José Antonio Primo de Rivera, 80 años, 80 balas y un abrazo
Por Mercedes Valdivia
Mucho se ha escrito sobre José Antonio Primo de Rivera, también apodado “El Ausente”, su asesinato, idilios con numerosas mujeres y sus intervenciones políticas abundantes, en un corto espacio de tiempo. Era un hombre donde la ética y estética iban de la mano; siempre impecable, alto, esbelto, con ojos azules cobalto, gozaba de gran popularidad entre todos los que le conocieron. Fue una persona muy avanzada a su época, con enorme coraje y valentía, dándole a la mujer un papel fundamental y protagonista, tanto en su partido, como en la universidad (SEU) y en todas las formaciones que creó bajo su corto mandato.
Ostentó los títulos de III Marqués de Estella, Duque de Primo de Rivera y dos veces Grande de España y aun así sacrificó su vida por defender la Unidad de España y la Justicia Social.
Fue vilmente fusilado con 33 años, de la forma más ruin y cobarde por un grupo de milicianos sin escrúpulos pertenecientes al Frente Popular el 20 de noviembre de 1936. Este año se conmemora el 80 aniversario de este brutal asesinato. 80 son los años que hace del fusilamiento. 80 son los tiros que se dispararon en la madrugada del 20N en Alicante (otras versiones indican 160) y 80 años del gran abrazo…
Nació el 24 de abril de 1903. En su corta vida, siendo abogado, político, trilingüe y habiendo nacido en el seno de una familia aristocrática, no tenía ninguna necesidad de acabar sus días, en lo que fue prácticamente un asesinato anunciado y amañado desde un principio. Valía demasiado, era molesto e incómodo políticamente hablando.
Fue Diputado por Cádiz en las elecciones de 1933 y fundador de Falange. Sobre él ejerció una gran influencia la Generación del 98 y de una forma muy especial Ortega y Gasset.
José Antonio fue un hombre premonitorio, como podemos leer en el inmenso legado que nos dejó, porque no olvidemos que segaron su vida, pero no sus ideas. Hasta para morir lo hizo con dignidad y con palabras alentando a la reconciliación. “Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas cualidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia”
Entre las frases más populares, quiero recordar las siguientes:
“Pero una nación no es una lengua, ni una raza, ni un territorio. Es una unidad de destino en lo universal. Esa unidad de destino se llamó y se llama España”.
“El ser derechista, como el ser izquierdista, supone siempre expulsar del alma la mitad de lo que hay que sentir.”
Recomiendo el artículo del Catedrático emérito de la Universidad Complutense, D. Enrique de Aguinaga, titulado “El Abrazo”, donde cuenta con todo lujo de detalles el “juicio” que le hicieron a JA y su comportamiento tras ser sentenciado a muerte. El enlace es el siguiente: http://www.fundacionjoseantonio.es/doc/el_abrazo.pdf
Extraigo algunos párrafos que son sobrecogedores y tremendamente significativos:
A las diez y media de la mañana del 16 de noviembre de 1936, en la sala de audiencia de la Prisión Provincial de Alicante, comienza la vista de la causa contra José Antonio Primo de Rivera, su hermano Miguel y la esposa de este, Margarita Larios, así como contra Teodorico Serna, ex director de la Prisión (asesinado en Madrid) y otros cinco funcionarios de Prisiones.
Preside el magistrado Eduardo Iglesias del Portal con los vocales Enrique Griñán Guillén y Rafael Antón Carratalá.
Actúa como fiscal Vidal Gil Tirado. Y es instructor del sumario Federico Enjuto Ferrán, designado por el Tribunal Supremo con fecha 3 de octubre. El Tribunal Popular (decreto de 23 de agosto) está compuesto por los tres magistrados citados y un jurado de catorce miembros designados por los partidos del Frente Popular y los sindicatos afectos.
La sala y los pasillos están abarrotados de “milicianos, abogados y soldados”, que se impacientan por el retraso del comienzo de la sesión, por la demora de uno de los magistrados.
