Su Nueva Historia de España, donde sostiene el carácter esencialmente europeo de España y el entrelazamiento de las historias respectivas, ya parecía exigir de Pío Moa un esfuerzo panorámico similar referido al conjunto de nuestro caminar común, al que aplicar su capacidad para la síntesis de los hechos y su análisis desprejuiciado. Es lo que ha conseguido en Europa. Una introducción a su Historia (La Esfera de los Libros), que abarca desde la Segunda Guerra Púnica (c. 208-201 A.C.) hasta nuestros días, incorporando hechos de magnitud epocal como el fin del comunismo y el resurgir islámico.
ReL / En la obra hay múltiples referencias al cristianismo, no sólo para recoger los hechos incontestables que vinculan a Europa con la Iglesia, sino para interpretar su interacción en las sucesivas etapas de formación, supervivencia, estabilización, expansión, apogeo y decadencia con las que divide estos veintidós siglos de Historia de Europa.
Por eso comenzamos evocando con él aquello que hace quince años inquietó tanto a San Juan Pablo II: que no se olvidasen las «raíces cristianas de Europa».
-¿Tenía razón al insistir tanto en que se recogiesen en el preámbulo de la Constitución europea?
-Las raíces cristianas de Europa no admiten discusión, son un hecho.
-Pero ¿qué virtualidad política podía tener esa inclusión?
-Naturalmente, si la Unión Europea aspira a representar una continuidad histórica de Europa, tendría que hacerlo constar claramente en esa Constitución. Pero en mi opinión, la Unión Europea no es Europa y lo que busca es precisamente segar esas raíces. En el fondo es un proyecto antieuropeo y me temo que de orientación totalitaria, como vemos en la forma como se imponen ideologías abortistas, homosexistas, etc.
-¿Se ha roto la continuidad con el proyecto de construcción europea de tres católicos como Konrad Adenauer, Robert Schumann y Alcide De Gasperi?
-Si por algo se ha distinguido Europa, y ahí está una de las causas de su extraordinaria creatividad, es por la gran diversidad cultural entre sus naciones. Europa quedó devastada no solo material sino aún más moralmente y políticamente como resultado de la Segunda Guerra Mundial, la guerra de las tres ideologías, como la defino en el libro. El proyecto, de carácter democristiano, tenía cierta concepción por así decir materialista, estableciendo una base económica sobre la que se desarrollaría a la larga una construcción política y cultural. Me parece inviable e inconveniente, y de todas formas la evolución de la Unión Europea ha abandonado sus orígenes democristianos para tomar un carácter socialdemócrata y realmente muy poco cristiano, por no decir abiertamente anticristiano.
-¿Y puede sostenerse ese armazón europeo de democracia y derechos humanos sin el sustrato cristiano?
-En mi opinión, la Unión Europea es un engendro peligroso y habría que volver a la idea de un Mercado Común, económicamente beneficioso para todos, pero sin las pretensiones de crear una especie de nueva superpotencia arruinando las culturas que han dado vida a la Europa histórica.
-¿Qué hechos y personajes más característicos de la historia de Europa permiten identificar nuestra civilización como “cristiana”?
-Los hechos más característicos fueron la salvación de la civilización tras la doble oleada de invasiones bárbaras a la caída del Imperio romano, y la separación, sobre todo en la parte occidental, del poder temporal y el espiritual o moral. La tensión entre ambos poderes, a veces violenta, ha abierto ámbitos de libertad que no están presentes en otras civilizaciones.
-¿Cuál ha sido el papel de la razón en la historia de una Europa transida por la fe?
-La supervivencia de la cultura grecorromana se debe precisamente al cristianismo, y eso ha dado otra característica esencial a la civilización europea: la tensión entre la razón y la fe, entre Atenas y Jerusalén, también un rasgo que no apreciamos en otras civilizaciones, y en el que se encuentra, entre otras cosas, la raíz del pensamiento científico.
-¿Qué personajes son arquetípicos de Europa?
-Suele ponerse a Carlomagno, pero su imperio fracasó, aparte de que intentaba una unión religioso-política al modo bizantino que, afortunadamente, también fracasó. Pero, en fin, si hubiera que señalar un «padre de Europa» podría ser Escipión, el vencedor de Aníbal, ya que de haber sido Roma la perdedora, su imperio no habría llegado a existir, y la historia posterior habría sido muy distinta. El padre cristiano de Europa podría ser San Benito de Nursia, por el papel esencial desempeñado por los benedictinos para civilizar a los bárbaros frente a todas las adversidades. Luego hay muchos más, sería arbitrario decidirse por unos u otros.
-¿Cuál es el momento cumbre de la civilización europea?
-Es imposible decirlo. La época de mayor poder material de Europa viene a producirse la época entre la revolución industrial nacida en Inglaterra y la Revolución francesa, y la Primera Guerra Mundial. Por eso defino esa época, precisamente, como la Edad de Apogeo, que fue acompañada de una eclosión de ideologías que operan como religiones sustitutorias. Desde otro punto de vista podríamos considerar el Renacimiento y la expansión transatlántica, sobre todo española, acompañada de esplendor artístico e intelectual. En fin, la época del románico y el gótico también son grandes momentos. Es curioso que cada una de estas etapas dé lugar a la siguiente, la cual se presenta al mismo tiempo como una revolución contraria a la etapa anterior.
