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¿GUERRAS DE RELIGIÓN EN EUROPA?

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Por Pedro Conde Soladana para elmunicipio.es 

Si así fuera, habría que decir que Europa ha dado de la noche a la mañana un paso a atrás en el tiempo de cuatro o cinco siglos.

Pero ha sido en Turquía donde se ha lanzado el vaticinio, que más parece una amenaza, sin que de forma clara se haya dicho por el Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Erdogan si tales guerras las promoveremos entre nosotros los europeos o serán ellos mismos, lo turcos, de acuerdo con sus compatriotas ya instalados en Europa, los que nos las traerán como castigo a las supuestas y pretendidas ofensas -y otros fines no tan ocultos- que algunos de los países de aquélla, como Holanda, dicen haberle hecho a Turquía últimamente. ¿No le parece a ese Gobierno turco que el envío de Ministros de su gobierno a ese país europeo para intervenir en su campaña electoral es una intromisión inaceptable en la soberanía del mismo? Adivino, sin margen de error, cómo sería la reacción, legítima por otra parte, de Turquía entera como nación, si la acción hubiera sido a la inversa.

Puesto que no lo aclaran, ni les vamos a pedir que lo hagan, jugaremos con la hipótesis más probable, ya que hace años que los europeos aprendimos de nuestras propias tragedias que la religión no es ni debió ser motivo nunca para matarnos entre nosotros. Hace mucho tiempo que en este viejo continente se aplicó, aunque costó mucha sangre y dolor el aprendizaje, que hay que dar a “Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Uno de los mandatos que están en el Evangelio cristiano. Cosa que no dice el Corán sino todo lo contrario. Es decir, la separación del Estado de la religión, la desvinculación de la fe religiosa de la fe política; en definitiva, la distinción entre lo espiritual y lo material. Hecho y decisión trascendentales para la paz y la convivencia de la Humanidad que no ha llevado a cabo la religión mahometana, después de mil tres cientos noventa y cinco años desde su nacimiento. Así que desde la hipótesis apostada antes, nadie se enfadará porque los europeos nos lo tomemos como una amenaza; que, por cierto, tiene sus antecedentes y avales en manifestaciones no tan lejanas como las que hizo el difunto Gadafi cuando dijo que un día tomarían Europa con la ayuda los vientres de sus mujeres.

Y la verdad es que tales amenazas están asentadas en hechos empíricos. Es evidente que la población europea cae en demografía porque sus mujeres paren mucho menos que las musulmanas. Y de éstas, las emigradas a Europa mantienen el mismo ritmo de fertilidad que en sus países de origen. Si no he leído y oído mal, la población musulmana es ya el 6% de la europea. Lo que empieza tener su peso a través de la democracia, sistema que es, por cierto, imposible en ningún país islamita, como condicionante de la acción política en este continente. Existe una percepción general, que parece acentuarse en el mundo musulmán, de que Europa está en decadencia. Una decadencia que, si la Historia de la Humanidad es circular y de retorno, nos trae el recuerdo del ocaso del Imperio romano hace mil largos quinientos años. Es decir, Europa estaría ante la amenaza de una invasión de unos nuevos “bárbaros”, con la diferencia de que estos modernos invasores vienen a tener la misma tecnología bélica que los invadidos, incluso es posible que algunos de los países islamistas tengan más potencial económico que aquélla.

Por tanto, la gravedad no viene tanto del desafío lanzado por los amenazadores cuanto de la debilidad de los amenazados, si éstos no se dan cuenta o adoptan la estrategia, que se dice del avestruz, metiendo la cabeza debajo del ala. Mientras el islamismo radical no cede en su entusiasmo por mantener inextricablemente unidos poderes de distinta especie como son el espiritual y el puramente humano; es decir, creencias religiosas y acción política, la Europa moderna, que tiene su origen y conformación en el cristianismo, ha renunciado a éste como élan, impulso o cemento de unión de su ser histórico; hasta el extremo de que en la prácticamente fallida Constitución europea, alguno de su líderes pidieron que esa inspiración religiosa, trascendental e intrínseca a su personalidad política, fuera eliminada. Si no recuerdo mal fue Giscard d’Staing, aquel estirado, elitista y clasista Presidente de la República Francesa, uno de los que se opuso a que el cristianismo fuera reconocido como fundamento y génesis de la construcción de Europa. Y si no fue él, yo como español tengo una cuenta pendiente con este reprobable personaje por su negativa a ayudar a España en su lucha contra la ETA. Así que, por lo menos, vaya lo uno por lo otro.

