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Una opinión falangista sobre la Ley de Educación

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Por Eduardo López Pascual para elmunicipio.es

Entre los falangistas de por aquí, contamos con varios camaradas que pertenecen al mundo de la enseñanza y la educación, (quien firma este artículo, es Maestro Nacional y Profesor de Instituto, Jubilado, sí, pero con 40 años de servicio), y sirva esta notas para justificar nuestra posición respecto a las traídas y llevadas normas y leyes que sobre la enseñanza en España, se vienen produciendo en la clase política, seguramente no con afanes de mejorar lo que hay sino de criticar lo que se haya hecho por el gobierno adversario. Pero en esta lucha de intereses, hay que reconocer que en buena medida, habrá que tomar decisiones que de verdad impliquen un sistema de enseñanza más cercano a las necesidades reales de la comunidad educativa.

De ahí ese divorcio largo y perverso que estamos observando y sufriendo, entre el mundo estudiantil, profesores y alumnos, y la sordera de los responsables de la aplicación de esos planes que están concitando un rechazo verdaderamente importante. Lo que ocurre, desde nuestra visión del problema, es que la protesta generalizada ante las deficiencias de la actual y todavía no practicada Lomce, es que esas denuncias se han dirigido, fundamentalmente a sus aspectos más académicos, como la supresión de las reválidas -máxima reivindicación-, la inclusión o no de la religión en el currículo, el pase de asignaturas, la reforma de la prueba de acceso a la Universidad, etc, que, aun siendo cosa de interés, vemos que lo que es sustancial para que se tenga en el país una gran y buena enseñanza, necesita una reforma total para que sea gratuita y universal. Es verdad que el futuro escolar de un chaval de 14 años no debería de someterse al albur de un examen, pero no es de recibo el que en pleno siglo XXI, estudiar cueste un dineral que muchas familias no podrían aguantar. Y de esto, poco se ha dicho en la anunciada reunión con el Ministro Méndez de Vigo, de estos días.

No he visto, o no lo he advertido, que las huelgas promovidas por la comunidad educativa, empezando por los sindicatos de estudiantes ni por los políticos afectados, pedir que efectivamente los alumnos tanto en primaria, bachillerato o universidad, no tengan que pagar ni un solo euro por recibir una formación escolar o académica, teniendo como tenemos una de las tasas más caras de Europa. El capítulo de dinero que las familias tienen que reservar para los estudios de sus hijos es sin duda ofensivo para millones de españoles. Los libros de texto, o las matrículas en la universidad, los créditos, los máster, dan auténticos escalofríos, y frustran en número muy considerable la posibilidad de una enseñanza completa y profesional. Puede ser que la fuerza empleada para contestar una ley que no gusta a casi nadie, se haya suscrito solo a esos aspectos que, claro, ayudarían al estudiante, pero que deja en “parada social”, la urgente política de gratuidad que nuestra sociedad exige en su conjunto. Los falangistas de siempre y de hoy, urgimos una enseñanza absolutamente gratuita desde los cero años hasta su término en la Universidad, y mientras esto no suceda, nuestro sistema de prioridades será un fraude a la sociedad española. Como padre, como profesor (jubilado) y como falangista, levanto la voz para exigir, además de una ley positiva, racional, inteligente, una memoria económica que asegure esa gratuidad que en todo momento pedimos.

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