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Un drama en dos actos: Virginia salvó la vida a José el día 19, José mató a Virginia el día 29

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Virginia Ferradás Varela, de 55 años de edad, es la sexta mujer asesinada por un hombre desde que comenzó el año. Se suma a la lista de víctimas mortales de la violencia machista en España en 2017, en la que también están Matilde de Castro, de 44 años, Blanca Esther Marqués, de 48, Toñi García Abad, de 33 años, María de los Ángeles, de 77 años [la incluimos en la serie, aunque hay muchos matices en esta historia como puedes comprobar aquí], así como una mujer de 25 años cuyo nombre se desconoce. EL ESPAÑOL contará la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 871 asesinadas por sus parejas o exparejas.

El Español / 19 de enero. Diez días antes de morir a manos de su marido, Virginia Ferradás Varela, de 55 años, había evitado que éste se suicidase. José Alén Lorenzo, de 59 años, se había encaramado al tejado de la vivienda que ambos compartían en O Carballiño (Ourense) y amenazaba con quitarse la vida. El episodio había quedado zanjado horas después, cuando ella, asomada a una pequeña ventana y tendiéndole la mano, le convenció para que volviese a entrar en casa. Fue atendido en Urgencias y recibió el alta horas después.

Virginia y José habían vuelto a O Carballiño después de 25 años en Suiza, a donde emigraron por cuestiones laborales. Ella comenzó a notar cambios en su comportamiento y en agosto de 2016 decidieron regresar a España y alquilar una casa a pocos kilómetros del pueblo en el que ambos se conocieron, O Irixo (Ourense).

En diciembre de 2016, José Alén fue diagnosticado con demencia. Poco antes de que acabase el año, ella había solicitado ayuda a la administración. Acudió al Concello y solicitó asistencia a domicilio, según consta en un expediente de tramitación. Marina Ortega, concejala de Servicios Sociales e Igualdad, explicaba que Virginia necesitaba «a una persona que la ayudase en el domicilio, y que se le incluyera [al marido] en los talleres que se imparten con la Asociación de apoyo a familiares y enfermos de alzhéimer».

El periódico Faro de Vigo apuntaba que el agresor fue detenido e ingresado en la unidad de agudos psiquiátricos del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO). Allí le realizan exámenes psiquiátricos para determinar si puede declarar y si es penalmente responsable del acto cometido.

Domingo 29 de enero, ocho y media de la tarde. Virginia y su marido habían quedado en ir a comer a mediodía a casa de su familia. Al ver que no aparecían ni contestaban al teléfono, fueron a casa del matrimonio, situada en la calle Alexandre Bóveda. Nadie abrió la puerta. La Policía accedió a la vivienda a través de una ventana, alertada por un cuñado de ella. Allí, los oficiales constataron que Virginia estaba muerta. Él permanecía con vida. Se había autolesionado en el estómago con un cuchillo.

Según la autopsia, Virginia Ferradás fue asfixiada, no apuñalada, como se presuponía al principio. Su cuerpo ha sido enterrado en el cementerio municipal de O Irixo, localidad en la que se crió y en la que todavía vivían sus padres, Manuel y Preciosa.

Manuel Martín, portavoz de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB), apunta que «es posible que alguien con demencia cometa un homicidio, aunque ocurre muy rara vez». «A veces la demencia provoca un cuadro depresivo y eso desemboca en un acto violento consumado. A su vez, pueden darse casos de autolesión, pero también son poco comunes», añade. La lectura de género es necesaria en estos casos: el psiquiatra Manuel Martín apunta que «suelen ser los hombres los que actúan de esta manera; suelen reaccionar de manera imprevisible a algún incidente, es muy raro que lo haga una mujer».

Los vecinos de O Carballiño apenas conocían a Virginia y José. Después de casi tres décadas emigrados, habían perdido mucho contacto con sus habitantes. El dueño de El Caserío Bar, situado a 400 metros del lugar del homicidio, aseguraba que apenas sabía nada de ellos, «solo cuando él se subió al tejado y amenazó con suicidarse». Otro vecino del pueblo, Carlos Varela, solo recordaba a Virginia de cuando él era pequeño: «Mi madre me dijo que ella nos solía cortar el pelo a mi hermana y a mí».

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