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Donald Trump y Pence fuerzan a los medios a cubrir la Marcha por la Vida

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Por primera vez en más de tres décadas, un vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, ha liderado la Marcha por la Vida, la manifestación monstruo contra el aborto, y un presidente, Donald Trump, ha mostrado públicamente su apoyo incondicional a los manifestantes.

Presidente Trump / La ‘blitzkrieg’ normativa del presdiente Donald Trump, su hiperactividad política, tiene -sin entrar en que sean buenas o malas- ventajas estratégicas evidentes frente al ‘partido de la oposición’ que, como ha hecho explícito el presidente, no es tanto el Partido Demócrata como los medios convencionales.

Dos de ellas son muy claras: un político que cumple lo que promete y un líder resolutivo son, en principio, propaganda muy positiva. Pero hay una tercera, crucial, más propiamente ‘bélica’ que estas dos y que tiene muy en cuenta que, en efecto, los medios de comunicación van a por él a saco, a saber: les obliga a dispersar fuerzas.

Me explico. Si Donald Trump hubiera dedicado su primera semana a una medida ‘polémica’, por emplear el lenguaje al uso; si la prensa tuviera, al menos, varios días para centrarse en, digamos, el oleoducto de Keystone o la construcción del muro, podría organizar uno de sus habituales ‘bombardeos de alfombra’ contra la medida, un ataque minucioso en el que concentrarían todas sus fuerzas.

Pero Donald Trump no les da esa opción. En una semana ha descargado todo el ‘horror’ previsto y un poco más, todas las medidas que tienen a la progresía americana -mundial, en realidad- en un “ay”, e incapaz de montar una contraofensiva eficaz.

La impresión de que “Trump juega con los medios”, señalada por no pocos comentaristas, se confirma cada día, y aunque sus trucos se repiten, los medios caen cada vez en la trampa. Lo hizo, como ya hemos señalado, con la cuestión de la asistencia a su inauguración, que tuvo a la prensa ocupadísima -distraidísima- rebuscando fotos y recurriendo a “expertos en multitudes”. Y volvió a hacerlo cuando anunció una investigación sobre un posible fraude electoral y sugirió que cinco millones de votos podrían ser inválidos.

Y la prensa volvió a hacerlo: con tal de desmentir esta cifra evidente y deliberadamente hinchada, revolvió el asunto hasta que los expertos dijeron que ni de lejos, pero que calculaban en 800.000 los votos depositados por personas sin derecho a voto. Misión cumplida, pardillos.

Pero si la alegoría bélica nos permite llamar ‘bombas’ a las medidas que va adoptando Trump, la actitud de su Administración hacia la causa provida podría calificarse de misil con cabeza nuclear, y no solo porque el crimen del aborto es quizá la causa que más celosamente defienden sus adversarios, sino también porque, tras la Marcha de las Mujeres y la advertencia explícita del presidente, los medios ya no pueden adoptar su actitud habitual con esta manifestación, que es hacer como que no ha pasado.

Antes de tirar la primera piedra contra los medios progresistas -los medios ‘de prestigio’-, hay que recordar que en nuestro país, al grupo mediático propiedad de la Iglesia, su radio, Cope, y su televisión, 13TV, tampoco parece importarle ni mucho ni poco la esperanzadora reacción del nuevo Ejecutivo americano. Más bien, se han sumado al carro del antitrumpismo generalizado, con toda esa retórica de “puentes, no muros” ante la que uno se queda con la sensación de que cumplir la ley vigente es una malvada excentricidad o que el control de las propias fronteras supone uno de los cinco tipos de pecados que claman la venganza de Yahvé.

Así que los medios americanos se han visto obligados a cubrir la marcha, lo que, naturalmente, no significa que no hayan hecho lo imposible por manipular el acto. Uno de los trucos más viejos de esta vieja batalla es no citar ni una sola vez el nombre que se dan a sí mismos los manifestantes, provida, llamándoles “antiabortistas”.

“Grupos antiabortistas celebran una marcha triunfal tras los años de Obama”, titula Associated Press su cobertura sobre el “movimiento antiaborto en alza”. Y tan en alza, que ya más de la mitad de los americanos se define ‘provida’, si bien no coinciden totalmente en su postura específica sobre el aborto. La propia AP tuvo que admitir en su texto este hecho -o las consecuencias electorales de este hecho- cuando se refirió a las mayorías provida en el Senado y la Cámara de Representantes.

Otra estrella del equipo de Donald Trump que se dirigió desde el estrado a los manifestantes provida fue la directora de la campaña de Trump, primera mujer en llevar a un candidato a la Casa Blanca, Kellyanne Conway, que se refirió especificamente en su alocución a un “nuevo amanecer para la vida” en Estados Unidos, lo que no impidió a USA Today referirse a los congregados como “activistas antiaborto”.

Pese a las continuados y constantes intentos de los medios y la clase política para convencer a su público de que se trata de un “tema zanjado”, un “debate superado”, los datos cuentan una historia muy distinta, y la del aborto no solo es una polémica central en el discurso cultural, sino que el bando provida está empezando a ganarla.

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