José Antonio se constituye en defensor de sí mismo, de su hermano y de su cuñada.
Antes de la vista, el día 10, José Antonio había sido interrogado por el fiscal Gil Tirado, en presencia del juez Enjuto. Como consecuencia del interrogatorio, el 14 por la noche, juez instructor y fiscal leen a los acusados el auto de procesamiento. A esta lectura se refiere José Antonio, en su informe de la defensa, cuando agradece al Tribunal haber dispuesto de dos horas y media para “instruirme en ese montón de papeles, preparar mi defensa y someterla a vuestra conciencia”
La vista se desarrolla en dos jornadas, con cuatro sesiones. En la primera sesión (mañana del día 16) se procede a la lectura de las conclusiones del Ministerio Fiscal, fechadas a día 14; a la admisión de pruebas y al interrogatorio de los procesados (José Antonio, Miguel y Margarita) por parte del fiscal y de los jurados. El interrogatorio de José Antonio dura dos horas y media.
A las diez y media de la noche, el Presidente del Tribunal da lectura a las veintiséis preguntas redactadas e inmediatamente, el Jurado se retira en una deliberación que dura cuatro horas, tras las cuales entrega a los magistrados su veredicto condenatorio. Tras su lectura, los magistrados se retiran para redactar la sentencia, operación en la que consumen media hora (en principio, con la oposición de Rafael Antón).
La sentencia, fechada el 18 de noviembre, concluye con la condena de José Antonio a la pena de muerte, como autor de un delito de rebelión militar. Miguel es condenado a reclusión perpetua y Margarita, a seis años y un día de prisión mayor.
Como último recurso para salvar su vida, invocando el Código de Justicia Militar, José Antonio solicita la revisión de la causa; pero el Jurado, por mayoría de bolas negras, rechaza la petición. Todo es inútil como inútil fue la posterior apelación telegráfica al presidente del Gobierno, Largo Caballero.
Son las tres de la madrugada, tras cuarenta y ocho horas de angustia.
En el libro “La Pasión de José Antonio” de José María Zavala, cuenta con todo lujo de detalles cómo se desarrolló toda la trama, que son desgarradores:
Indalecio Prieto desveló meses después (en 1937) los detalles para asesinar al jefe de Falange y a su hermano.
Prieto había intervenido decisivamente en agosto para evitar que José Antonio y su hermano fueran asesinados sin juicio previo por varios anarquistas y parece ser que Valdés Casas informó a Madrid de lo que se tramaba.
Según Prieto pretendían sacar esa misma noche a los hermanos, con el pretexto de llevarlos a Cartagena y ejecutarlos a mitad de camino sin juicio previo.
El presidente de la República Miguel Azaña y el jefe del Gobierno, José Giral, intentaron evitarlo a toda costa. Se pusieron en contacto con el gobernador Valdés Casas, quien se mostró impotente ante el Comité de Orden Público, que ejercía la autoridad en Alicante.
Prieto nada puedo hacer por salvar la vida de José Antonio el 20 de noviembre de 1936, pero si preservó la de Miguel, ayudando a desbaratar el plan de agosto.
En el capítulo “La pasión” del referido libro de Zabala, describe lo siguiente:
A las dos de la madrugada del 20 de noviembre, el capitán de la Guardia de Asalto, Eduardo Rubio Funes, ordenó al suboficial Juan José González Vázquez que estuviese preparado a las seis en punto para mandar al piquete de ejecución de José Antonio en la cárcel provincial.
En vísperas de que lo mataran, José Antonio le dijo a su hermana Carmen “Es lo natural. Han sido tantos los de Falange que han caído ya, que yo, que soy su jefe, es lógico que también caiga”.
El día en que iban a matarlo, dejaron que estuviera quince minutos con su hermano Miguel; al verle le dijo en inglés, para que nadie le entendiese “Ayúdame a morir bien, a morir con dignidad, a morir como dispone la Iglesia”.