Unamos todo ello a una sociedad muelle, quebradiza, cómoda y acomodada, narcotizada por el consumismo, y, por todo ello, instalada en la insensatez, para comprender que los enemigos, que no comparten sus principios ni decálogos, la vean como una presa fácil para sus fanatizados fines como son los que predican los fundamentalistas islámicos.

Es como una ley de hierro aseverar que toda sociedad ha de salvarse a sí misma. Y esto sólo puede hacerse sin renunciar a los principios sobre los que nació, sobre las creencias en que se educó y maduró, hasta llegar al estadio, caso de la sociedad europea, en que se mostró al resto de la Humanidad, con todos sus vicios y errores, como una maestra y guía que la llevó a circundar el mundo con sus códigos, cultura y saberes. Sólo la invasión por una cultura superior podría justificar la aceptación y sometimiento a ella, cohonestando ambas. Pero, preguntémonos sin reparos: ¿es la cultura islamista superior a la europea? La respuesta está dada más arriba. Una civilización que a estas alturas de los tiempos, con sus vivencias y dramas dentro de la Humanidad, no ha hecho separación de los tan diferentes espacios como son el espiritual del meramente material, es una trágica distorsión para la convivencia del género humano. Y en todo caso, la bárbara e intolerable imposición con que esas minorías fanatizadas pretenden hacerlo sobre el resto es inaceptable.

Así que si el mundo occidental quiere hacer frente a esa inminente y creciente amenaza, ya inocultable, de la parte radical, extremada y fanática de la religión musulmana, no le queda más remedio que salir del marasmo y ceguera en que vive, narcotizada a su vez por adormecedor vaho del buenismo con el que algunos de sus más inicuos y falsos líderes han querido aletargar torpemente; sin ver que ellos mismos pueden ser víctimas de los verdugos a los que abrieron las puertas.

Hay que recuperar con firmeza los estamentos básicos en la construcción piramidal del edificio social sobre el que se asienta cada nación desde los más remotos tiempos, como es la institución familiar, de filosofía cristiana y monógama; en la que la mujer recupere su grandioso e insustituible papel de madre, engendradora del género humano; para lo que los poderes públicos deben legislar, como ayuda a ese papel protagonista, con las leyes más excelsas y elevadas para una función que nada más y nada menos es garantía de la supervivencia de la propia Humanidad. Por ello, hay que defender la igualdad absoluta del hombre y la mujer; en este caso, frente a la desigualdad con la que el Corán diferencia y castiga a ésta. Hay que levantar bandera por la libertad, “uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”, frente al cerrilismo de una religión que iguala creencia religiosa con ideas políticas, en detrimento de éstas. Hay que respetar la inclinación sexual innata, como la homosexualidad, excepción a la que, por otro lado, hay que exigir sea respetuosa consigo misma y los demás, en sus manifestaciones externas. Y así podríamos seguir estableciendo diferencias entre una religión que en algunas de sus costumbres y castigos penales no puede ser definida más que como inhumana. Ahí está la mutilación como castigo, la pena de muerte para el apóstata, la persecución y muerte de los que considera infieles, etc.

Por todo ello, sólo nos cabe pedir a los millones de musulmanes pacíficos que creen en esa religión, a lo que tienen pleno derecho, y hayan llevado a cabo el proceso de racionalización que exige la nueva era de la Historia de la Humanidad, que se levanten y se manifiesten al lado del resto de religiones, entre ellas la cristiana predominante en Europa, para combatir a sus propios extremistas que la desacreditan y la hacen ver al mundo como una religión intolerante y sanguinaria.

Permítaseme, finalmente, esta licencia y parangón: “A Alá lo que es de Alá y al Emir lo que es del Emir”.

