Por Javier Giral Palasí
Durante más de 30 años la propaganda del régimen de la monarquía partitocrática nos ha repetido machaconamente que el golpe de estado del 23 de febrero de 1981, con aquella entrada esperpéntica de la guardia civil en el congreso de los diputados y con Tejero a la cabeza que todos pudieron ver por TV (algo que no estaba previsto, pues un operador se dejó una cámara encendida), fue llevado a cabo por un grupo de militares “nostálgicos y franquistas” que deseaban involucionar a la joven democracia hacia otro gobierno de dictadura militar, y que gracias al rey y al hecho de que se puso firme en su defensa de la democracia contra aquellos militares aquel golpe fracasó.
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Pero resulta que el trabajo de investigación de algunos periodistas, como Jesús Cacho, Victoria Prego, Pablo Sebastián, etc… o los testimonios de los coroneles Martínez Inglés (cuyo libro fue retirado a los 15 días), Diego Camacho o Alberto Perote, han terminado dando luz a este asunto, que ya era un secreto a voces entre la élite corrupta gobernante y su pacto de silencio para proteger al monarca, cuya constitución del 78 recoge su inviolabilidad, y sobre todo para proteger al propio tinglado del nuevo estado que había repartido a granel cargos y privilegios entre la creciente clase política parasitaria.
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Entre esos investigadores, cabe destacar con sus décadas de trabajo, a Jesús Palacios, con el libro 23F, El secreto del rey, al que el historiador Stanley Payne, lo calificó como “un libro definitivo” para comprender lo sucedido en el 23-F. Libro que tiene el añadido de que el autor recurre al testimonio de numerosos testigos y a numerosa documentación. Sobra decir que a Jesús Palacios le han tratado de silenciar en todas partes, y ninguna editorial quiso publicar su libro hasta que finalmente lo hizo el grupo Intereconomía. Más recientemente y con gran polémica, debido a su carácter mediático, Pilar Urbano, publicó La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar… que ahondaba en todas las tesis de Jesús Palacios.
Interesante es también subrayar que el propio Sabino Fernández Campo, secretario de la casa real por aquel entonces, le confesó a García Trevijano que “el organizador y responsable último fue Juan Carlos de Borbón”, y así quedó recogido en la biografía autorizada que Manuel Soriano le hizo a Sabino. Pues bien, creo que ya va siendo hora que todos los españoles sepan la verdad.
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La situación en 1981 era desastrosa, no solo en el ámbito económico con un paro hasta entonces nunca visto del 15% y una inflación disparada, sino sobretodo porque la banda terrorista-socialista ETA asesinaba a diestro y siniestro para así conseguir mayores concesiones del claudicante gobierno de la UCD; también por la sensación de que el autonomismo había ido demasiado lejos y debía corregirse, por las luchas internas dentro de la propia UCD, por la retirada del apoyo de la banca, del ejército y del rey que se había granjeado Suárez, a lo que se sumaba el hostigamiento de la oposición, que con el PSOE a la cabeza le presentó una moción de censura, etc… Todo esto hizo que el desastre del gobierno Suárez llegase a tal punto, que el rey viese la situación como muy peligrosa no sólo para el país sino también para la estabilidad de la propia monarquía, fue entonces cuando el monarca dio su visto bueno para llevar a cabo una operación de derribo o golpe de timón, al que entonces era presidente y a su gobierno con un golpe de estado controlado y escenificado: “A mí que me lo den hecho” afirmó el rey. Un golpe de estado contra la persona que él mismo como rey había elegido para presidente en 1976, tan sólo unos años atrás, y con los poderes preconstitucionales heredados de Franco. Después la dimisión de Suárez, tan sólo retrasó aquel golpe de estado, pues tampoco creyeron que Calvo Sotelo fuese a ser la solución.
Previamente a la que adoptaría el sobrenombre de “Solución Armada”, existía en los servicios de inteligencia, entonces llamados CESID, una operación teórica denominada “operación De Gaulle”, basada en la presión que los generales franceses de Argelia ejercieron para que el presidente René Coty cediera la presidencia al general Charles de Gaulle. Entonces bastó con una demostración de fuerza como haber lanzado sobre París a la élite paracaidista, para que cubriendo la apariencia democrática, se entregara el poder al general de Gaulle.
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La solución Armada, recibía su nombre por el general Alfonso Armada, marqués de Santa Cruz de Rivadulla, que había sido el secretario de la casa del rey, antes príncipe, durante décadas y era el hombre más fiel al monarca (Juan Carlos de Borbón había intercedido por él para que fuera Segundo de la Junta de Jefes del Estado Mayor dos meses antes del golpe de estado). La solución Armada consistía en un gobierno de concentración que de haberse constituido, sería presidido por el general Armada, y tras el acuerdo con el emisario del PSOE, Enrique Múgica, el vicepresidente sería el socialista Felipe González, un gobierno que contaría con ministros que venían de la UCD y de AP, e incluso con ministros socialistas y comunistas.
El general Armada contactó con el militar más monárquico del ejército, el teniente general Milans del Bosch, que además era capitán general de Valencia, pues en la iniciativa del golpe no hubo “nostálgicos franquistas” sino acérrimos monárquicos. Llegado el momento de la escenografía del golpe las unidades de Valencia saldrán, como estaba previsto, con los tanques a la calle para “mantener el orden público”. Así debería haber sucedido también en Madrid, pero el general Juste no se dejó arrastrar por la oficialidad (oficialidad que anteriormente lo había sido de Milans del Bosch), pues cuando llegó el momento de sacar la División Acorazada Brunete a la calle, Juste no consiguió hablar con el general Armada y desconfió de aquella situación.