En la puerta de la celda los hermanos se abrazaron y José Antonio serenamente le dijo “Miguel, ¡Arriba España!”.
Guillermo Toscano, quien reconoció haber dado el tiro de gracia a José Antonio con su pistola, en una declaración en la prisión provincial el 28 de mayo de 1941 decía lo siguiente: “Para formar el piquete de ejecución fueron designados el declarante y los milicianos que le acompañaban en la custodia a José Antonio; al amanecer y , después de despedirse de su familia, salió al patio donde ya esperaban otras tres víctimas y ante un público de veinticinco o treinta personas extrañas a la cárcel, fueron fusilados los cuatro, interviniendo también en el fusilamiento ocho o diez guardias de Asalto”.
Cuando le fueron a disparar grito tan alto ¡Arriba España!, que el sonido se confundió con la descarga de sus verdugos.
En el mismo capítulo, cuenta Zavala la declaración de un testigo que decía lo siguiente:
“José Antonio recibió la descarga en las piernas; no le tiraron al corazón ni a la cabeza; lo querían primero en el suelo revolcándose de dolor. No lo lograron. El héroe cayó en silencio, con los ojos serenamente abiertos. Desde su asombrado dolor, miraba a todos sin lanzar un quejido, pero cuando el miliciano que mandaba el pelotón avanzó lentamente, pistola martillada en mano y encañonándolo en la sien izquierda, le ordenó que gritase ¡Viva la República! Recibiendo por respuesta otro ¡Arriba España!.
Entonces rodeó el miliciano el cuerpo caído y apoyando el cañón de la pistola en la nuca de su indefensa víctima, disparó el tiro de gracia”.
Años más tarde, para su proyecto de película sobre José Antonio, José Luis Sáenz de Heredia investiga en Alicante, mantiene muchas entrevistas y, respecto al jurado, escribe:
“El jurado, a las diez y media de la noche, ha recibido un cuestionario de veintiséis preguntas a las que solo tiene que contestar con un si o con un no.
El jurado está compuesto por miembros de los partidos y sindicatos más calificados del Frente Popular, lógicamente predispuestos. Parece también lógico, contando con la predisposición hostil, que la contestación a las veintiséis preguntas sea un puro trámite. Sin embargo, no es así. Los predispuestos acaban de oír a un hombre que no es el que odian. Ellos (algunos de ellos) creían que el juicio iba a ser contra otro hombre, al que estaban seguros de conocer bien. No hay fundamento real para odiar al hombre que acaba de hablar. No es un señorito ocioso y vago ni un chulo ni un pistolero ni un fascista. Y, para todos, aunque no llegue, claro está, a enunciarse, hay en él un algo indefinible de grandeza humana que rebasa las fronteras de la lógica, trasciende la pureza y llega, no se sabe por dónde, al corazón(…)
Tras la tremenda conmoción de sentirse condenado a muerte, al principio de la vida, José Antonio se rehace y, sonriente, anima sus hermanos: “Estáis salvados”.
Es entonces cuando José Antonio tiene un gesto tan sublime que, a falta de una explicación inmediata, queda inadvertido. Comunicada la sentencia, José Antonio sube al estrado y abraza al Presidente, el magistrado Iglesias del Portal.
Este abrazo no consta en la crónica de Costa ni en las biografías de Ximenez de Sandoval, Payne, Gibello, Gibson, Gómez Molina o Gil Pecharromán ni en los libros dedicados al proceso por Bravo, Mancisidor, del Río y Pavón. El primer indicio es el testimonio directo de Margarita Larios que, a los seis años, recuerda como recibió José Antonio la sentencia: “Se dirigió al presidente del Tribunal y estuvo hablando unos minutos, aparte, con él”
El abrazo habría quedado oculto para siempre en la intimidad del sumario, si no hubiera sobrevenido el testimonio irrecusable de las hijas de Iglesias Portal.
Frente a la falacia de quienes, a diario, flamean la reconciliación nacional y se obsesionan sañudamente en la condena de lo reconciliable, el abrazo de José Antonio es el primer monumento de la reconciliación de España.