Pedro Conde Soladana

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4 COMENTARIOS

  1. Una de las cuestiones que en el asunto de la inmigración me inquietan es si cada nación europea, y sobre todo España por su realidad y pasado histórico, tiene que obviar o silenciar páginas de la Historia propia en sus planes de estudio; sobre todo, en el caso de la inmigración musulmana.
    Vamos a suponer que se vuelve a recuperar, como debe ser, el estudio de aquella en las escuelas. ¿Se puede ocultar que España construyó la propia, entre otros pasajes de la misma, sobre ocho siglos de luchas, batallas, etc., para reconquistar su entidad arrebata y arrasada por los árabes aquel año del 711?
    La exigencia de que los inmigrantes tienen que adaptarse al ser de la nación que los acoge es irrenunciable si quiere sobrevivir como tal ente histórico. En el caso de España, un ser con la antigüedad de dos mil años. Lo contrario será dejar de ser ella misma, para convertirse ¿en qué?

  2. El problema de la natalidad debería ser elevado a rango de asunto de Estado, dándole prioridad sobre otros muchos, porque en él radica el futuro de la identidad de la nación. El asunto hay que hacerlo extensivo a Europa. Y la solución primordial es el apoyo al matrimonio clásico, hombre mujer, y a la familia tradicional como piedra angular de la sociedad. Todo ello tiene mucho que ver, aunque no lo parezca, con la elevación del nivel cultural de los ciudadanos; nivel cultural que exige volver al cultivo del humanismo tradicional, basado a su vez en la herencia greco romana, en la que la familia comenzó a asentarse como núcleo fundamental de la sociedad.

  3. Pues poco más que añadir a este certero artículo.En nuestros pasajes de la historia ,si decidimos adentrarnos veremos que el islam tiene una concepción totalitaria,en su visión no cabe nada más que su propia manera de ser.En el caso concreto del periodo de dominación islámica en la peninsula ibérica los hechos son abrumadores,dada además su agresividad y su escasa capacidad de crear nada que sea algo parecido a un gobierno o admistración «justa»,la práctica totalidad del periodo de conquista Islamica es un permanente baño de sangre,rapiña,y miles de muertes,hay sucesos realmente espeluznantes como en la ciudad de Zamora en el río Duero donde el agua que bajaba era de color rojo,unas cuarenta mil muertes en un solo día.Rapto de miles de mujeres y muerte de todo varón que hubiera por el camino,a los niños se los llevaban para islamizarlos.Decir que el único motivo por el que no se pudieron asentar en Europa desde el sur es por la contención de los reinos Francos que lo pusieron todo en la frontera,armando tambien a las provincias del norte de España para no permitir una entrada en el corazón de Europa.Es cierto que manejaban militarmente la audaz forma de dividir a los reinos cristianos potenciando algunos reinos en detrimento de otros,así como ganandose por medio de reconocimientos y bienes a algunos reyes cristianos.Cuando Almanzor llegó junto a la tumba del apóstol Santiago solo había un monje custodiando la tumba donde yacía, ordenó a sus hombres que lo dejaran en paz y no lo mataran.»Es el único cristiano que queda por aquí ,todos han huido,eso le honra».Quiero decir, esto son anécdotas pero a tomar muy en cuenta porque los mecanismos de la historia,una vez conocidos todos,se vuelven a repetir de forma muy similar. Remarco,volviendo ya a la actualidad la potenciación y todos los esfuerzos económicos posibles por parte de las administraciones públicas de un verdadero plan de natalidad y apoyo a las familias que quieran tener hijos,yo sustituiria la posibilidad de una renta básica,por la misma cuantía pero para madres o padres que deseen conciliar trabajo y vida familiar,o sea,educación de los hijos.(educación familiar).Para ello es la sociedad la que tiene que pedirlo o exigirlo por sus cauces,ya que todo pinta a que progresivamente se utlilizará la baja natalidad de España para atraer a gentes venidas de latitudes lejanas y con culturas opuestas a los valores occidentales.La Historia también nos enseña que fueron algunas familias de la élite goda las que hicieron posible el desembarco del islam en España.

  4. Muy de acuerdo con lo que escribe Carlos, añadiría que la única inmigración que habría que fomentar es la de nuestros hermanos hispanos, de allende los mares. Los motivos son obvios y, por tanto, no necesitan explicación.

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