Para las mujeres pero sin ellas. Una provincia de Arabia Saudí presentó a finales de la semana pasada el primer consejo de mujeres del reino en un acto presidido y copado por hombres. De hecho, entre los participantes en la ceremonia no había ni rastro de féminas.
El Mundo / La controvertida puesta de largo del consejo tuvo lugar el pasado sábado en la región de Al Qasim, enclavada en el centro del país y conocida por sus negocios agrícolas. «En Al Qasim miramos a las mujeres como nuestras hermanas y sentimos la responsabilidad de abrir nuevas oportunidades a su trabajo», proclamó con orgullo el príncipe Faisal bin Mishal bin Saud, de 76 años y gobernador de la región, ante un auditorio repleto de hombres.
Durante el acto, hasta 13 varones se sentaron en el estrado junto al cartel que anunciaba el lanzamiento de un consejo presidido por la princesa Abir bint Salman, esposa del gobernador. Ni siquiera ella estuvo presente en una ceremonia que, a juicio de su marido, marcó un hito en la historia del reino. Las únicas féminas que asistieron al encuentro lo hicieron a través de videoconferencia desde otra habitación para preservar la estricta segregación por sexos que propugna la monarquía, cuna del islam más intransigente.
En su alocución, el príncipe subrayó que las mujeres representan «la mitad de la sociedad saudí» y advirtió de la necesidad de incrementar su presencia en el mercado laboral, donde apenas suponen un 22%, respetando -recalcó- los valores religiosos del país.
Un fenómeno viral
A pesar de su arenga, la cuota femenina brilló por su ausencia. El número de mujeres que asistieron al acto desde la distancia no ha trascendido y las instantáneas de la primera sesión del foro, vendido por sus promotores como un avance en un país que sojuzga a sus súbditas, se ha convertido en un fenómeno viral. «¿Dónde están las mujeres de Al Qasim durante el primer encuentro de su consejo?», se preguntó un ciudadano a través de Twitter.
No fue el único. Otros saudíes volcaron su enfado en 140 caracteres insistiendo en la incoherencia de inaugurar una iniciativa destinada a mujeres con «los hombres como únicos participantes». «¿Una broma? No. Es real. El primer encuentro del primer consejo de mujeres en Arabia Saudí sin mujeres», lamentó otra internauta.
Las saudíes siguen enfrentándose a una ubicua discriminación. No pueden trabajar, practicar deporte, estudiar, someterse a una intervención quirúrgica, casarse, alquilar un apartamento, matricular a sus hijos en un colegio, abrir una cuenta bancaria, deambular por la calle o viajar sin el permiso de un tutor varón (mahram), ya sea progenitor, cónyuge, hermano o incluso vástago.
El país, que ocupa el antepenúltimo puesto en el índice mundial de desigualdad de género de las Naciones Unidas, ha realizado pequeñas reformas en el último lustro. En 2011 reconoció a la población femenina el derecho a votar y presentarse en los comicios municipales. Dos años más tarde, incluyó a 30 súbditas en la Shura, un consejo designado directamente por el monarca cuya función básica es estudiar las políticas gubernamentales y elevar propuestas de enmienda al Consejo de Ministros. Y levantó la prohibición para que las saudíes pudieran pasear en motocicleta o bicicleta por zonas restringidas, siempre y cuando, vistieran niqab (la prenda que oculta todo el cuerpo salvo los ojos) y fuera acompañadas del mahram.
El pasado abril, además, las autoridades despojaron a la controvertida policía moral de potestad para perseguir y arrestar a quienes desafían su mandato tras una abultada lista de abusos e incidentes mortales. Entre los pequeños triunfos recientes, figura la concesión el pasado febrero de una licencia para abrir una cadena de gimnasios exclusivos para mujeres.
Las reformas, sin embargo, han resultado insuficientes. Las féminas no pueden aún conducir y la tutela sigue siendo el principal escollo. La batalla para liberar a las saudíes de su guardián masculino tomó impulso el pasado verano tras la denuncia de Human Rights Watch (HRW). Desde entonces, activistas y mujeres anónimas han divulgado una campaña que vuelve a poner entre las cuerdas al rey Salman y la vieja guardia de la ortodoxia islámica, reacia al más leve cambio.