No quisiera yo que se entendiera el presente escrito como un ataque frontal y directo ante una persona de la que no hay dudas de que es un gran futbolista. Que tenga mejor o peor fondo ya nos puede generar más dudas, pero, no sé, tampoco veo maldad en sus ojos. El tema es: ¿y si fuera gilipollas? No digo que lo sea, y voy a eludir la demanda judicial todo lo que pueda. Mi única intención es generar un debate en torno a su actitud. Vamos a reflexionar sobre ello.
Hay varios hechos que pueden ser definitivos a la hora de distinguir a un gilipollas de otro que no lo es. Una persona normal no escupiría por la espalda al delegado de la selección española. Una persona normal no diría la expresión “españolitos, os vamos a ganar la copa de vuestro rey”. Una persona normal no usaría el Twitter o el Periscope como arma arrojadiza y, con las mismas, se metería en la cueva cuando le vinieran mal dadas. Una persona normal no amenazaría a un policía municipal y le diría “me tienes envidia porque soy famoso”. Una persona normal no se acordaría de Kevin Roldán en una celebración con su equipo. Una persona normal no sacaría en público la manita después de ganar 5-0, no se cagaría en la puta madre de un árbitro, no increparía desde el césped al presidente de la Liga, etcétera, etcétera.
Es un pensamiento muy extendido el valorar a la gente por su valentía y su sinceridad. Y a veces se confunde el ser sincero con ser gilipollas. Es fácil: uno no puede decir lo que le da la gana en cualquier momento, en cualquier medio y a cualquier persona. Hay que saber filtrar. Y si no sabes filtrar no es que seas un tipo con dos cojones, es que eres un gilipollas. Sin más.
Yo siempre he pensado que al que es gilipollas hay que decirle a la cara que es gilipollas. Sencillamente porque puede que no lo sepa. Como gilipollas nato, si nadie antes se lo ha dicho, seguramente él actúe como una persona normal, sin reparar en que su actitud es la de un completo y absoluto gilipollas.
Porque puedes ser abiertamente gilipollas desde nacimiento, tenerlo asumido y actuar como tal. Lo cual me parece perfecto. Creo de hecho que hay asociaciones solo de gilipollas donde a menudo se reúnen para decir gilipolleces todos juntos y sentirse más a gusto. Diría, es más, que estas asociaciones se llaman a sí mismas “tertulias de fútbol”. Pero esto último no lo sé, hablo de oídas. Pero, vaya, creo que sí, por lo visto quedan todas las noches y empiezan a defecar palabras para ver quién la dice más gorda. Creo, además, que lo graban, lo emiten y luego ganan dinero con ello.
Veo en una de estas asociaciones el claro futuro de Gerard Piqué. No digo directamente que sea gilipollas y tenga que acudir allí a solicitar el acta de inscripción. Pero cuando se retire del fútbol podría pasarse una noche y ver si encaja. Yo creo que le harían un hueco sin ningún problema. Si el Madrid tiene a su Ojeda o a su Roncero y el Sevilla a su Cristóbal Soria, parece evidente quién debería estar ahí defendiendo al Barcelona. Boom.
Como decía, el gilipollas seguramente no sepa que lo sea y es ahí cuando la sociedad en su conjunto juega un papel fundamental: amigos, familia o parejas sentimentales deben hacer de tripas corazón y decirle al susodicho lo que parece que hasta ahora nadie se ha atrevido: “oye mira, tú probablemente no te lo huelas, pero creo que ha llegado el momento de que lo sepas. Todo lo que te hemos hecho vivir hasta ahora es mentira: no eres inteligente, no eres divertido, ni siquiera eres ingenioso. Y no, tampoco eres guapo. Eres gilipollas. Creemos que lo justo es que lo sepas. Te dejamos un tiempo para reflexionarlo, si nos necesitas estaremos en el salón viendo el Chiringuito”.
Yo, desde fuera, desde la perspectiva de alguien que no conoce en persona a Gerard Piqué, siempre me ha parecido que es el típico niño de instituto capitán del equipo de fútbol americano, al que le han reído las gracias y han ido convirtiendo en lo que es: una persona soberbia, engreída, irrespetuosa, irritante, con mal perder y con mal ganar. Tiene una facilidad pasmosa para meterse en todos los charcos. Y no solo eso sino que, una vez rebosante de barro hasta la cintura, no opta por buscar una salida, sino que sigue caminando hacia adelante. Una cosa le honra, y es que es absolutamente coherente consigo mismo y fiel a su fango cada día de su vida.
Es un claro ejemplo del nuñismo sin Núñez, como si el Barcelona hubiera viajado veinte o treinta años al pasado para tirar por tierra todo lo que habían construido, falsamente, en estos años de manipulación mediática con Guardiola, su ideología y todos sus descendientes. Como si a través de la figura de Piqué, hubieran decidido quitarse la careta de la falsa humildat, los falsos valors y ese espíritu absurdo y vacío que empezó con Unicef en las camisetas y que acabó en los tribunales con dinero de fichajes que desaparecía por arte de magia.
El Barcelona que yo mamé ha vuelto. Y ha vuelto en forma de Piqué. Creo que es momento de dejarse llevar y disfrutar. Siempre que Messi nos deje, claro.
Artículo de Pablo Lolaso publicado en el periódico ESDiario