Este pasado domingo, 9 de abril, se cumplen 40 años de un hecho decisivo para la Transición: la legalización del Partido Comunista de España (PCE) tras décadas de ilegalidad en la dictadura de Franco. Fue un Sábado Santo en que muchos se llevaron las manos a la cabeza y otros descorcharon las botellas de champán. Se han escrito ya muchos libros y reportajes definitivos sobre aquel momento. En este aniversario, Gaspar Llamazares, que lideró Izquierda Unida (IU) y pasó por el PCE, charla con el diario de PedroJ -El Español- sobre el pasado y el presente del comunismo en España.
El Español / Llamazares, que ahora lidera IU en Asturias, recuerda que la legalización ocurrió cuando él estudiaba en la Universidad Autónoma de Madrid. «Yo todavía no era del PCE, sino que era de su entorno, porque decidí afiliarme tiempo después», rememora. «Fue un momento de alegría pero con preocupación, porque sabíamos que no iba a ser un camino fácil, que iba a ver algunas resistencias y algún susto, así que yo no fui de los que brindó, estaba con una alegría contenida».
Sí había brindado dos años antes, el 20 de noviembre de 1975, cuando murió Franco. Pero después se multiplicaron las dudas sobre el futuro. «En la Universidad vivimos la legalización con cautela porque sabíamos que no iba a ser un camino de rosas y, de hecho, temíamos una escalada de violencia por parte de nostálgicos del franquismo, además de que estaba ETA, algo que no habíamos previsto y produjo mayor incertidumbre en la evolución de la democracia».
NO FUE SENCILLO
Recuerda que una vez legalizado, el PCE vivió muchos momentos de tensión, porque con cada atentado terrorista de ETA había quienes pedían volver a ilegalizar la formación de los comunistas. Uno de los días más difíciles fue el golpe de estado del 23-F, cuando él, como muchos otros, temieron una involución en España. «Gente que estábamos en Oviedo y hacíamos una revista universitaria, llamada Bocetos, decidimos afiliarnos al PCE aquella noche».
Uno de los temas predilectos en cualquier debate sobre el PCE, su legalización y su historia posterior es el conjunto de «renuncias» que se achacan a Santiago Carrillo y los suyos. ¿Eran necesarias para facilitar la llegada y el asentamiento de la democracia? «Unas eran necesarias y la mayor parte de los compromisos del PCE eran imprescindibles; fueron buenas para el partido, que se había batido el cobre en la clandestinidad, y fueron buenas para el país».
«No me refiero a las tradicionales que se dicen por ahí, la aceptación de la bandera o la aceptación de una democracia parlamentaria encabezada por un monarca, porque estas no fueron renuncias discutibles, sino que fueron lentejas: ‘o las tomas o las dejas». A su juicio, más allá de esas cuestiones simbólicas, el PCE «consiguió cotas de libertad y legalidad que en ese momento no se podían conseguir y que no hubieran madurado en caso de oponer más resistencias».
Desmarcarse del pasado por necesidades del presente es algo frívolo y sin rigor, un desastre que se hace para estar hoy a pachas con la visión adanista de Podemos
CONTRA EL REVISIONISMO
Unas renuncias a los principios que hoy incluso son tildadas de «traición» y que son duramente criticadas por los jóvenes comunistas. «Hacer esa crítica desde una reflexión universitaria o de los historiadores me parece muy sano, pero me parece mal que se haga por necesidad del guión de hoy». Para el exlíder de IU, «desmarcarse del pasado por necesidades del presente es algo frívolo y sin rigor, un desastre que se hace para estar hoy a pachas con la visión adanista de Podemos, que parece que todo empezó con ellos».
Alude Llamazares a los más jóvenes enrolados en el PCE o IU que, por ejemplo, critican directa o veladamente el eurocomunismo que en su día abrazó Carrillo. O sea, se refiere a Alberto Garzón y otros dirigentes de su generación. «Me parece fatal que desde el propio PCE o desde IU se habla del eurocomunismo como un error, porque negar la propia historia es negar la identidad y yo creo que hay que aceptar la historia de uno con sus claros y oscuros».
