Primera misa celebrada por José Antonio Primo de Rivera
La primera misa por José Antonio Primo de Rivera, se celebró en Madrid, mediada la mañana del 21 de noviembre de 1936, en un palacete de la Castellana, entonces sede de la Embajada argentina, en el paseo de la Castellana num. 42. La noticia de su fusilamiento en la Cárcel de Alicante, llegó por medio de don Edgardo Pérez Quesada, encargado de Negocios, en funciones de embajador del Gobierno argentino en aquella España partida por la guerra.
La noticia de la misa por José Antonio Primo de Rivera se extendió entre algunos
En un principio la noticia de la misa por José Antonio Primo de Rivera se extendió solamente entre algunos de los refugiados. Unos creyeron en ella, otros dudaron, pero todos acordaron orar en común y por José Antonio Primo de Rivera a través del sacrificio de la Santa Misa. Fueron don Cristóbal Carvajal Colón, el comandante de Artillería Joaquín de Cárdenas Llavaneras y los camaradas César Agosti y Joaquín Ortiz, entonces refugiados bajo el Pabellón argentino.
La misa por el alma de José Antonio Primo de Rivera
En una amplia habitación trasera, con grandes ventanales a un patio interior, Cristina de Infantado fue la encargada de preparar el altar. Ofició un sacerdote castrense, el padre Adolfo Suárez, también refugiado en la Embajada, que en tiempos, había ejercido su ministerio en la Legión. A él le correspondió oficiar la primera Misa por José Antonio Primo de Rivera, siendo un honor para él. Participaron en la misma, Emilio Torres, Joaquín Rovira Vidal, José Antonio del Moral Sanjurjo, José Vélez de Medrano, Javier Villegas, José Campúa, Jacinto Miquelarena, y como única mujer Cristina de Infantado. Los demás refugiados, entre los que se encontraban Francisco y Manuel Casares y Tomás Chavarri, supieron del acto, una vez realizado.
La Eucaristía por el alma de José Antonio Primo de Rivera
Fue una Eucaristía sentida, sencillísima y abierta a la emoción, el primer acto religioso por el alma de José Antonio Primo de Rivera. Celebrada al amparo y casi a escondidas de la principal autoridad de la Embajada, y oída por unos hombres amenazados de muerte, desgajados de sus hogares y familias. Para el resto de la España dividida y aún para el mundo, el acto pasó inadvertido, y quizá por ello y la fuerza total de esta oración fue José Antonio Primo de Rivera el Ausente, por estar presente ante Dios.
Información ofrecida por Luis Medrano en Plataforma 2003