El deslumbrante, escalofriante, abrazo de José Antonio en aquel trance supremo, no es solo un relámpago. Es la iluminación de la trayectoria de su pensamiento en la búsqueda permanente e infatigable de la síntesis.
En esa búsqueda, que subyace, como el mismo José Antonio, sean todas las condenas y resistencias el estímulo de nuestra propia reconciliación. Las prohibiciones, proscripciones, marginaciones, tergiversaciones, silencios, censuras y desdenes que han sofocado o han intentado sofocar el centenario de José Antonio (“¡Qué alma más limpia!”, según Gustave Thibon) son el miedo al deslumbramiento (“¡Deslumbrante! ¡Deslumbrante!” repetía Rosa Chacel).
En un artículo de Arturo Pérez Reverte Una historia de España LXXI, en XL semanal, 25 de septiembre, aparte de no ser muy acertado ni respetuoso con la ideología de Falange, si hace un reconocimiento a José Antonio con el siguiente texto: abogado, culto, viajado, hablaba inglés y francés y además era guapo, el tío, con una planta estupenda, que ante las jóvenes de derechas, y ante las no tan jóvenes, le daba un aura melancólica de héroe romántico; y ante los chicos de la burguesía y clases altas, de donde salió la mayor parte de los falangistas de la primera hora, lo marcaba con un encanto amistoso de clase y un aire de viril camaradería que los empujaba a seguirlo con entusiasmo.
Sea como fuere, la figura de éste magnífico hombre, humano, cercano y comprometido con los más desfavorecidos, ha sido elogiado desde su asesinato hasta la actualidad por todo tipo de personas: intelectuales, personalidades destacadas de la política de izquierdas y derechas, hasta los que en principio fueron sus más enérgicos enemigos.
Dejo algunas declaraciones que hicieron sobre este magnífico hombre personas influyentes en la sociedad española y de ideas muy diversas:
Él supo llegar al problema de España, al definirla por carencia, por vacío. Al no poder decir que España era una zona geográfica o un determinado proyecto histórico, dijo: España es una unidad de destino en lo universal. Yo he usado este concepto varias veces. Él fue además, un individuo con una concepción estética de la política y de la muerte (Julio Anguita).
Se batió por su vida con denuedo juvenil. Puso en su palabra de abogado la emoción del político… Su conducta en la prisión era liberal, cariñosa. En las horas de encierro tejía sueños de paz: esbozaba un gobierno de concordia nacional y redactaba el esquema de su política. Temía una victoria de los militares. Ese es para él, el pasado, lo viejo, la España del siglo diecinueve prolongándose, viciosamente, en el veinte. (Julián Zugazagoitia, ministro de gobernación con Negrín).
De todos los protagonistas de aquella zarabanda electoral, el más claro y noble fue José Antonio Primo de Rivera, quien, preso gubernativamente, tuvo la gallardía de renunciar a la inmunidad parlamentaria, que habría de procurarle la libertad. Los hombres eligen con sus actos su destino y José Antonio eligió el suyo con estoicismo senequista (Mariano Ansó, ministro de Justicia en el gobierno de Negrín).
Fue muy de lamentar que fracasáramos todos en salvar a un hombre que quizás hubiera podido cambiar la historia de España, si hubiera vivido. Los responsables de la ejecución fueron unos insensatos (Salvador de Madariaga, académico de Historia).
El año pasado se estrenó el musical “Mi Princesa Roja” y este próximo 20 de noviembre a las 20.00 hay una función especial en el teatro José María Rodero de Torrejón de Ardoz.
Primo de Rivera representa lo que ningún otro político ha conseguido: la reconciliación.
Gracias a la gestión de destacados miembros de la carrera judicial, acaban de conseguir que el Colegio de Abogados de Madrid haya decidido mantener la distinción de Decano perpetuo a José Antonio.
Un lucero que brillará por toda la Eternidad.
Artículo de Mercedes Valdivia publicado en el diario XYZ