«Si hay que echar la culpa de las insuficiencias de la Transición a alguien, creo que no es al PCE, sino que habría que echar la culpa a los gobiernos de mayoría absoluta -en clara referencia a Felipe González- que después de la Transición no fueron capaces de depurar algunos temas de seguridad, de cambiar cosas del postfranquismo como el sistema electoral o de desligarse del modelo de la OTAN».
Un pueblo no se plantea problemas que no puede resolver en ese momento
Para cerrar el círculo de las famosas resistencias, el excoordinador federal de IU recuerda una frase que Gramsci toma de Marx: «Un pueblo no se plantea problemas que no puede resolver en ese momento». Y abunda en que «en ese momento el país tenía que resolver el problema de transitar de una dictadura a una democracia, y no había masa crítica para resolver otros problemas». «En ese momento -añade-, no era planteable el debate entre monarquía o república».
LA MEMORIA HISTÓRICA Y EL FUTURO
A su juicio, la memoria histórica sí es «uno de los hándicaps o hipotecas de la Transición». Para explicar lo sucedido, recurre a la psicología de las catástrofes. «Primero pasas por un estupor -la larga noche del franquismo-, luego pasas por la negación -los padres y abuelos no quieren hablarte de ello- y luego gradualmente hemos pasado a la recuperación de la memoria; algo que nosotros iniciamos antes y con Zapatero, pero antes de ese momento no se podía resolver».
¿Qué queda hoy del PCE legalizado hace cuarenta años? «Las creaciones del PCE son lo mejor del PCE; me refiero a los productos políticos y no al PCE, que es un instrumento». Cita «la resistencia antifranquista», «la Transición», «el modelo sindical de Comisiones Obreras» y «el testigo que es Izquierda Unida». «Todo eso es producto del PCE», sostiene, para criticar que «ahora mismo se lleva decir que todo es malo, pero no todo lo es, como el estado social que hemos ido construyendo con movilizaciones y con la postura política del PCE».
ANGUITA, IU Y PODEMOS
Hoy José Luis Centella es el secretario general del PCE. Llamazares no forma parte del mismo porque, según explica, fue expulsado por carta durante su agrio enfrentamiento a Francisco Frutos, ahora hace diez años. Para hablar sobre el PCE actual, este político asturiano recuerda «un dilema que planteaba Julio Anguita, que decía que IU era una transustanciación del PCE, porque este dejaba su alma en IU».
Asumiendo la práctica política de Podemos no asumimos la cultura política de IU, en aras de una unión con ellos
«Yo pienso como Anguita y ahora me preocupa que el PCE no reconozca su propio legado, porque se lo impone la actual dirección para confluir o converger con Podemos». «Incluso para confluir o disolverte en otro tienes que aportar algo, tu identidad, tu sustancia; y el PCE aporta todo lo que te decía». Para él, «asumiendo la práctica política de Podemos no asumimos la cultura política de IU, en aras de esa unión».
Llamazares ve claro que «el PCE e IU van camino de diluirse o integrarse en Podemos», con lo que «vamos a dejar huérfana a una parte de la izquierda, esa que se identifica con la tradición que decía de la Transición, Comisiones Obreras, etcétera y no comparte la forma de hacer política de Podemos». «Te pongo un ejemplo: yo el otro día escuchaba a Rufián -también me pasa con otros como él- y me subía por las paredes, porque estaba degradando una institución como el Parlamento».
Desea que «estemos en un sarampión y tengamos que aterrizar» porque «si esto no es un sarampión, los ciudadanos nos van a mandar a la mierda». En su opinión, «tiene que producirse un diálogo entre las diferentes culturales políticas de la izquierda». En suma, «el PCE se equivocará si va en el sentido de lo que plantean Manuel Monereo y Alberto Garzón, que es el sentido de ser la corriente comunista de Podemos, y no se equivocará en caso de que mantenga su apuesta por una izquierda consecuente, seria y dialogante, como ha sido IU con todos sus errores».