Estados Unidos ha lanzado 59 misiles de crucero Tomahawk contra la base aérea de Shayrat en la provincia siria de Homs, demostrando una vez más que aunque cambie de Gobierno y de imagen sigue con la misma política internacional.
El ataque se produce contra la instalación militar desde la que, según estimaciones de la Casa Blanca, las fuerzas del Gobierno de Bashar al Assad llevaron a cabo el ataque con armas químicas contra la localidad de Jan Sheijun, en la provincia de Idlib.
Los misiles de crucero han sido lanzados desde dos destructores estadounidenses, el USS Porter y el USS Ross, en el mar Mediterráneo. El actual presidente republicano de los Estados Unidos, Donald Trump, ha instado a todas a «las naciones civilizadas» a unirse a EE.UU. con el fin de «terminar con la matanza y el derramamiento de sangre en Siria» y ha subrayado que el ataque responde a un «vital interés de seguridad nacional» de EE.UU.
El Pentágono ha informado a los medios de comunicación que los objetivos del ataque han sido aeronaves, refugios reforzados para aviones, depósitos de petróleo y de municiones, sistemas de defensa aérea y radares. Por otro lado, los medios de comunicación sirios han calificado el ataque de acto de «agresión».
Pese a que ni la ONU ni la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) han reportado los resultados de su investigación sobre el incidente que tuvo lugar este martes, el Gobierno estadounidense atribuyó la responsabilidad al Gobierno sirio que, por su parte, niega rotundamente el uso de materiales químicos o tóxicos en la localidad y responsabiliza del ataque a los grupos terroristas islámicos que operan en la zona.
Antes de conocerse el ataque estadounidense, el adjunto del representante permanente de Rusia ante la ONU, Vladímir Safronkov, advirtió que Rusia tenía «indicios directos» acerca de la preparación de una operación militar en Siria y subrayó que «todas las consecuencias pesarán sobre la conciencia de quienes planean proyectos así».