necesitan desahogarse y se ponen a hablar de literatura pura y dura, y luego en su trabajo están editando bazofia, buscan bazofia, seleccionan bazofia, la que cumpla mejor las expectativas de mercado. Viven en esa esquizofrenia.
P. ¿Sabes que ahora los autores se hacen su propia auto-promoción en Internet?
R. Yo no creo que eso sirva para nada. Es el modelo Uber de trabajo, donde el trabajador aporta todo. Le hacen creer que es un autónomo, pero en realidad es un pobre diablo al que putean como a un mendigo.
P. No quiero acabar sin preguntarte por la actualidad política. ¿Qué me dices del PSOE?
R. El Partido Socialista que nace en Suresnes yo creo que es un partido plenamente coherente. Yo creo que es un partido al servicio del capital, pero con la misión de engañar al trabajador, haciéndole creer que defiende sus intereses. La CIA tenía mucho interés en que Felipe González fuera el ganador y fue su hombre, fue su gran apuesta para favorecer la llamada Transición, es decir, un nuevo turno de alternancia imitando lo que fue la Restauración en el siglo XIX, un turno de alternancia que dejara fuera a mucha gente. El Partido Socialista ha desempeñado maravillosamente ese papel.
P. ¿No les concedes algún mérito por sus años de gobierno?
R. No. El Partido Socialista ha acabado con la agricultura española, el Partido Socialista ha acabado con la industria española (la llamada reconversión industrial), ha destruido la economía española, la ha sometido a poderes transnacionales, la ha entregado a la plutocracia internacional. Nos ha convertido en un país de servicios, de camareros y de putas; ése va ser nuestro destino final.
P. ¿Tú crees que desaparecerá?
R. No; seguirá desempeñando su papel, lo ha desempeñado estos días, su papel de llevar como el flautista de Hamelin a los trabajadores hacia el redil que le interesa al sistema.
P. Algunas de tus opiniones podrían suscribirlas en Podemos…
R. Esto es una realidad. El Partido Socialista, desde las reconversiones industriales, desde las cuotas que acepta de la UE para productos agrícolas y ganaderos, hasta la reforma del artículo 135 de la Constitución, toda su trayectoria es absolutamente coherente.
Respecto a Podemos, evidentemente yo no puedo identificarme con sus tesis porque son tesis marxistas, aunque ellos lo maquillen. Yo no soy marxista, mi pensamiento es un pensamiento cristiano, no puedo coincidir con ellos. Sin embargo, percibo en Podemos lo que San Justino percibía en las religiones paganas: semillas del logos. Es decir, veía verdades fragmentarias. En Podemos hay una reacción ante lo que está sucediendo en la que veo partes de verdad, que a través del materialismo dialéctico puedes convertir en mentiras todavía más monstruosas. Pero en el origen de Podemos hay unas semillas de verdad que pueden ser fructíferas; donde no veo semillas de verdad es en unos señores que siguen diciendo que defienden a los trabajadores y que llevan 40 años destruyéndolos.