-Hay un momento en el que usted sostiene que algo no tiene precedentes en la historia, y es la transformación de Europa como una civilización cristiana en una civilización prometeica…
-Como explico al principio, creo que el núcleo generador de las culturas no es la economía o la técnica, en base a las cuales suele interpretarse hoy la historia, sino la religión. La tensión entre razón y fe, como dije, es un rasgo especial cristiano, y en la civilización europea, finalmente, la razón se ha rebelado contra la fe a partir de la Ilustración -algo nunca visto antes- generando las ideologías, que son concepciones del mundo y del hombre que tratan de prescindir de la fe y asentarse únicamente en la razón.
-¿Eso es positivo o negativo?
-En el libro expongo cómo las ideologías, que aspiran a sentar conclusiones unívocas y universales a partir exclusivamente de la razón y la ciencia, no lo consiguen nunca, pues de unas mismas premisas pueden derivarse ideas muy diversas. Su crítica de la religión se basa en que esta es un producto histórico de la ignorancia y la impotencia humanas. La ignorancia estaría en vías de superarse mediante el ejercicio de la razón, y la impotencia lo mismo, gracias a la técnica. En la mitología griega, Prometeo es un titán, es decir un hijo de la tierra, en cierto sentido opuesto al espíritu, que enseña a los hombres la técnica y a burlarse de los dioses. Más o menos es lo que significan las ideologías. Y esa concepción está representada de forma típica en la masonería. En el cristianismo se encuentra algo semejante en el relato del Paraíso o en episodios como el del becerro de oro, que advierten sobre los peligros de reducir la vida humana a una lucha sin fin por el bienestar material.
-Se está empezando a celebrar el quinto centenario de Lutero. ¿Es un «padre» de la Europa que habría nacido en Westfalia tras fracturar la Cristiandad?
-En el libro insisto en dicha tensión entre razón y fe como característica de la civilización cristiana. Tensión significa al mismo tiempo oposición y complementariedad, pero a partir de cierto momento, en la Ilustración -aunque algunas de sus raíces se encuentren en el protestantismo-, la razón rompe con la fe, por así decir. Las dos cosas son europeas. Por supuesto, las ideologías no han acabado con el cristianismo, sobre todo con el catolicismo, pero este ha retrocedido y sigue retrocediendo, porque no acaba de encontrar un discurso adecuado frente a las ideologías. El Concilio Vaticano II fue un intento, aunque creo que en gran medida ha fracasado. Juan Pablo II y Benedicto XVI rectificaron algunos de los peores efectos de aquel concilio, renunciando, por ejemplo, al llamado diálogo con los marxistas, planteado sobre bases falsas y que fue ruinoso para la Iglesia. Ahora, el Papa actual parece seguir en la línea contraria a Juan Pablo II, y la ha ampliado con un diálogo con los protestantes, tengo la impresión de que también sobre bases falsas, justificando excesivamente a Lutero.
-¿Por qué «excesivamente»?
-Una de las consecuencias inevitables del protestantismo es la disgregación en muchos grupos y fes diversas, algo que va, creo, contra las tradiciones de la Iglesia. En cuanto a la paz de Westfalia, que tanto satisface a pensadores políticos como Kissinger, fue como sabemos un fracaso, no aseguró ningún equilibrio y fue condenada por el Papa. En fin, Europa, hasta ahora, es las dos cosas: el intento de armonizar la tensión entre razón y fe, y la rebelión de la razón contra la fe, a la que pueden atribuirse, por ejemplo, las dos guerras mundiales del siglo XX.
-Esas dos cosas ¿son incompatibles?
-Creo que la Iglesia busca un discurso capaz de armonizar las dos cosas, sin resultado claro hasta ahora. Otro intento fue el de Maritain y la democracia cristiana, que no me parece muy exitoso a día de hoy. Dos pensadores conscientes del problema han sido Jacques Maritain y Christopher Dawson. Dawson me parece más interesante, aunque más incompleto.
-¿Está preparada la Europa actual para recibir e integrar millones de musulmanes sin perder su identidad cristiana y grecorromana?
-En gran medida, Europa se ha edificado precisamente contra el islam. Son dos concepciones religiosas y culturales muy distintas, por no decir opuestas, y siguen siéndolo. Creo que Europa se suicida admitiendo masas de musulmanes, pero ello es muy coherente con las ideologías actuales de la Unión Europea.
-¿Qué hacer entonces?
-Es preferible que los islamistas permanezcan en sus países, pero precisamente la Unión Europea y Estados Unidos, con sus intervenciones en esos países, supuestamente para democratizarlos, están generando guerras civiles y caos, un resultado de los cuales son esas inmigraciones masivas.
-¿Qué opina del caso particular de España?
-En España tenemos además el problema de que siguen con la idea de Al Ándalus. ¿Por qué no podría volver Al Ándalus, si Alá lo quiere? ¿Y por qué no había de quererlo? Además, innumerables profesores y escritores españoles anticristianos están sentando una peligrosa falsificación de la historia, negando la Reconquista, con lo que vienen a funcionar como caballo de Troya o quinta columna de esas aspiraciones musulmanas, que ciertamente existen y a las que no debemos cerrar los ojos
-¿Quién ha sido el más europeo de los españoles?
-Hombre, los españoles hemos sido europeos siempre, y ya he dicho que no soy partidario en absoluto de crear un monstruo “europeo” que destruya las culturas e idiomas de las diferentes naciones, imponiendo el inglés como lengua superior y toda esa historieta del multiculturalismo y una concepción economicista de la vida, algo así como la cultura del becerro de oro. Pero, en fin, si hemos de distinguir un europeísta español, creo que Don Pelayo es el arquetipo. Sin la Reconquista iniciada por él, España habría dejado de existir, convertida en Al Ándalus, es decir, una cultura oriental-africana con el árabe como lengua, en lugar de una nación europea.