Milans del Bosch contactó con el teniente coronel de la guardia civil José Antonio Tejero, dispuesto a involucrarse pese a su detención anterior por culpa de la operación Galaxia, que en realidad no pasó de una conversación ni se materializó en nada. Y de este modo, entre Milans del Bosch y Tejero se perfiló la estrategia operativa de aquel golpe, sin que Tejero en ningún momento hablase con el general Armada ni conociese su intención de dar paso a un gobierno de concentración, pues Tejero se decantaba por una junta militar. Y sin recibir mayores explicaciones, Tejero se subordinó a su superior, Milans del Bosch.
La escenografía de aquel golpe de estado, que en realidad era un golpe de timón desde las altas instancias, se materializó el 23 de febrero de 1981, cuando debía ser investido el presidente Calvo Sotelo. Es obvio ya que el chivo expiatorio era el teniente coronel Tejero, que sí era un nostálgico del orden franquista, hasta el punto que cuando se le presentó el general Armada en el congreso de los diputados, la “autoridad militar competente” anunciada y que todos esperaban, con su lista de políticos para formar ese gobierno de concentración y hacerse erigir por los diputados como “salvador de la situación” y después como presidente, Tejero se negó a dejarle hablar ante el Congreso de los Diputados, alegando que él no había dado un golpe de estado para que hubiese un gobierno con socialistas y comunistas. Y para colmo, Armada le comunicó que le tenía preparado un avión en Getafe para que se marchase al exilio con la promesa de que después podría volver.
Tejero sintiéndose embaucado, quien aspiraba a un gobierno militar, le respondió que él sólo recibía órdenes del teniente general Milans del Bosch, así que Tejero, tras discutir de malas maneras con Armada, se puso en contacto por teléfono con Milans, y este le solicitó que se serenase y se pusiera a las órdenes del general Armada. Finalmente Tejero afirmará en ese momento que “antes que aceptar una cosa así prefería morir” y, por tanto, Armada fracasará en su intento de crear un gobierno de concentración y así lo comunicará al palacio de la Zarzuela. Es sólo entonces, y no antes, cuando vestido de capitán general comparecerá Juan Carlos de Borbón de madrugada ante los españoles en TV para asegurar “su defensa del orden constitucional y del proceso democrático”.
Más tarde, el rey ni siquiera autorizará al general Armada la oportunidad de poder defenderse fehacientemente en el consejo de guerra al que tendrá que enfrentarse, por temor a que le implicase. Por lo que el general Armada, pagará su fidelidad al rey y su fracaso de formar el gobierno de concentración tras el golpe, siendo condenado a 30 años de cárcel (después el gobierno socialista lo indultará a los 6 años), como condenados serán Tejero y el monárquico Milans del Bosch. Pero aunque el resultado de la operación fracasase, el éxito de la monarquía está en haber engañado a los españoles al hacerse pasar por la “salvadora de la democracia” en aquel golpe que con su autorización se había organizado.
Las consecuencias del golpe de estado de opereta vinieron para el ejército al que le cargaron el muerto, con el pretexto de que existían en sus filas “sectores reaccionarios”, el ejército será en gran parte desmantelado, perderá prestigio e influencia, y sus presupuestos serán reducidos. Otro efecto colateral será que aquel golpe ayudará a que un año después la izquierda del PSOE saque una mayoría apabullante, frente al fantasma reaccionario, lo que también coincidía con el viejo anhelo del rey que quería legitimar a su monarquía reinando con la izquierda en el poder. Por su lado la UCD y Fuerza Nueva desaparecerán del mapa político, y la derecha no levantará cabeza durante largos años, y para cuando lo haga, se la volverán a hundir con otra operación de servicios secretos que aún no ha sido aclarada pese a las sentencias judiciales: la del atentado terrorista del 11M.
LISTA DEL PRETENDIDO GOBIERNO DE CONCENTRACIÓN:
– Presidente: Alfonso Armada Comyn (general de divisón)
– Vicepresidente Político: Felipe González Márquez (secretario general del PSOE)
– Vicepresidente Económico: José María López Letona (Ex gobernador del Banco de España)
– Ministro de Asuntos Exteriores: José María de Areilza (diputado de Coalición democrática)
– Ministro de Defensa: Manuel Fraga Iribarne (presidente de Alianza poular, diputado CD)
– Ministro de Justicia:Gregorio Peces Barba (diputado PSOE)
– Ministro de Hacienda: Pío Cabanillas Galla (ministro de Suárez, diputado UCD)
– Ministro el Interior: Manuel Saavedra Palmeiro (general de división)
– Ministro de obras públicas:José Luis Álvarez (ministro de Suárez y diputado de UCD)
– Ministro de Educación y Ciencia: Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón (diputado UCD)
– Ministro de Trabajo: Jordi Solé Tura (diputado PCE)
– Ministro de Industria: Agustín Rodríguez Sahagún (ministro de Suárez, diputado UCD)
– Ministro de Comercio: Carlos Ferrer Salat (presidente de la patronal CEOE)
– Ministro de Cultura: Antonio Garrigues Walker (empresario)
– Ministro de Economía: Ramón Tamames (diputado PCE)
– Ministro de Transpotes y Comunicaciones: Javier Solana (diputado del PSOE)
– Ministro de Autonomías y Regiones: José Antonio Sáenz de Santamaría (teniente general)
– Ministro de Sanidad: Enrique Múgica Herzog (diputado PSOE)
– Ministro de Información: Luis María Anson (periodista, presidente de la Agencia Efe)
Mañana jueves es el aniversario del auto-golpe, hay que hacer pedagogía, tantos y tantos años después, a los ilusos que todavía se creen la versión oficial, sustentada gracias a personajes como Jordi Evole, el amigo de Otegi